México: ¿Ricos o pobres?
Un correo electrónico circulando en el ciberespacio mexicano nos obliga hacia una reflexión con poco espíritu navideño, pero con brutal contenido en la realidad. Este correo habla de un intercambio entre un paisano que vive al sur de la frontera, y otro, su amigo, que vive al norte de la frontera.
El primero le pregunta al segundo: ¿por qué los mexicanos somos pobres? Pero el segundo de la siguiente forma: ¿Cómo podemos llamarnos pobres, cuando somos capaces de pagar por un metro cúbico de agua más del doble de lo que pagan los mexicanos que radican en la sociedad estadounidense? ¿O cuando nos damos el lujo de pagar tarifas de electricidad, así como de teléfono, casi 60% más caras de lo que cuestan a los paisanos al norte de la frontera?
Vaya, los primeros, los mexicanos, pagan comisiones por servicios bancarios y por tarjetas de crédito equivalentes a tres veces las comisiones que pagan los segundos. Por lo general, un carro nos cuesta más caro, tanto por los impuestos, como por las condiciones de crédito, tanto por la estructura de mercado. En materia impositiva, a pesar de las tantas exenciones en impuestos al consumo, allá tienden a ser un consolidado de 6% sobre todos los artículos de consumo, no 15%, como aquí. Y los impuestos de lujo se cobran al sur de la frontera, no al norte, lo que tiende a elevar el costo de diversas adquisiciones en forma importante, desde autos hasta terrenos hasta bienes de las empresas, por no decir todo tipo de gravámenes paralelos, como tenencias, prediales, placas, nómina, seguro social, boletos de avión, ocupación hotelera, y varios otros.
No es que allá sea un paraíso impositivo, ni mucho menos. Pero en general, el total de la carga fiscal tiende a ser mayor, en el consolidado, acá que allá. El mensaje electrónico refleja la frustración de vivir en una sociedad tan complicada: “… un país que es capaz de cobrar el impuesto sobre la renta por adelantado, como en México, necesariamente tiene que nadar en la abundancia porque considera que los negocios de la nación, y de todos sus habitantes, siempre tendrán ganancias a pesar de saqueos y asaltos, mordidas, huracanes, temblores e inundaciones…”
La ironía no es para menos. Ante las restricciones de crédito, y ante un mercado de capital tan subdesarrollado, los mexicanos recurren a préstamos extra-bancarios, con tasas de hasta el 40% anual, por no decir otros préstamos informales, donde se puede llegar a cobrar hasta un 10% mensual.
El correo electrónico citado concluye, en un tono de desesperación, y de cinismo entendible: “saquemos la cuenta, ¿quién es el rico, y quién el pobre?” Los mexicanos que se la han jugado, al norte de la frontera, han detectado el concepto de costo de oportunidad y el enorme desperdicio, tanto de recursos como de dejar recursos sobre la mesa, que se da en nuestra sociedad.
Esa es, en este comentario cínico, la diferencia entre pobreza y riqueza: aprovechar el recurso escaso, no tirarlo a la basura…
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