No, la elección presidencial no fue manipulada mediante máquinas de votación intervenidas
Julian Sanchez explica por qué la afirmación del presidente Trump de un fraude electoral masivo y sistémico cometido mediante el software utilizado en varios de los sistemas electorales de los estados no tiene asidero.
Por Julian Sanchez
La cruzada de Donald Trump para sembrar dudas acerca del resultado de la elección presidencial alcanzó un nuevo punto bajo el día jueves, cuando el presidente dejó de realizar afirmaciones vagas sin evidencia acerca de un fraude electoral masivo y sistemático para promover una teoría de conspiración específica y francamente disparatada —diseminó en letras mayúscula a sus 89 millones de seguidores en Twitter— alegando que el software desarrollado por Dominion Voting Systems había “BORRADO 2,7 MILLONES DE VOTOS PARA TRUMP A NIVEL NACIONAL” y que “221.000 VOTOS DE PENNSYLVANIA” habían sido “CAMBIADOS DEL PRESIDENTE TRUMP A BIDEN”.
Eso es un sinsentido vergonzoso del tipo que uno espera ver en los foros marginales, no desde la Casa Blanca. Sus raíces, como explica el New York Times en un detallado desmentido, parecen encontrarse en una manada de errores de tabulación en la noche de la elección en Michigan y Georgia, algunos de los cuales se dieron en condados que utilizaban el software de Dominion. Esos errores fueron rápidamente identificados y corregidos, y últimamente demostraron ser el resultado del error humano, no de defectos en el software en sí. Aún así eso fue suficiente para lanzar una ráfaga de especulaciones acerca de las artimañas digitales por parte de los aficionados a las teorías de conspiración en línea, afición que ahora parece haber llegado a la Casa Blanca.
Con la prensa, las autoridades electorales, y Dominion Voting todos refutando la versión más salvaje de la teoría de conspiración, el profesor de Derecho de George Washington University Jonathan Turley buscó rescatar una variante que suena más respetable en Fox News. Él dijo que un error de tabulación y de corta vida cometido en la noche de la elección en Michigan de alguna forma hubiese mostrado que el software de Dominion era “vulnerable al error humano”, y que por lo tanto debería estar sujeto a un escrutinio adicional porque era “un tanto ubicuo”. Aunque esto podría sonar superficialmente más razonable que quejarse acerca de votos “robados”, esto todavía es un sinsentido. Como la empleada electoral Abby Bowen del Condado de Shiawassee había explicado a FactCheck.org una semana antes, el error fue el resultado de “un error de tipeo en el reporte inicial que fue enviado al Buró de Elecciones”, uno que fue detectado y corregido casi inmediatamente. No había razón para relacionar el software de Dominion —o de hecho cualquier máquina de votación en cualquier parte. Como el conductor Steve Doocy rápidamente agregó, “cinco condados en Michigan y Georgia tuvieron problemas. Y el software de Dominion fue utilizado en dos de los condados y en cada caso, en gran medida fue un error humano, un problema, pero el software no afectó el conteo de votos”. La única razón para mencionar los errores y Dominion en la misma oración era la conexión falsa que habían realizado en línea los teóricos de las conspiraciones, ahora preparada para el consumo masivo en un canal nacional de televisión y expresada por un académico supuestamente respetable.
Una variedad de supuestos nexos entre Dominion y los Demócratas, que empezaron a circular en un esfuerzo para promover esa teoría, de igual forma han sido refutados por Associated Press. Mientras tanto, un comunicado conjunto de (entre otros) los directores de la Agencia de Infraestructura de Ciberseguridad del Departamento de Seguridad Doméstica (CSIA) y de la Asociación de Directores de Elecciones de los Estados, presumiblemente mejor situados para evaluar este tipo de asuntos que cualquier teórico en Internet, reportó que “no hay evidencia de que algún sistema de votación borró o perdió votos, cambió votos, o fue de alguna manera comprometido”.
Una razón por la que esta no es una teoría de conspiración particularmente buena —más allá de las razones que el New York Times, Associated Press y que la evaluación de la CSIA exponen— es que Pennsylvania recientemente requirió que todas sus máquinas de votación utilicen o generen un registro de papel que puede ser verificado por los electores y que pueden ser utilizados tanto para las auditorías de rutina de los conteos electrónicos y, de ser necesario, un recuento manual integral. Eso hace que sea sumamente improbable que un esquema de manipulación de votos a la escala que alega Trump pueda tener éxito. Un intento de modificar tantos registros de papel inevitablemente sería detectado por los electores el día de las elecciones. Si los registros de papel fuesen precisos pero el conteo digital intervenido, los errores necesitarían ser o distribuidos a través de tantas máquinas que sería percibido en las auditorías estadísticas de rutina, o generar tales enormes anomalías en un pequeño número de máquinas de tal manera que despertarían una alerta roja que demandaría escrutinio. Esto, en pocas palabras, sería un esquema tan manifiestamente condenado a fracasar que casi seguramente sería detectado, de tal manera que nadie lo suficientemente sofisticado para intentarlo podría considerarlo como una estrategia viable.
No debería tener que decir que diseminar acusaciones falsas de fraude electoral sin evidencia es por sí solo una perjuicio cívico: hasta el grado en que las acusaciones sean creídas, promueve una resignación sin esperanza a negarse a participar en la política o el recurso desesperado a las acciones más allá de la ley. Pero en este caso hay un perjuicio agregado de socavar los esfuerzos serios y vitales de los legítimos investigadores de seguridad para identificar las potenciales vulnerabilidades en los sistemas electrónicos de votación, abordarlos o mitigarlos. Gritar “lobo” acerca de los ciber ataques hace que sea más probable que la gente y las autoridades se despreocupen cuando las verdaderas vulnerabilidades sean identificadas. Además, ignorar todo el trabajo duro realizado en muchos estados para asegurar los sistemas de votación nubla la percepción pública acerca de qué tan bien las distintas instituciones políticas de los estados se han desempeñado en este frente. Si los electores son engañados con tales acusaciones, podrían creer que es necesario gastar recursos que endurezcan una infraestructura electoral que ya es segura, o que reemplacen software o funcionarios públicos que de hecho se han desempeñado bien. Los estados que han realizado un trabajo menos que adecuado asegurando sus sistemas de votación, mientras tanto, podrían obtener un respiro no merecido mediante la percepción de que los problemas se encuentran en otra parte.
Cuando el presidente de EE.UU. amplifica de manera irresponsable las teorías de conspiración sin fundamento, la importancia de su cargo garantiza que muchos ciudadanos le darán a estas afirmaciones, al menos inicialmente, un peso que no se merecen. Eso es dañino para la democracia y la confianza cívica, pero también, en este caso, para la buena política de ciberseguridad.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 18 de noviembre de 2020.