México: Salario mínimo
Isaac Katz considera que hay dos supuestos erróneos detrás de la propuesta elevar el salario mínimo en México: "El primero es suponer que la demanda de trabajadores por parte de las empresas es muy inelástica lo cual no es cierto, particularmente para el segmento del personal menos capacitado" y "suponer que el aumento en los costos laborales...junto con el impacto que tendría sobre una parte importante de estructura salarial, no tendría ningún efecto en el precio de los bienes producidos".
Por Isaac Katz
Con el argumento de que una de las causas por las cuales la economía mexicana no crece a mayores tasas es la debilidad del mercado interno, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, propuso incrementar el salario mínimo diario de su nivel actual de 67,29 a 171,00 pesos mexicanos. La idea detrás de esta propuesta es que dicho incremento se traduciría en una mayor masa salarial y un mayor nivel de consumo, lo cual fortalecería el mercado interno e impulsaría el crecimiento económico. La propuesta que a simple vista parecería atractiva, es muy endeble.
México es el país de América en donde el salario mínimo es el más bajo, después de Haití y es el más bajo de todos los países que forman parte de la OCDE. De acuerdo al INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), 13,7% de la población ocupada gana hasta un salario mínimo.
Es un hecho de que el nivel salarial de un individuo está directamente relacionado con su acervo de capital humano es decir, a mayores niveles de escolaridad, mayor ingreso laboral. De acuerdo al INEGI, 2,2 millones de individuos que están en la Población Económicamente Activa (PEA), carecen de instrucción y otros 14,9 millones tienen hasta el grado de primaria. Estos dos grupos representan el 33,9% de la PEA y son quienes están la parte más baja de la escala salarial. No es posible aspirar a mayores salarios si no hay un aumento significativo del capital humano ya que eso es lo que deriva en una mayor productividad y mayores retribuciones. El que los salarios reales no hayan aumentado en los últimos años, particularmente el mínimo, es un reflejo de que la productividad ha estado estancada o inclusive caído, precisamente en los sectores de actividad económica en donde laboran estos individuos.
Por otra parte, la propuesta de Mancera parte de dos supuestos erróneos. El primero es suponer que la demanda de trabajadores por parte de las empresas es muy inelástica lo cual no es cierto, particularmente para el segmento del personal menos capacitado, ese 33,9% de la PEA. Un incremento como el que propone disminuiría significativamente la cantidad demandada de estos trabajadores, los cuales tendrían que migrar a la informalidad o de plano quedarse desempleados. Además, un incremento como el propuesto repercutiría negativamente sobre ciertos segmentos del mercado laboral como por ejemplo aquellos que trabajan jornadas parciales como pueden ser estudiantes o madres.
El segundo error es suponer que el aumento en los costos laborales (el efecto directo del incremento en el salario mínimo más el aumento en las erogaciones empresariales por concepto de seguridad social que incluyen IMSS — Instituto Mexicano de Seguridad Social, Infonavit — Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajdores y SAR — Sistema de Ahorro para el Retiro), junto con el impacto que tendría sobre una parte importante de estructura salarial, no tendría ningún efecto en el precio de los bienes producidos. Mancera debería saber, o alguien decirle, que el gobierno puede controlar el valor nominal de algunas variables, en este caso el salario, pero nunca puede controlar el valor real de las mismas. Un incremento de 175% en el salario obviamente se traduciría en un aumento en los precios de los bienes, erosionando rápidamente el aumento nominal. El valor del salario real, nunca el nominal, es el que equilibra el mercado laboral.
Es imperativo que los salarios reales aumenten, pero eso no se logra por decreto. Para ello se requiere que la economía crezca por lo que es indispensable eliminar todas las trabas que ahora lo inhiben. Sin una mayor y creciente productividad no será posible lograrlo, no importan los buenos y populistas deseos de Mancera.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 13 de mayo de 2014.