Los últimos 365 días de Chávez

Por Charles Philbrook

Ver por televisión cómo los ánimos se iban caldeando a medida que pasaban las horas, y el Consejo Nacional Electoral de Venezuela no daba un avance de los resultados del referéndum, hacía suponer que eso iba a acabar mal. Era la estrechez en el margen lo que hacía temer ese desenlace. Pero a medida que avanzaba la noche, y las declaraciones de los partidarios del NO pasaban del tono optimista al tono desafiante, uno tomaba conciencia de que una nueva era en la política venezolana se abría paso —y de la cual Chávez no parecía estar al tanto.

Al final del día, cuando se escriba lo que fue su régimen, unos dirán que el comienzo del fin lo escribió el Rey, con su soberbio digitus impudicus (figurado); otros buscarán teorizar sobre la imposibilidad económica de los modelos socialistas. A unos les faltará el análisis que a otros les sobra; a otros les faltará la información que a unos les sobra. Se diga lo que se diga —y cómo se diga— todos tendrán dos temas por denominador común. La caída de Chávez estuvo íntimamente ligada a dos fuentes energéticas: una no renovable, la del petróleo, y otra renovable, la de la exaltación de los ánimos políticos de quienes, hasta ese momento, habían optado por mantenerse al margen —los estudiantes universitarios.

Una y otra, por cierto, hacen suponer que sus días están contados. Es más, me arriesgaría a pronosticar que en un año o menos, a partir del referéndum. Sin petróleo el régimen colapsa. Un 95% de las exportaciones venezolanas y un 50% de los ingresos fiscales dependen de esa sustancia negra y viscosa. El costo de producción del barril de petróleo venezolano, según fuentes del Departamento de Estado norteamericano, bordearía los $55. Ahora bien, si partimos del supuesto que su petróleo se vende en el mercado internacional con un descuento del 15% en relación a WTI (una variedad del combustible), eso implicaría que por cada dólar que caiga éste, Venezuela deja de recibir unos 2,5 millones de dólares diarios. Desde el 26 de noviembre último, el precio spot de WTI ya se desploma un 10%. Por tanto, unos 250 millones de dólares han dejado de lubricar la economía chavista.

Si a partir del 2002 empieza a subir el precio del petróleo, ¿a cuánto asciende ese ingreso adicional en la economía venezolana? Unos 60,000 millones de dólares, que se pueden calcular si tomamos el precio promedio de la cotización de WTI, entre 1990 y el 2002, y lo comparamos con el precio promedio a partir de este último año; y, por cierto, suponiendo una relación de costo-ingreso del 60%. ¿Qué ha hecho il Ducce llanero con todo ese dinero? En lo que cuenta, no mucho. Claudio Loser, un ex funcionario del FMI, calcula que desde que Chávez llega al poder, en 1999, el ingreso per capita del ciudadano venezolano, eliminando el factor inflacionario, ha aumentado en un bolivarianísimo 1% anual, en promedio (“Could weak oil cost Venezuela, Iran clout?”, The Wall Street Journal, 29/enero/2007). Si en lo más importante no se ha avanzado, en lo que sí parece que se ha “progresado”, y bastante —al menos por lo que se rescata del reporte de Transparencia Internacional— es en el nivel de corrupción —y, en esto, hay que darle crédito al comandante: de una lista de 179 países, ordenados de menos a más, el país del llano ocupa el puesto 162 (“Hugo Chávez’s criminal paradise”, Los Angeles Times, 10/nov/2007).

Dicho esto, pasemos ahora a esa otra fuente energética, mucho más decisiva —y duradera. Quien haya observada la evolución de los grandes cambios políticos de los últimos tiempos, se habrá percatado que cuando los movimientos estudiantiles se pliegan a las protestas populares, el cambio de régimen se da en los siguientes doce meses, o menos.

¿Intuye o sabe esto Chávez? Su aparición en televisión, felicitando a los ganadores y advirtiéndoles que “sepan administrar su triunfo”, hace pensar que lo que buscaba era convertir una clara derrota en triunfo, pero que ignora esto. Como buen alumno de Castro debe saber que, estratégicamente, sólo se puede dar un paso hacia atrás si los dos siguientes son hacia adelante. Muy cierto, ¡mientras el contrincante lo permita! Con los jóvenes en escena, sin embargo, la dinámica es completamente diferente.

Ahora, por primera vez, la oposición le concede al presidente la oportunidad de perder “dignamente” (¿ganó el NO por 20 puntos?). Antes, cualquier espacio que éstos ganaran era porque Chávez lo permitía. Con roles ya trastocados, y con precios del petróleo cuesta abajo, no hay manera de dar dos pasos hacia adelante... ¿Le habrá dicho Castro que, en esta vida, sí se puede ir dando innumerables pasos cuesta abajo?