¿NAFFTA?
Manuel Suárez-Mier explica que el comercio verdaderamente libre es justo por definición, pues implica que solo se realizan las transacciones que ambas partes consideran convenientes.
El secretario de Comercio de EE.UU. Wilbur Ross y Peter Navarro, asesor de Donald Trump, publicaron un artículo en el Financial Times la semana pasada en el que afirman que “cualquier nuevo NAFTA —TLCAN, por sus siglas en inglés— se habrá de deletrear NAFFTA”, agregándole una segunda F por fair, que en español significa “justo”.
En mis muchos años de dar clases de economía siempre he retado a mis alumnos a que busquen ejemplos persuasivos de comercio “justo”. Lo más socorrido es obligar a las empresas que explotan a los trabajadores en países pobres a elevar sus salarios, lo que representa el error lógico de definir algo por los resultados que se pretenden, en lugar de por las acciones que llevarán a conseguirlos.
Trump y sus cómplices en materia de comercio exterior parecen tener otra definición, que comete similar error lógico: comercio “justo” es el que equilibra o genera superávit comercial para EE.UU. con las naciones con las que comercia, y en especial revierte los déficits que tiene con 101 países, México incluido.
Esta definición de comercio “justo” es absurda y aún los propios autores del artículo aludido parecen aceptarlo al afirmar que el estudio que realiza el gobierno de EE.UU. en estos temas incluye determinar si “los déficits se deben simplemente a los flujos de capitales o quizá a tasas muy diferentes de crecimiento económico entre los países”.
Como escribí hace poco en el artículo titulado crípticamente “(I-S)=(M-X)” –—2 de diciembre pasado—, los desequilibrios comerciales de un país con el resto del mundo no sólo son iguales sino idénticos al desequilibrio entre ahorro e inversión nacional que se subsana con ahorro externo que genera superávits en la cuenta de capitales cuya contraparte son déficits comerciales.
Quienes proponen adoptar el comercio “justo” creen que el libre comercio es injusto, y casi siempre son enemigos del “capitalismo salvaje” al que achacan todos los males de la humanidad, ignorando que lo que genera injusticia es la ausencia de mercados realmente libres.
Al centro del debate entre comercio libre y comercio “justo” está el corolario implícito que el libre comercio es injusto, cuando son las políticas que incluyen subsidios, cuotas, tarifas, impuestos al comercio exterior y tratos de acceso preferencial los que generan distorsiones en el libre mercado haciéndolo menos libre y menos justo.
En esencia, un auténtico mercado libre sin distorsiones de ninguna especie, es el mercado más justo pues es allí cuando a los productores se les paga de manera acorde con la demanda por sus productos y servicios y donde los consumidores pagan en función de la oferta de los bienes y servicios que desean consumir.
Como lo dijo mi querido maestro Milton Friedman con su característica elocuencia:
“Si el intercambio entre las partes es voluntario, no se concretará a menos que ambas crean que se están beneficiando de él. La mayoría de las falacias económicas se deriva de ignorar esta sencilla pero poderosa verdad y de la tendencia a suponer que el tamaño del pastel no puede crecer, lo que implica que lo que gana una de las partes es, por fuerza, lo que pierde la otra”.
Esta es la esencia de un mercado libre. Si quienes prefieren el comercio “justo”, como Trump y sus asesores trabajaran para conseguir mercados más libres en lugar de socavarlos, su país y el mundo serían los ganadores, muy especialmente la gente de menores recursos que votó por él.
Por lo tanto, la segunda F que propone agregar el secretario Ross al acrónimo NAFTA apoyando un comercio más “justo” es redundante, por lo que sugiero que la F propuesta por él denote una imprecación vulgar y muy común en su país, lo que entraña que México ya habría abandonado la negociación.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 7 de abril de 2017.