Medidas contracíclicas, el keynesianismo vigente
Victor Pavón considera que las políticas anticíclicas se basan en la creencia de que la forma de salir de una recesión está en un gasto público que dinamice la economía, ignorando que al fin y al cabo esta estrategia termina elevando el endeudamiento y las tasas de interés.
Por Víctor Pavón
La desaceleración de las economías a nivel global es un hecho que podría desembocar en recesión a escala global. Lo que hoy ocurre en el país, sin embargo, no ha sido suficiente para cambiar el eje de las ideas. Seguimos en un círculo vicioso comprendido entre fórmulas que parten de las llamadas políticas anticíclicas, políticas que tienen como objetivo superar o minimizar los efectos del presente ciclo económico.
La medidas anticíclicas o contracíclicas como también se la denomina, se han convertido en la receta preferida de analistas y funcionarios del gobierno en estos últimos meses. Pero está visto que las medidas anticíclicas no han funcionado durante la desaceleración pues menos todavía surtirán efecto en plena recesión.
Ni las obras públicas, ni la reducción de la tasa de política monetaria por parte del banco central como tampoco la refinanciación de los créditos para el sector agrícola podrán revertir la situación actual. Tampoco elevará el producto entendido como un crecimiento económico sostenible a largo plazo. Por fortuna parece ser que el banco central no está siendo proclive a la imprudencia y al desatino de monetizar la deuda del Estado a través de una “regulada” emisión de dinero.
Esto último en caso de ocurrir sería una estocada de muerte para nuestra economía. La tentación es fuerte y más en la actual coyuntura. Emitir más dinero sin contraprestación de bienes elevará la inflación y en corto plazo podría ocasionar una reactivación (artificial) pero que luego terminará en el peor de los escenarios.
Las políticas anticíclicas propias del pensamiento keynesiano se fundamentan en la idea de que la medida correcta para salir de la recesión está en el gasto público como efecto dinamizador de la economía. No obstante fue y sigue siendo un grave error porque al final y al cabo termina por elevar el endeudamiento y las tasas de interés debido a la mayor demanda de dinero por el gobierno para financiar sus gastos.
Esto se nota en la estructura en el Presupuesto de Gastos 2020. Si bien puede catalogarse de “austero” dicho documento porque en algo se contuvo su crecimiento en cuanto a gastos corrientes, en realidad sigue con el mismo modelo de crecimiento vegetativo por el cual si el año anterior fue de 100, el siguiente es de 105 o 110, sin contrapartida real en la transparencia y calidad del gasto.
Por lo demás, las llamadas políticas anticíclicas son la mejor expresión de un placebo que termina por convertirse en un remedio peor que la enfermedad. Las consecuencias de sus diferentes medidas finalmente recaen en costos que se trasladan sobre el sector privado, el individuo, las familias y las empresas. Esto afecta de manera inexorable la disponibilidad de sus ingresos, salarios y ganancias.
Ocurre que las medidas contracíclicas sobrevaloran el rol del Estado por medio del gobierno en la economía, cuando precisamente el problema está ahí. El sector estatal se ha vuelto una barrera que frena y desprecia el ahorro y la inversión privada como causas eficientes y únicas del desarrollo de un país, cualquiera sea y en la época que sea. Las políticas anticíclicas son el gatopardismo en la economía, es cambiar para que todo siga igual.