Muere el padre del Consenso de Washington
Manuel Suárez-Mier destaca el Consenso de Washington elaborado por el recientemente fallecido economista británico John Williamson.
John Williamson, el talentoso economista británico que creó el famoso y muy calumniado Consenso de Washington (CW) falleció la semana pasada después de una fructífera carrera dedicada a analizar y proponer políticas económicas y financieras que a su juicio eran las más apropiadas para el crecimiento con estabilidad.
Conocí a John cuando llegué a Washington en 1989 en el Institute for International Economics, eximio centro de estudios en economía en esta ciudad justo cuando se empezaban a discutir los elementos básicos para evitar las crisis económicas que abundaban entonces.
Su idea fue listar las diez políticas económicas en las que todo Washington estaba más o menos de acuerdo para aplicarse en Latinoamérica, a la sazón sufriendo las secuelas de la crisis de la deuda iniciada en México en 1982 que se propagó a casi todos sus países.
El listado que preparó me parece impecable:
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Disciplina fiscal que, de no existir, termina en endeudamiento excesivo y la eventualidad de no poder pagar, inflación y bancarrota.
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Evitar que el gasto público se disperse en subsidios indiscriminados y usarlo para invertir en aspectos clave: educación de calidad, salud e infraestructura.
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Reforma tributaria que amplíe la base gravable y adopte tasas moderadas que alienten la inversión.
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Tasas de interés determinadas por el mercado pero que sean moderadas y mayores a la inflación.
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Tipo de cambio competitivo determinado por la oferta y demanda de divisas.
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Liberalización del comercio exterior. De aplicarse aranceles, deben ser bajos y uniformes.
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Apertura a la inversión extranjera directa.
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Privatizar las empresas estatales que suelen ser una sangría para el erario.
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Eliminar regulaciones gubernamentales excesivas e innecesarias.
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Seguridad jurídica para los derechos de propiedad y los contratos.
Este decálogo fue demonizado hasta la saciedad por los detractores de la economía de mercado y se le atribuyeron toda suerte de intenciones maléficas, neocolonialistas con aviesos designios de debilitar a los gobiernos nacionales, cuando se trataba justo de lo opuesto: crecer y prosperar.
Cuando algunos países que parecían haber adoptado el CW cayeron en nuevas crisis, sus detractores lo acusaron de fracasar, lo que es falso. El caso que mejor conozco es el de México que había empezado a liberalizar su economía de los grilletes de una economía estatizada, cerrada e ineficiente.
A ese camino le faltaba mucho para cumplir el decálogo del CW cuando sobrevino la crisis cambiaria de 1994 a resultas de eventos que pusieron en entredicho la confianza en el país y el influjo enorme de inversión financiera de corto plazo, se volvió copiosa huida, agravada por mantener una paridad que no se ajustaba cabalmente a la oferta y demanda de divisas.
Nada de esto es atribuible al CW. Los países que sí aplicaron el decálogo, como Chile, Colombia y Perú son los que más han crecido con estabilidad y una caída notable en la pobreza. Quienes lo rechazan, reculan a la miseria: Venezuela, Argentina y ahora México.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 23 de abril de 2021.