Me quedé con las ganas: una nota al pie
Alberto Benegas Lynch (h) comenta aquella vez en que estuvo cerca de sostener un debate con el escritor uruguayo Eduardo Galeano, el célebre autor de Las venas abiertas de América Latina.
Son curiosas las cosas que a uno le ocurren. Desde que adquirí Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano tuve una sensación bifronte: por un lado constatar la reiteración de las iniquidades del estatismo que a su paso empobrece y embrutece y, por otro, albergar una admiración por una prosa colosal y una verba extraordinariamente bien articulada, incluso con un tono de voz que atrapa. Aún percatándome de los errores garrafales de este autor prolífico y del daño que ha hecho, no pueden dejar de reconocerse los méritos señalados.
Muchas veces he pensado lo extraordinario que sería si Galeano fuera liberal al efecto de persuadir a muchos de las ventajas del respeto recíproco y de los crímenes del Leviatán desbocado que aniquila el progreso muy especialmente a los más vulnerables. Fuera del Manifiesto Comunista no creo que haya habido otro libro con una difusión y un éxito editorial mayor en el contexto de recetas sociales.
Pues mi sueño se cumplió parcialmente porque en la Bienal Dos del libro y la lectura en Brasilia en abril de 2014 afirmó refiriéndose al libro de marras publicado en 1971 que “no sería capaz de leer el libro de nuevo, porque cuando lo escribí no tenía los suficientes conocimientos sobre economía y política” y reiteró frente a una audiencia sorprendida que “no volvería a leer Las venas abiertas de América Latina porque si lo hiciera me caería desmayado”. Entre otros escritores, Carlos Alberto Montaner se refiere a esa mudanza intelectual en “Galeano: el hombre que acertó cuando se rectificó”.
Debe en este sentido reconocerse la admirable honestidad intelectual de este notable escritor uruguayo, pero mi sueño no se cumplió porque faltó su dedicación y empeño en la causa de la libertad. La vida no le dio tiempo porque murió a los 74 años el 13 de abril de 2015 de cáncer al pulmón, una enfermedad que venía padeciendo desde 2007.
En lo personal no solo me quedé con las ganas de lo dicho sino que en noviembre de 2014 unos jóvenes uruguayos me propusieron un debate con Galeano a lo que el escritor les respondió amablemente por escrito que por razones de salud no podía aceptar ese tipo de compromisos, documento de un par de líneas que conservo (comienza dirigiéndose a los invitantes con “estimados amigos”). Esos jóvenes –aun a sabiendas de las dolencias que venía arrastrando Galeano– conjeturaron que se trataba de un pretexto para no debatir sobre temas que aún no había explorado. Me torturo con la idea de lo gratificante que hubiera sido un intercambio sobre el liberalismo si la vida le hubiera permitido un desquite, situación en la que estimo hubiera sido un espadachín de lujo al adentrarse de la tradición de pensamiento que tanto combatió. Contribuyó a difundir aquel bautismo absurdo de neoliberalismo, una etiqueta con la que ningún intelectual de fuste se identifica. Mario Vargas Llosa ha escrito que “en mi vida que va siendo larga me he encontrado con muchos liberales y con muchos más que no lo son pero nunca me he topado con un neoliberal”.
El título del último capítulo del libro mencionado de Galeano resume su tesis: “La estructura contemporánea del despojo” y abre el libro afirmando que “la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder” y en esa introducción escribe que “cuanta más libertad se otorga a los negocios más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios”.
Para descifrar el libro no hace falta más que recorrer buena parte de las políticas latinoamericanas: impuestos insoportables, deudas gubernamentales astronómicas, déficit sideral, regulaciones asfixiantes, mercados laborales que bloquean el trabajo, comercio exterior objeto de trabas de toda índole, inflaciones galopantes, centralismos autoritarios, división de poderes amenazadas, libertad de prensa cuestionada, todo en nombre de la guillotina horizontal, es decir, la manía del igualitarismo dando la espalda a la igualdad ante la ley.
Galeano comenzó su carrera periodística a inicios de 1960 como jefe de redacción de Marcha, el semanario uruguayo en el que Juan Domingo Perón consignó el 27 de febrero de 1970 que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente”. Durante sus estudios en París, Galeano supo que el ex presidente estaba exiliado en Madrid a quien visitó en reiteradas ocasiones y con quien congeniaron en temas cruciales.
Otro de los tantos libros de Galeano es Patas para arriba, la escuela del mundo al revés que inicia con la reproducción de una frase que ilustra muy bien la hipocresía: “Donde no se obedece la ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas”. ¿A quién pertenece esta cita? A Al Capone en una entrevista publicada en Liberty el 17 de octubre de 1931.
Antes he escrito sobre este libro pero es pertinente repetir algunos aspectos. Flota en ese trabajo y en otros la presencia de la suma cero de la teoría de los juegos, es decir, lo que gana uno lo pierde el otro retrotrayéndonos a la época mercantilista. Nada original por cierto pero bien escrito. No distingue para nada el empresario que para mejorar su situación patrimonial debe servir a sus semejantes: si acierta gana y si yerra incurre en quebrantos. No distingue esta situación con el pseudoempresario que se enriquece debido al privilegio que le otorga su alianza con el poder político de turno, con lo que explota miserablemente a sus congéneres.
La emprende contra un capitalismo prácticamente inexistente, incluso en el otrora baluarte del mundo libre, Estados Unidos, donde de un largo tiempo a esta parte los gobiernos han traicionado los sabios consejos de los Padres Fundadores para, en su lugar, abrazar la latinoamericanización en el peor sentido de la expresión, lo cual incluye “salvatajes” para negociantes irresponsables, ineptos e indecentes, claro está con los recursos de los que trabajan honestamente y no tienen poder de lobby. Embiste contra el mercado como si no se percatara que se trata de millones de arreglos contractuales entre los que está el mismo Galeano, no solo para su vivienda, su vestido, su alimentación y su recreación sino de modo muy especial para vender sus libros.
Sus recetas son anacrónicas, son las que aplicaron y aplican todos los países atrasados del planeta pero están vestidas con un ropaje nuevo y adornados con una prosa elegante, por más que ataque por las razones equivocadas a las nefastas instituciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial que sin duda habría que disolver por el daño mayúsculo que infringen con recursos coactivamente detraídos del fruto del trabajo ajeno para financiar gobiernos fallidos a manos de burócratas que reciben pagas suculentas y que viajan en primera con pasaportes que les permiten acarrear compras que no revisan las aduanas que ellos mismos contribuyen a fortalecer controles.
Lo que en verdad está al revés es en gran medida debido a la absorción de lo dicho por autores como Galeano y que, en consecuencia, el mundo al revés estaba, entre otras, en la cabeza de este escritor. Pero henos aquí que Galeano no lo ve así; según él, el problema radicaría en los privados que usan y disponen de lo adquirido lícitamente como consecuencia de lo intercambiado con otros. Es por eso que alaba enfáticamente el experimento oprobioso de la isla-cárcel cubana que constituía su modelo.
Luego, como queda dicho, se retracta y consigna que se cayó del mundo y no sabe por qué puerta entrar. Cualquiera debe ser la puerta siempre que no se abandonen valores y principios de la sociedad libre pues así se pierde la brújula, los mojones o puntos de referencia del respeto recíproco que implica las libertades individuales, la palabra empeñada en los contratos y la propiedad privada, en primer lugar del pensamiento y la integridad física de cada cual y, luego, del producto de su trabajo.
Se trata de un plano axiológico que depende en gran medida de la educación formal e informal recibida y de elucubraciones personales pero hay que respetar otras preferencias. Lo mismo va para la chabacanería de lo que en algunos casos se transmite por televisión y así sucesivamente, pero las actitudes y preferencias que no lesionan derechos bajo ningún concepto es aceptable recurrir a la prepotencia de comisarios sino que se requiere consideración para que cada uno siga su camino. La receta es en todo caso el intento de persuasión.
En resumen, hubiera sido una experiencia formidable si Galeano hubiera retomado el mundo después de su caída más o menos vertiginosa y entre raudamente por la puerta de la libertad y denuncie con el vigor que lo caracteriza todo lo que signifique el uso de la violencia para con personas que no se entrometen en los derechos de otros y, simultáneamente, hubiera insistido en la docencia para mostrar los desperdicios humanos al destinar esfuerzos en pro de la zoncera sistemática que se aparta de los fines de excelencia que hace posible la condición humana, posibilidad que la diferencia de las otras especies conocidas.
El conocimiento es provisorio sujeto a refutaciones, para lo cual se requieren debates abiertos sin ningún tipo de censuras. Un sistema liberal en el que marcos institucionales se circunscriban a proteger los derechos de todos, dejando por completo de lado a los megalómanos que pretenden manejar vidas y haciendas ajenas, sin comprender que el conocimiento es disperso y fraccionado y que, por ende, los así llamados planificadores concentran ignorancia con la petulante y morbosa inclinación de imponer lo que debe hacer cada uno. Muy bienvenido hubiera sido Galeano a las filas liberales, lo cual significa el respeto irrestricto para los proyectos de vida de otros. Filas donde no hay popes sino intercambios de ideas con plena conciencia que es una tradición de pensamiento que está y estará en permanente ebullición porque en la vida terrenal no hay un punto final que no sea susceptible de mejorar. Hubiera sido aplaudido por los partidarios de la sociedad abierta (para utilizar lenguaje popperiano) por su pluma colosal y por su honestidad intelectual al exponer sus dudas existenciales por donde entrarle al mundo.
Por último, señalo que el clima de tensión y de violencia que muchas veces acompaña esa especie de angustia permanente a que se refería Galeano, es consecuencia de imposiciones atrabiliarias de un Leviatán adiposo y creciente, tal como lo expone en detalle y muy documentadamente Butler S. Schaffer en su largo ensayo titulado “La violencia como producto del orden artificial” que, en definitiva, genera tensiones que aumentan sin cesar y demuelen el orden en el sentido que tradicionalmente lo ha entendido la civilización, claro está, basado en lo sacro de las autonomías individuales.
Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 23 de julio de 2022.