México: Juegos de aspirantes
Sergio Sarmiento dice que el sistema electoral de México ha generado "una estructura perversa en la quienes mejor pueden maniobrar en el sistema consiguen mayores ventajas".
Por Sergio Sarmiento
Santiago Creel ha decidido pedir licencia a su escaño como senador para iniciar una aventura como aspirante a la candidatura del PAN a la Presidencia de la República. Hay muchos otros aspirantes a cargos de elección popular en los distintos partidos, pero hasta el momento ninguno ha tomado una decisión similar.
Josefina Vázquez Mota, coordinadora de los diputados del PAN y principal rival de Creel en las encuestas de opinión, señala que tiene todavía trabajo legislativo muy importante que impulsar antes de concentrarse en una posible candidatura. Carlos Navarrete, senador por el PRD y posible aspirante a la candidatura a la jefatura de gobierno de la ciudad de México, apunta que la ley establece tiempos y reglas para aspirar a una candidatura y que esas reglas no obligan a nadie a renunciar en este momento. Varios funcionarios del gobierno federal han expresado su aspiración a la candidatura presidencial del PAN, pero continúan realizando su trabajo normal y aprovechando la atención que los medios de comunicación les otorgan en razón de sus cargos.
Las acusaciones de que unos u otros están haciendo actos anticipados de campaña, o aprovechando los recursos del erario para promoverse en lo personal, se lanzan constantemente. Muchos son los que piden que los aspirantes abandonen sus cargos ya, para no seguirse distrayendo en el desempeño de sus responsabilidades. Pero esto se lo exigen a los miembros de los partidos rivales, pero no a los de sus propias organizaciones.
Quizá lo que más inquieta es que los mismos políticos que han promovido las nuevas reglas son los que terminan por violarlas. México tiene uno de los sistemas electorales más restrictivos, con más limitaciones y multas en el mundo, pero al final cada político sigue haciendo lo que se le antoja.
En los últimos años los políticos han construido en México un sistema de enorme complejidad, supuestamente para asegurar la equidad en los procesos electorales. No hay ninguna indicación de que esa equidad se haya obtenido. Lo que sí se ha generado es una estructura perversa en la que quienes mejor pueden maniobrar en el sistema consiguen mayores ventajas.
Una de las consecuencias de esta situación es la creciente falta de credibilidad del sistema. Los mismos políticos afirman constantemente que los comicios se definen por fraudes o por otras prácticas ilegales. Las encuestas señalan que la población en general está perdiendo la poca confianza en las instituciones electorales que se había construido en el pasado.
El fracaso del sistema debería obligarnos a volver la vista a otros sistemas electorales. En EE.UU. hay procesos abiertos con financiación privada y libertad de expresión que tienen absoluta credibilidad. En Europa las reglas son más cerradas, y el dinero es público aunque modesto, pero los procesos también gozan de credibilidad.
En México hemos tratado de construir un sistema mixto que ha resultado un fracaso. Deberíamos reconocer los errores cometidos y empezar la edificación de una nueva legislación electoral: más práctica, menos censora y más creíble.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 21 de julio de 2011.