México: Portal para la dolarización en América Latina
Por Judy Shelton
Si la imitación es el mejor elogio, Estados Unidos debería sentirse muy halagado de que México y Argentina estén hablando de dolarización.
Argentina adoptó el dólar como base de su propia estabilidad monetaria desde 1991, con un sistema de caja de conversión que garantiza una tasa de cambio de uno por uno, entre el peso y el dólar.
Eliminar el peso argentino del todo y cambiarse al dólar, como ahora propone el gobierno, parece ser el paso más lógico. El interés de México en algún tipo de unión monetaria con Estados Unidos es más delicado políticamente. Pero no se puede ignorar el creciente interés en una moneda confiable por parte de los mexicanos que han sufrido las terribles consecuencias de frecuentes devaluaciones. Una encuesta realizada el año pasado en Ciudad de México entre 1.400 personas reveló una preferencia de 6 contra 1 a favor de reemplazar el peso mexicano por el dólar.
Con la aparición del euro, como divisa común en 11 naciones europeas, sería temerario por parte de Estados Unidos ignorar las implicaciones de una moneda única en promover los intereses de las Américas. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte ya ha vinculado a Estados Unidos, México y Canadá en un mercado común para bienes y servicios. Para el año 2005, el Area de Libre Comercio de las Américas se extenderá desde Alaska al Cabo de Hornos, incluyendo a 34 países y 750 millones de habitantes. Su PIB conjunto será de unos 9 billones de dólares, comparado con 8 billones de dólares para Europa, incluyendo a todos los 15 países miembros de la Comunidad Europea. Así que hay convincentes razones económicas y financieras para establecer algún tipo de unión monetaria en las Américas.
Sin embargo, Estados Unidos ha hecho muy poco para apoyar cualquier movimiento en esta dirección. ¿Por qué? Washington no está seguro de si será una carga o una ventaja proporcionar la divisa para un acuerdo monetario regional.
Desde los dolorosos últimos años del sistema monetario internacional de Bretton Woods, cuando Estados Unidos confrontó crecientes dificultades en mantener la paridad dólar/oro por los crecientes aumentos de gastos gubernamentales, las opiniones han sido diversas. Las tasas de cambio fijas y cualquier semejanza a un orden monetario internacional fueron abandonados a principios de los años 70. Estados Unidos se había cansado de ser el líder económico mundial y, en los días finales de la guerra de Vietnam, confrontaba crecientes quejas contra su hegemonía geopolítica.
Comenzar a discutir una unión monetaria es revivir la controversia sobre si el dinero debe servir como una medida contable a través de las fronteras o si debe funcionar como un amortiguador para proteger a los países más débiles de un contacto directo con la competencia global. Como dijo un portavoz de la Secretaría de Hacienda mexicana en enero, la libre flotación del peso actúa como un "cojín" para la economía interna y da un máximo de flexibilidad para que los funcionarios del gobierno ejerzan un control discrecional sobre el futuro financiero de México.
No es entonces ninguna sorpresa que el gobernador del Banco de México,Guillermo Ortiz, esté buscando desanimar las discusiones sobre la dolarización al reiterar su compromiso con el actual sistema de libre flotación, a pesar de que la caída del peso en el transcurso de 1998 empujó la tasa de inflación a 18,6%, muy por encima de la meta oficial de 12%. Pero la creciente divergencia entre los funcionarios y la población es precisamente la razón por la cual el tema debe llevarse al debate público y deberá ser abordado en México por los principales candidatos en las elecciones presidenciales del año 2000. Tanto el Consejo Coordinador Empresarial como la Asociación Mexicana de Banqueros han apoyado una unión monetaria con Estados Unidos, que compra 85% de las exportaciones del país.
Lamentablemente, Estados Unidos está mostrando tanto falta de voluntad como de interés. El Congreso de Estados Unidos debe resolver sus contradicciones internas respecto al destino del dólar o arriesgarse a perder una oportunidad única para fortalecer el marco del libre comercio con sus vecinos, basado en un estándar monetario común.
¿Que pasaría si al rechazar una unión monetaria vemos luego que proceden a adoptar el euro? Se necesita por lo tanto liderazgo político, en todos los frentes. Los candidatos a la elección presidencial del 2000 en Estados Unidos también deben mostrar su visión económica en lo que podría ser el mayor logro en el hemisferio del siglo XXI. Imaginemos un enorme mercado de capitales que permitiría reunir recursos financieros para invertirlos en oportunidades productivas por todo el continente, sin riesgos cambiarios. Piense en lo que significaría para los que han sido víctimas de turbulencias monetarias, pensemos en tasas de interés más bajas y en mejores niveles de vida para todos.
México es la clave. México es el portal a América Latina y puede por lo tanto jugar un papel decisivo en el establecimiento de una base monetaria en apoyo de mayor comercio y mayor prosperidad para todas las naciones participantes. Estados Unidos ya debería estar enviando tanto un mensaje urgente como una amable invitación a México.