Mortalidad: Cómo manipula Cuba sus estadísticas de salud

Juan Ramón Rallo señala que una forma en que el régimen cubano maquilla las estadísticas de salud es reclasificando las muertes neonatales como muertes fetales.

Por Juan Ramón Rallo

El castrismo es miseria, pero aun así los resultados del sistema sanitario cubano parecen ser muy positivos. La esperanza de vida de Cuba es de 79,5 años y la mortalidad infantil apenas alcanza al 4,3 por 1.000 de los niños durante su primer año de vida. En contraste, EE.UU., pese a ser un país muchísimo más rico, obtuvo resultados apreciablemente peores: una esperanza de vida de 78,7 años y una mortalidad infantil del 5,7 por 1.000. ¿Cómo es posible que Cuba, siendo tan pobre, logre resultados tan notables?

En un reciente 'paper' para el Health Policy and Planning, los economistas Vincent Geloso y Benjamin Powell, junto con el profesor de medicina Gilbert Berdine, tratan de arrojar algo de luz sobre esta cuestión, y la conclusión a la que llegan es que buena parte de su aparente éxito se debe a la manipulación estadística y a la represión estatal. En particular, tres son los mecanismos, directos o indirectos, que las autoridades cubanas utilizan regularmente para maquillar sus 'logros' sanitarios:

  • Reclasificación de muertes neonatales como muertes fetales. Por mortalidad infantil, entendemos las muertes que se producen desde el nacimiento hasta el primer año de vida del niño; por mortalidad neonatal, entendemos las muertes que se producen desde el nacimiento hasta la primera semana de vida del niño; por mortalidad fetal, entendemos la muerte del feto desde la semana vigésima de embarazo hasta justo antes del nacimiento. La mortalidad neonatal está incluida en la mortalidad infantil, pero la mortalidad fetal no. Por consiguiente, existe una forma relativamente sencilla de manipular las estadísticas de mortalidad infantil: reclasificar una muerte neonatal como una muerte fetal (esto es, hacer como que el niño murió justo antes del parto en lugar de una semana después del mismo).
  • Dentro del sistema sanitario cubano, existen fuertes incentivos para realizar este tipo de manipulación estadística: a la postre, los médicos son recompensados en función de los objetivos cumplidos, y uno de esos objetivos es mantener a raya la mortalidad infantil. Ahora bien, más allá de esta sospecha, ¿contamos con alguna evidencia de que se puede estar produciendo esta manipulación estadística? Sí: internacionalmente, la ratio entre muertes fetales y muertes neonatales suele oscilar entre 1,04 y 3,03 (también en Latinoamérica). En Cuba, esa ratio se eleva a 6 (es decir, extrañamente, la mortalidad fetal es seis veces superior a la neonatal). Si corregimos esta más que probable trampa estadística —suponiendo una ratio de muertes fetales/neonatales entre 1,04 y 3,03—, la mortalidad infantil de Cuba se ubicaría entre 7,45 y 11,16 por 1.000, alrededor del doble de la actual.
  • Abortos forzados. Otra forma de manipular la mortalidad infantil es forzar a las mujeres con embarazos de riesgo a abortar. Si los fetos con mayores problemas de viabilidad no llegan a nacer, entonces la mortalidad infantil se reduce. Nuevamente, los facultativos cubanos tienen incentivos —y autoridad— para practicar abortos no consentidos por las gestantes; no en vano, Cuba es uno de los países con mayor preponderancia del aborto: se practican 72,8 abortos por cada 100 nacimientos (en contraste, en EE.UU. 18,8, y en Suecia, 33,1). Si solo el 5% de esos abortos fueran forzados, la esperanza de vida de los hombres disminuiría entre 1,46 y 1,79 años (cuando combinamos este efecto con el anterior), de modo que ya pasaría a ser inferior a la de EE.UU.
  • Efectos no intencionados del racionamiento. El socialismo es la economía del desabastecimiento, esto es, de la escasez forzada por la pésima planificación del Politburó. En principio, esta pobreza impuesta debería acarrear efectos adversos sobre la salud (hay una constatada correlación positiva entre prosperidad y salud), pero en algunos casos puede tener, paradójicamente, un efecto positivo sobre la misma. En primer lugar, la (relativamente) baja esperanza de vida en EE.UU. se debe, en una parte nada despreciable, a las muertes por accidentes de tráfico, por abuso de drogas o por armas de fuego: la esperanza de vida de los hombres estadounidenses es 1,02 años más baja que la de sus pares occidentales por la influencia de estos tres factores. El racionamiento cubano de vehículos (solo hay 5,6 coches por cada 100 cubanos, frente a 26,7 en Latinoamérica o a 91 en EE.UU.) elimina prácticamente la mortandad por accidentes de tráfico (y, al contrario, promueve un estilo de vida más saludable, al obligarles a usar la bicicleta para trasladarse), al igual que la prohibición de las drogas o de las armas suprime la incidencia de estos factores sobre la esperanza de vida. En segundo lugar, la carestía de alimentos también conduce a una reducción de las calorías ingeridas, lo que disminuye la incidencia de la obesidad y el riesgo de enfermedades cardiovasculares. O expresado con otras palabras, la pobreza impuesta por el socialismo no solo minora las opciones de vivir una buena vida, sino también de vivir una mala vida, y ello contribuye a mejorar las estadísticas sanitarias.

En definitiva, la alta esperanza de vida y la baja mortalidad infantil de Cuba no se explican principalmente por la excelencia de su sistema sanitario socialista: no solo porque antes de la revolución Cuba ya contara con algunos de los mejores marcadores sanitarios de Latinoamérica, sino porque sus resultados actuales se deben, en gran medida, a la manipulación estadística, a la coacción terapéutica y a la limitación de las opciones vitales de los cubanos. Manipulación, coacción y pobreza: los tres elementos clave del socialismo aplicados sobre las estadísticas de salud.

Este artículo fue publicado originalmente en el blog Laissez Faire de El Confidencial (España) el 18 de junio de 2018.