México: Cuidado con el riesgo moral

Por Roberto Salinas-León

Parece que las aguas financieras en los mercados internacionales se han calmado; y parece, también, que los mercados de deuda empiezan a distinguir diferentes riesgos en la asignación de créditos. Finalmente, a pesar de la profecía de expectativas realizadas, no se han presentado signos de un riesgo sistémico en el sistema de pagos.

Las intervenciones, dirían los campeones de la banca central ilustrada, cumplieron con su tarea. Primero, con la inyección de liquidez en el mercado de deuda inmobiliario, y segundo, con el recorte de tasas de interés bancarias. Otros incluso esperan un recorte en la tasa de referencia, un poco más adelante, pero antes del fin de año.

Sin embargo, todo tiene un precio; y el precio de las intervenciones financieras que se dieron para (se supone) evitar que la nueva crisis de liquidez en los mercados de deuda se convirtiera en una crisis de solvencia, implica el nuevo riesgo moral de anticipar que la autoridad central intervendrá para evitar un problema.

Estas pueden ser excelentes noticias para manejadores de deuda inmobiliaria, o las deudas de los “hedge funds” que apalancan sus activos, en la medida que les da una señal que pueden seguir con sus prácticas riesgosas, ante la expectativa que habrá un salvavidas financiero al final del día—a costas del erario, o a costas del consumidor (por vía de tasas de inflación potencialmente más elevadas).

Algo similar pasó en la década de los 90s con los rescates financieros armados por el Fondo Monetario Internacional—iniciando con nuestra crisis en 1995, pero atravesando el mapamundi financiero, desde Brasil hasta Tailandia hasta Turquía. Si algo sale mal, se podía contar con un rescatista de última instancia. Y ello, decían los críticos, generaba un riesgo moral en el ejercicio de políticas públicas sanas.

El futuro nos dará la respuesta definitiva, pero en el inter, es posible que la “Fed,” más que llevar a cabo una intervención ilustrada, haya en vez sentado un mal antecedente.

Hace algunos años, después de digerir los efectos de contagio financiero y de gran turbulencia en los mercados, ocasionados por los llamados efectos “dragón” y “vodka,” el gran economista Martin Feldstein, Presidente de National Bureau of Economic Research de EE.UU. hablaba de la medidas preventivas que se podían tomar para enfrentar con éxito las nuevas crisis—bajo la premisa que éstas eventualmente se darían, dado el tamaño y gran rapidez en los movimientos de capital. Entre ellas, una que parece obvia ahora, pero no lo era en ese entonces, es que se debe buscar la estabilidad de precios como una medida no tan solo para proteger el poder adquisitivo, sino también para evitar las crisis financieras. Sin estabilidad de precios no puede haber estabilidad financiera.

Feldstein también dice que el mercado debe fijar los precios de los activos como la paridad o las deudas en el mercado financiero (aunque este es el problema ahora, al no poder distinguir entre el buen y el mal crédito). Los experimentos de intervención pueden ser riesgosos, aun cuando es necesario un seguimiento detallado de los principales activos, y la variación de sus precios. La razón del riesgo es, precisamente, el riesgo moral: no se puede estar rescatando al sistema de sus (inevitables) crisis de liquidez, ya que con ello se institucionaliza un comportamiento inestable en la asignación de crédito. Si no hay riesgo, no hay incentivo para practicar la prudencia.

Cuidado, entonces, con el riesgo moral.

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