Mercosur: Camino a ninguna parte
Aparicio Caicedo afirma que "Más que zona de libre comercio interno, el Mercosur es una zona de libre proteccionismo doméstico. Argentina ha aplicado cuanta medida proteccionista ha podido contra los demás miembros, en forma de aranceles o restricciones técnicas al comercio. Y el Brasil tampoco ha puesto mucho de su parte, imponiendo un número importante de trabas".
Por Aparicio Caicedo
Para hacer este artículo comencé por una pregunta: ¿cuál es el norte de la política comercial ecuatoriana? Y encontré una respuesta sola: no hay norte, ni sur, ni oeste, ni nada. Se les rompió la brújula, parece. Porque estamos entrando a un agujero negro, el Mercosur. Digo agujero negro porque el Mercado Común del Sur es un híbrido que nunca llegó a ser, y que además ahora se desmaterializa a pasos agigantados. Su socio principal, Brasil, acaba de darle los santos óleos al proyecto con el anuncio de que negociará por su cuenta un acuerdo comercial con la Unión Europea.
Que el proyecto es un fracaso lo reconocen sus propios miembros. Me remito a las palabras de Danilo Astori, vicepresidente y cabeza económica de Uruguay: “Al mercado común nunca llegamos, la unión aduanera está totalmente destrozada y la zona de libre comercio tampoco funciona porque no hay libre tránsito de bienes y de servicios. El Mercosur está en un estado de inacción prácticamente total”. Astori ha señalado en varias ocasiones su interés por la Alianza del Pacífico, club que sería más compatible con la liberal política económica uruguaya.
Más que zona de libre comercio interno, el Mercosur es una zona de libre proteccionismo doméstico. Argentina ha aplicado cuanta medida proteccionista ha podido contra los demás miembros, en forma de aranceles o restricciones técnicas al comercio. Y el Brasil tampoco ha puesto mucho de su parte, imponiendo un número importante de trabas. Montevideo ha seguido una deriva distinta, aguantando los pesares de ser un enano en medio de dos gigantes sin credibilidad. Al final le hicieron un favor a Paraguay suspendiéndolo.
Bien señaló el Financial Times: “durante la última década, el comercio entre los miembros del Mercosur ha crecido más lentamente que entre los países de América Latina que no pertenecen a él, e incluso menos que entre los miembros del Mercosur y otros países latinoamericanos”. La misma publicación lo puso blanco sobre negro en días recientes: “para muchos, el grupo se ha convertido en poco menos que un foro de discusión antigringo”.
Y hace pocos días vino el golpe de gracia. Brasil decidió iniciar diálogos por su cuenta con Bruselas. Cuidan las formas, claro. Itamaraty no habla de abandonar, sino de “negociar en diferentes velocidades”. Pero eso en el lenguaje cifrado de la diplomacia quiere decir: hasta la próxima, muchachos. Lo cierto es que el gobierno brasileño la está viendo negra en el campo económico. Necesita urgentemente diversificar sus mercados para sus exportadores.
No entraré aquí a hablar sobre las bondades del Plan B, Alianza del Pacífico. Está claro que a nuestro gobierno le apesta esa posibilidad. En la reciente Cumbre Antiimperialista y Anticolonial (no se rían), a la que acudió nuestro presidente, se dijo clarito: “la Alianza del Pacífico… es una estrategia política y militar” del malvado Tío Sam. Pero al menos puedo sugerir un Plan C: quedarnos como estamos. Porque antes de desgastarnos dando vueltas en círculos (como sucedería con el ingreso al Mercosur), mejor es quedarse quieto, retener autonomía arancelaria y esperar algún tren que por lo menos vaya a alguna parte.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 21 de agosto de 2013.