Los zapatos de cartón de Ronald Coase

Alfredo Bullard considera que Coase "uno de los economistas más relevantes e influyentes de la historia" y su genialidad estuvo en ver algo que era evidente: "contratar cuesta. Y puede costar mucho. Si ese costo es elevado, la gente contrata menos y, si contrata menos, habrá menos bienestar".

Por Alfredo Bullard

Hasta hace cinco días era quizá el economista vivo más importante. Y es aún (junto con figuras como Adam Smith, Friedrich von Hayek y Milton Friedman) uno de los economistas más relevantes e influyentes de la historia. Pero Ronald Coase, Premio Nobel de Economía, falleció el lunes pasado poco antes de cumplir 103 años.

Su genialidad estuvo en ver lo que era tan evidente que nadie más vio. La economía es interacción, personas que intercambian bienes y servicios. A más intercambio mayor desarrollo. Para intercambiar la herramienta básica es el contrato. Contratamos todo el tiempo y para todo. Cada contrato aporta a nuestro bienestar y, curiosamente, al de la otra parte.

Pero Coase descubrió que contratar cuesta. Y puede costar mucho. Si ese costo es elevado, la gente contrata menos y, si contrata menos, habrá menos bienestar.

Cuando contratamos necesitamos certeza. Nadie compra una casa si no sabe si luego de pagar el precio será un verdadero propietario. Sin propiedad clara contratar es más difícil. Si prestas dinero a alguien, y no sabes si el juez le ordenará pagar la deuda cuando incumpla, entonces preferirás no prestar el dinero. Si quieres poner un negocio y las regulaciones son tan complejas que no sabes las consecuencias, entonces no pondrás el negocio.

Todas esas dificultades se llaman costos de transacción, es decir, los costos de contratar. Si estos son muy altos entonces no hay contratos. Y si no hay contratos, no hay transacciones. Si no hay transacciones el bienestar de las personas se reduce..

Como el lector suspicaz habrá ya descubierto, los costos de transacción dependen mucho del Derecho. Sin reglas de propiedad, sin una justicia predecible, sin contratos que se cumplan, o con regulaciones abundantes y absurdas, la economía se comporta como una maquina sin aceite: se mueve lenta, se atraca, se oxida y se le funde el motor.

Los países desarrollados son aquellos que llegaron a reducir los costos de transacción a través de buenas leyes bien aplicadas. Y los subdesarrollados los que colocan a sus ciudadanos en un mundo de continua fricción legal, que los hace lentos y paquidérmicos. Una receta simple pero difícil de aplicar. Sin embargo, bien aplicada, no falla.

El crecimiento peruano de los últimos años se explica por algunas reformas que, en terminos cousianos, redujeron los costos de transacción (privatizaciones que crearon derechos de propiedad, desregulación, reducción de aranceles y barreras al comercio, mejora del arbitraje para hacer cumplir los contratos, etc).

En el año 97, cuando Coase tenía 86 años, tuve la suerte de entrevistarlo. Su impresionante lucidez y su particular humor británico, convertían su inteligencia en encantadora. Es una de las personas que más me ha impresionado.

Le pedí que comentara un caso peruano, que ocurrió en INDECOPI (Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual). Una persona había comprado un par de zapatos para ir a una fiesta a 2 dólares el par. Y en Lima, donde nunca llueve, ese día llovió. Los zapatos se le comenzaron a poner blanditos hasta que, literalmente, se desintegraron en sus pies y llegó descalzo a la fiesta. Le pregunté si el INDECOPI debía o no prohibir esos zapatos. Esta fue su respuesta:

“En un caso como este no vería ninguna necesidad de regulación estatal. En el agregado, las personas son muy buenos jueces de lo que es apropiado para ellas mismas. Naturalmente, si tú eres pobre, no querrás gastar la mayor parte de tu dinero en un producto de alta calidad, porque ello significará que no podrás gastar dinero en otras cosas. El significado de ser pobre es que tendrás que comprar zapatos de cartón”.

Y es que la pobreza no se arregla con regulaciones, sino aumentando la riqueza. No se hace más ricos a los pobres reduciendo sus opciones. Los costos de transacción golpean a todos, pero golpean más a quienes menos tienen. Como dijo el propio Coase: “Uno de los roles del Estado es no impedir que las cosas pasen”. Y cuando el Estado regula sin sentido impide que los pobres salgan de la pobreza.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 7 de septiembre de 2013.