No me grites Argentina...¡Comercia conmigo!

Por Christopher A. Preble

El presidente Bush se enfrentó con un ambiente particularmente inhospitable en la Cumbre de las Américas que tuvo lugar en Argentina. El movimiento anti-EE.UU. en Latinoamérica ha alcanzado niveles alarmantes. Una encuesta conducida en seis países latinoamericanos por Zogby Internacional descubrió que 81 por ciento de los entrevistados tenían una opinión negativa del desempeño del presidente Bush, mientras que solo un 17 por ciento tenían una opinión positiva. Aunque los líderes anti-EE.UU. como Fidel Castro de Cuba y Hugo Chávez de Venezuela son aún menos comparecidos con los latinoamericanos que el presidente Bush, ellos continuarán aprovechándose de la mala vibra que hay hacia el presidente estadounidense, y hacia EE.UU. en general, en un intento de promover su estatus.

Una de las maneras más fáciles para que el presidente comience a calmar la oleada de opinión anti-EE.UU. es prometiendo eliminar los aranceles, las cuotas, y los subsidios agrícolas estadounidenses que son ampliamente desagradables para los agricultores latinoamericanos. Los efectos colectivos de las políticas agrícolas estadounidenses bajan el precio de los productos agrícolas para los agricultores de todo el mundo. Esto, en retorno, engendra una desconfianza y hostilidad entre los individuos que dependen de la agricultura para su supervivencia, no solo como una fuente de alimentación, sino también como un medio para adquirir riqueza. Ellos entienden a los subsidios agrícolas estadounidenses dentro de una narrativa hostil expuesta por aquellos que dicen que EE.UU. quiere mantener al resto del mundo atrapado en la pobreza. Las aseveraciones de los oficiales estadounidenses que dicen lo contrario muchas veces llegan a oídos sordos.

Porque las políticas agrícolas estadounidenses perjudican el bienestar económico de los granjeros pobres en el mundo en vías de desarrollo, es lógico concluir que estas políticas contribuyen a la popular pero equivocada opinión de que EE.UU. quiere deliberadamente mantener a las personas pobres atrapadas en la pobreza. De hecho, una encuesta del Pew Research Center descubrió que una mayoría de los entrevistados en seis países latinoamericanos estaban convencidos de que las políticas estadounidenses aumentaban la supuesta “brecha de pobreza”.

Muchos economistas de orientación de mercado están de acuerdo con que las políticas estadounidenses contribuyen a la pobreza en el mundo en vías de desarrollo. Nicholas Stern, el ex-economista titular del Banco Mundial, es particularmente sincero. “Es ser hipócrita predicar las ventajas del libre comercio y de los mercados libres”, Stern se quejaba, “y luego colocar obstáculos precisamente en los mercados en los que los países en vías de desarrollo tienen una ventaja comparativa”. Una observación de cerca de la opinión anti-EE.UU. expresada en la encuesta reciente de Zogby descubre una popular percepción de que los políticos estadounidenses son culpables de hipocresía.

Por muchos años, muchos economistas han enfatizado que “el comercio, no la ayuda externa” es la mejor manera de ayudar a los países a salir de la pobreza. Los subsidios estadounidenses son particularmente irritantes para aquellos países que trataron de realizar reformas de mercado, solo para que sus productores agrícolas estén compitiendo ahora en términos desiguales. William R. Cline, académico titular del Instituto para la Economía Internacional y del Centro para el Desarrollo Global, estimó que los países industriales podrían lograr beneficios económicos para los países en vías de desarrollo que valdrían alrededor del doble de la cantidad que donan en ayuda externa cada año al remover las barreras proteccionistas en contra de las exportaciones de los países en vías de desarrollo.

EE.UU. ni siquiera es el peor violador de entre los países desarrollados cuando se trata de políticas comerciales injustas, particularmente con respecto a la agricultura. De acuerdo a Cline, las políticas agrícolas agregadas de Japón fueron cuatro veces más proteccionistas que aquellas de EE.UU. El sector agrícola en los países de la UE, mientras tanto, estaba dos veces más protegido que el sector agrícola estadounidense.

Los oficiales estadounidenses frecuentemente citan evidencia de peores casos de proteccionismo en otros lugares. Como respuesta a las alegaciones brasileñas de que EE.UU. mantuvo su lugar como el segundo productor y exportador más grande de algodón en el mundo mediante sus subsidios a los agricultores estadounidenses entre agosto de 1999 y julio del 2003, un vocero del representante comercial estadounidense dijo “Aquellos que viven en casas de vidrio no deberían lanzar piedras. Brasil mismo participa activamente en respaldar financieramente a sus agricultores”.

Pero esta defensa de “él comenzó” no es más efectiva en las relaciones internacionales que lo que es en el patio de la escuela. Y es difícilmente una posición ejemplar para un país que ha tradicionalmente liderado con su ejemplo. Dado que las políticas agrícolas que distorsionan el mercado no sirven de propósito útil alguno para la gran mayoría de consumidores y contribuyentes estadounidenses, EE.UU. debería eliminar gradualmente su programa de subsidios y cuotas agrícolas. Al comprometerse al libre comercio en la agricultura, el presidente pudiera mejorar substancialmente la imagen de EE.UU. en Latinoamérica, y el podría descubrir algunos aliados nuevos en una parte del mundo que es hoy en día muchas veces definida por su sentimiento anti-EE.UU.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.