Los verdaderos ambientalistas deberían priorizar la prosperidad económica
Alexander C. R. Hammond explica que por encima de cierto umbral de ingresos per cápita, las personas se preocupan y cuidan más el medio ambiente, por ende, los verdaderos ambientalistas deberían espromover políticas pro-crecimiento.
La pandemia del COVID-19 y las cuarentenas que le han acompañado redujeron las emisiones globales de CO2 en un 7 por ciento el año pasado. Algunos ambientalistas, como la profesora de la University College of London, Mariana Mazzucato, entonces se han preguntado acerca de la posibilidad de un futuro con “cuarentenas climáticas…para abordar la emergencia climática”. Pero aún si ignoramos las consecuencias negativas de las cuarentenas para los resultados de salud más integrales y para la psicología humana, Mazzucato parece no percatarse de la muy conocida correlación entre la prosperidad económica y la calidad ambiental.
Las cuarentenas han contribuido a que alrededor de 100 millones de personas, gran parte de ellas viviendo en el mundo en vías de desarrollo, caigan nuevamente en la pobreza extrema. Mientras que han reducido las emisiones de CO2 en el corto plazo, al aumentar la pobreza absoluta, las cuarentenas puede que hayan causado una destrucción ambiental masiva a largo plazo. Dicho de manera sencilla, la gente puede costear preocuparse acerca del medio ambiente solamente cuando tienen suficientes ingresos para cubrir sus necedades básicas. Si su supervivencia depende de matar un animal en extinción o cortar un árbol excepcional, entonces lo harán.
La hipótesis de la Curva Ambiental de Kuznets (EKC) establece que el perjuicio ambiental incrementa en conjunto con el crecimiento económico, pero solo hasta que se llega a cierto nivel de ingresos. Una vez que las personas son los suficientemente ricas como para no tener que preocuparse de la supervivencia a diario, la degradación ambiental se detiene, y los ecosistemas empiezan a recuperarse. El científico ambientalista Jesse H. Ausubel, por ejemplo, sugiere que una vez que una nación logra un PIB per cápita de $6.200 (en dólares de 2021), la deforestación se detiene y empiece a darse la reforestación. De hecho, la cobertura de los bosques está creciendo en China, Rusia, India y Vietnam —todas estas son economías emergentes que llegaron al umbral de $6.200. La curva es todavía más clara en regiones ricas como Norteamérica y Europa —ambas regiones tienen hoy más árboles que hace un siglo. El Reino Unido, por ejemplo, ha más que duplicado su área forestal durante los últimos 100 años. En cambio, la deforestación continúa en países pobres de África y América Latina. Los científicos han descubierto que la EKC se sostiene en todo tipo de dominios ambientales, incluyendo la contaminación del agua, las emisiones de dióxido de carbono, el nitrógeno, el azufre y la biodiversidad.
Mientras que es demasiado temprano para dimensionar el impacto de las cuarentenas sobre la cobertura forestal, las cuarentenas ya han perturbado a los animales en extinción y a los hábitats protegidos en el mundo en vías de desarrollo. En Kenya, la matanza de jirafas se ha disparado. Considerando que una tonelada de carne de jirafa vale alrededor de $1.000 (esto es, casi siete meses del salario promedio en Kenya), no debería sorprender que los locales desesperados hayan recurrido a matar al animal en extinción. El Proyecto Elefante Mara de Kenya también registró que la tala ilegal en la región llegó a su pico en los meses de la primera cuarentena. En Botsuana, los empleados públicos tuvieron que evacuar docenas de rinocerontes negros en peligro de extinción de la región del Delta Okavango luego de que seis animales fuesen encontrados muertos después de que las cuarentenas fueran implementadas.
En Colombia, la caza ilegal de pumas y jaguares en peligro de extinción también ha aumentado rápidamente. En la India, los números de tigres estaban estables, conforme los ingresos habían venido aumentando durante las últimas dos décadas. Pero, desde que fueron impuestas las cuarentenas, varios reportes han resaltado un auge en la caza ilegal de tigres. De igual forma, en la región de Bengal Occidental de la India, donde más de un millón de empleos se han perdido debido a las cuarentenas, las autoridades locales han reportado la primera vez que se ha dado la caza ilegal de marfil en la región. El problema de la caza ilegal se ve exacerbado por el hecho de que los guardabosques en algunos países se han quedado sin trabajo y sin ingresos. Los animales, en otras palabras, han perdido a sus protectores humanos.
El Foro Económico Mundial recientemente reconoció que el aumento significativo de la cosecha de carne de animales silvestres y de tráfico de vida silvestre en África “está directamente conectado a las cuarentenas relacionadas con el COVID-19”. De igual forma, la ONG de vida silvestre basada en Reino Unido People’s Trust for Endangered Species ha advertido acerca de las “consecuencias no intencionadas” de las cuarentenas, las cuales podrían deshacer “décadas de trabajo” dedicado a la protección de animales.
Afortunadamente para la madre naturaleza, conforme las economías empiecen a recuperarse de las cuarentenas impuestas por los gobiernos, el número de personas que dependen de actividades ilegales disminuirá, y la biodiversidad se recuperará lentamente. Sin embargo, la EKC y el impacto desgraciado de las cuarentenas sobre la pobreza y la biodiversidad nos enseña una lección importante —los verdaderos ambientalistas deberían buscar priorizar el crecimiento económico, no reducirlo. Las políticas que reducen la pobreza, como tener derechos de propiedad sólidos, la libertad para comerciar, regulaciones más sencillas, y pocos impuestos onerosos, como está mostrado anualmente en el Índice de Libertad Económica en el Mundo del Instituto Fraser, siguen siendo una de las maneras más confiables de aumentar la prosperidad económica para todos.
En conclusión, las personas pobres dependen de la madre naturaleza para sobrevivir. Las personas ricas, en cambio, pueden desligarse del medio ambiente, proteger la vida silvestre para las próximas generaciones y devolver grandes porciones de tierra a la naturaleza. Ahora, ¿qué ambientalista no quisiera eso?
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 26 de marzo de 2021.