Los trabajadores pobres y la privatización de la seguridad social: La oportunidad de ahorrar

por Carrie Lips

Carrie Lips trabajó como asistente del Proyecto del Cato Institute para la Privatización de la Seguridad Social.

Por Carrie Lips

Este ensayo se publicó originalmente como "The Working Poor and Social Security Privatization", Cato Institute Briefing Paper No. 40 el 29 de septiembre de 1998. También puede leer este documento en formato PDF aquí.

Resumen

Hoy en día, a pesar de la estructura de beneficios progresivos de la Seguridad Social, más de uno de cada diez mayores vive en la pobreza. La Seguridad Social cuesta demasiado y ofrece muy poco; la tasa de rentabilidad de las cotizaciones desembolsadas a lo largo de toda una vida laboral es lamentable, y magnífica enormemente el coste de oportunidad de participar en dicho programa en lugar de hacerlo en un plan de jubilación privado. Esta situación puede empeorar aún más con la crisis fiscal de la Seguridad Social que se avecina.

Si los trabajadores de bajos ingresos pudieran destinar las contribuciones que realizan al sistema a cuentas individuales de inversión privada, conseguirían ahorrar sumas importantes; en lugar de dejar la seguridad de su jubilación en manos de los políticos, estos trabajadores de salarios bajos dispondrían de unos ahorros tangibles obtenidos a partir de sus ingresos. Un sistema de este tipo ofrecería mayor seguridad financiera y contribuiría enormemente a eliminar la pobreza entre los más mayores.

Introducción

Desde que el presidente Clinton situó la Seguridad Social en el centro del debate político al grito de «salvemos primero la Seguridad Social», existe un consenso bipartidista sobre la necesidad de reformar el sistema de la Seguridad Social para incorporar en él la inversión privada. Sin embargo, los defensores del statu quo aluden a la difícil situación de los ancianos pobres â€"cuyos ingresos de jubilación a menudo dependen enteramente de la Seguridad Socialâ€" como razón fundamental para mantener la estructura actual del sistema, cuando es precisamente por esa razón por la que resulta necesario reformar la Seguridad Social.

Los trabajadores de bajos ingresos se beneficiarían más de una transformación del sistema actual de la Seguridad Social en un programa basado en ahorros individuales. En la actualidad, las altas cotizaciones a la Seguridad Social sólo sirven para comprar la esperanza del trabajador de que el Gobierno estará en situación de pagarle su pensión establecida por ley a partir de las contribuciones ingresadas de la próxima generación de trabajadores. Esas pensiones prometidas son exiguas y son fruto de una tasa de rentabilidad inferior a la de mercado. Peor aún, en un futuro no muy lejano, el Gobierno no podrá hacer frente a sus obligaciones y deberá optar por recortar las pensiones en un 25%, por aumentar los impuestos o por incrementar la deuda nacional.

Si permitiera que los trabajadores destinaran sus contribuciones a cuentas individuales de inversión privada, el Estado le estaría ofreciendo a cada individuo en particular la posibilidad de invertir con antelación su pensión de jubilación futura. Gracias al interés compuesto, en el momento de la jubilación todos los trabajadores dispondrían de una importante suma que les ofrecería una pensión significativamente mayor a la que la Seguridad Social promete hoy en día; algo especialmente importante para los trabajadores de renta baja que en sus años de jubilación dependen exclusivamente de estos ingresos.

Los beneficios adicionales que las cuentas privadas pueden ofrecer a los más pobres son muy numerosos: en primer lugar, se trataría de cuentas de propiedad individual que a la muerte de su titular pasarían a los herederos; en segundo lugar, la mayor tasa de ahorro impulsaría el crecimiento de la economía creando más puestos de trabajo; y por último, los pobres dejarían de depender del Gobierno para recibir cada mes el cheque de la pensión, pues serían autosuficientes al haber acumulado unos ingresos en el momento de su jubilación muy superiores a los que promete la Seguridad Social.

Todos los trabajadores, y en particular los trabajadores de salarios más bajos, necesitan y se merecen la oportunidad de participar en un sistema de jubilaciones que saque el máximo rendimiento a sus contribuciones y les otorgue la propiedad de sus pensiones de jubilación.

¿Realmente ayuda a los pobres la Seguridad Social?

Aquellos que crearon el programa de la Seguridad Social lo hicieron con el propósito de ofrecer a los mayores un remedio contra la pobreza, y por ello, lo primero que hay que preguntarse a la hora de evaluar el sistema es si dicho programa ha conseguido o no cumplir adecuadamente este objetivo.

Los índices de pobreza de las personas mayores demuestran que la Seguridad Social ha fracasado en su intento de proporcionar seguridad económica a todos los jubilados. Hoy en día, a pesar del sistema de transmisión de riqueza intergeneracional de la Seguridad Social que consume el 22 por ciento del presupuesto del Gobierno federal, el 11 por ciento de las personas mayores vive en la pobreza [1] . Para algunos grupos, las estadísticas son aún peores: el 19 por ciento de las viudas [2] y el 29 por ciento de los afroamericanos mayores [3] se han caído de la llamada red de seguridad de la Seguridad Social y viven en la pobreza.

Lo que ocurre, simplemente, es que las pensiones de la Seguridad Social no son suficientes. La mayor parte de los analistas financieros opinan que para poder mantener el nivel de vida anterior a la jubilación, se necesita entre el 60 y el 85 por ciento de los ingresos anteriores al retiro [4] , y sin embargo, la Seguridad Social ofrece a los trabajadores de salarios más bajos una pensión equivalente a aproximadamente el 58 por ciento de los ingresos anteriores a su jubilación [5] . Aquellas personas mayores que dependen exclusivamente de la Seguridad Social y reciben únicamente el 58% de sus ingresos anteriores caen a menudo por debajo del umbral de pobreza.

Los que abogan a favor del statu quo citan frecuentemente la estructura de beneficio progresivo de la Seguridad Social como prueba de que el sistema favorece a los pobres. Cierto que la fórmula de beneficio ha sido diseñada para ser progresiva: los trabajadores de ingresos medios perciben aproximadamente el 43 por ciento de los ingresos anteriores a su jubilación; los de salarios altos sólo reciben el 25 por ciento [6] . No obstante, de acuerdo con los estudios realizados por la RAND Corporation y la Heritage Foundation, la progresividad de la Seguridad Social puede quedar completamente eliminada y, en algunos casos, incluso invertida debido a las diferencias de longevidad [7] .

La razón de ello se encuentra en que la cantidad de dinero que se recibe de la Seguridad Social depende de los años que viva el individuo. Aquellos con ingresos más bajos tienden a morir antes y, en consecuencia, perciben menos cheques de la Seguridad Social que los que se sitúan en los intervalos de mayores salarios. Por ejemplo, un hombre blanco situado en el intervalo de ingresos más altos que llegue a la edad de 65 años, vivirá, de media, 3,1 años más que un hombre blanco en el intervalo de ingresos más bajos; tres años equivalen a 36 pagos más por parte de la Administración de la Seguridad Social. Del mismo modo, los hombres negros de ingresos altos viven 2,5 años más que aquellos englobados en el grupo de salarios más bajos [8] . Aunque los pobres reciban mensualmente un porcentaje mayor de los ingresos anteriores a su jubilación, por lo general, reciben menos pagos.

Además, los trabajadores de bajos ingresos tienden a empezar a trabajar antes que los trabajadores de salarios altos, pues es menos probable que vayan a la Universidad o realicen estudios superiores [9] . De este modo, muchos trabajadores de renta baja trabajan 45 años o más, pero como las pensiones de la Seguridad Social se basan únicamente en 35 años de trabajo, sus años extra no se ven compensados.

Estos factores afectan desproporcionadamente a ciertos grupos demográficos, en particular a los afroamericanos: la esperanza de vida media de un hombre negro nacido hoy es sólo de 66,1 años; al llegar a la edad de 65, a un hombre negro le quedan sólo otros 13,9 años de vida, casi dos años menos â€"24 pagosâ€" que a un hombre blanco [10] . Según un estudio realizado por la RAND Corporation, las diferencias en la esperanza de vida y los índices de matrimonio dan lugar a una transferencia de renta neta de los negros a los blancos a través de la Seguridad Social de cerca de 10.000 dólares por persona a lo largo de toda su vida [11] .

Los buenos propósitos de aquellos que diseñaron la Seguridad Social no cambian la realidad de que a menudo el programa fracasa a la hora de ayudar a aquellas personas mayores que más lo necesitan. El fracaso de este programa de derechos federales masivos para procurar una seguridad en la jubilación a 1 de cada 10 personas mayores es razón suficiente para examinar la estructura del programa en un esfuerzo por mejorar la suerte de aquellas personas mayores que en la actualidad viven en la pobreza.

El Coste de la Seguridad Social

Los que defienden el sistema actual recuerdan que muchos jubilados estarían en una situación aún peor de no ser por las pensiones de la Seguridad Social. Es cierto que, de acuerdo con la Administración de la Seguridad Social, dos tercios de los beneficiarios perciben de la Seguridad Social más de la mitad de sus ingresos de jubilados, y que el 30 por ciento reciben del sistema el 90 por ciento de sus ingresos [12] .

Sin embargo, las pensiones que los pobres reciben al jubilarse deberían valorarse con relación al coste del programa que para los trabajadores de salarios bajos supone. Para estos trabajadores, el coste de oportunidad de destinar el 12,4 por ciento de sus ingresos al Gobierno es enorme: se trata del dinero que podrían haber destinado a educación, a una vivienda, a un plan de ahorro privado o a otras necesidades importantes. Por ello, la cuestión principal al evaluar el sistema de la Seguridad Social es si las pensiones que se reciben en la jubilación justifican o no esas contribuciones pagadas para sostener el sistema.

En la actualidad, un trabajador de 28 años que gane 13.500 dólares al año, paga en contribuciones 1.674 dólares (incluyendo las cotizaciones del empresario y de la nómina del trabajador). A cambio de las contribuciones que realice durante toda su vida laboral, cuando se jubile a los 67 años la Administración de la Seguridad Social le promete una pensión mensual equivalente a 815 dólares de hoy. Eso supone una rentabilidad de sólo el 2,75 por ciento, muy por debajo del índice de rentabilidad que podría esperar de un plan de ahorro privado. Es decir, que el coste de la Seguridad Social para ese trabajador es el de una riqueza que se ha perdido y que se podría haber incrementado con otro plan de jubilación.

Si este trabajador de bajos ingresos hubiera participado en un programa de ahorro conservador que invirtiera en bonos y rindiera sólo un 4 por ciento (que es, aproximadamente, el índice de rentabilidad histórico de las obligaciones) [13] , su pensión de jubilación mensual habría ascendido a 1.243 dólares, 400 dólares más que la de la Seguridad Social. La diferencia en valor de esas dos corrientes de pago â€"es decir, la cuantía perdida al contribuir a la Seguridad Socialâ€" es de casi 50.000 dólares.

Si se compara la Seguridad Social con un plan de ahorro más típico, con una rentabilidad del 5,75 por ciento sobre una cartera mixta de acciones (que históricamente ofrece un rendimiento del 7,6 por ciento) [14] y de obligaciones, la cuantía perdida al participar de la Seguridad Social es superior a 150.00 dólares. La diferencia entre la Seguridad Social y un fondo constituido únicamente por acciones es superior a los 350.000 dólares (ver Figura 1).

Los trabajadores asumen la increíble pérdida que soportan porque no pueden ahorrar e invertir en el mercado. Un artículo reciente publicado en el Washington Post subrayaba el sentimiento de privación de derechos que sienten los trabajadores cuando, tras haber pagado los impuestos y costeado los gastos básicos para vivir, ven que no les queda nada que ahorrar para participar en el mercado:

â€" Uno de los muchos que se encuentran en el banquillo es Mike Marcus, un pintor de 45 años de Summit Point, W.Va. «Pffff, a mí me da igual», dice, alzando los hombros cuando se le pregunta sobre el increíble crecimiento del índice industrial Dow Jones que ha alcanzado el nivel de los 9000. «Hay que tener dinero para meterse en eso. Si vives pagando facturas y más facturas, resulta complicado ahorrar algo».

â€" Los analistas del Vanguard Group estiman que si Marcus hubiera podido ahorrar 1.000 dólares al año a partir de su 20 cumpleaños y los hubiera colocado en un fondo de inversión que hubiera seguido la evolución del Dow Jones, reinvirtiendo los dividendos, ahora tendría una cartera de acciones por valor de más de 332.433 dólares [15] .

El problema está en que los trabajadores de bajos ingresos no cuentan con un extra de 1.000 dólares que «colocar en un fondo de inversión». El dinero que están obligados a pagar al plan de pensiones del Gobierno de la nación es, a menudo, el único dinero que podrían invertir en un programa de ahorro de verdad. La lamentable rentabilidad que ofrece la Seguridad Social no sólo se traduce en escasos beneficios que deja a muchos en la pobreza, sino que supone también la pérdida de una oportunidad única de acumular una importante suma de ahorros.

El futuro fiscal de la Seguridad Social

La Seguridad Social deberá enfrentarse muy pronto a una crisis fiscal, a medida que las contribuciones comiencen a resultar insuficientes para pagar las pensiones establecidas. Si no se procede a reformar la Seguridad Social, el Gobierno de la nación se verá obligado a recortar las pensiones, a aumentar los impuestos o a incrementar su deuda. Cualquiera de esas opciones empeorará aún más la rentabilidad de la Seguridad Social y las consecuencias para los trabajadores de ingresos más bajos.

Los problemas de la Seguridad Social â€"pensiones mínimas, una tasa de rentabilidad lamentable y el déficit en caminoâ€" son consecuencia inevitable de su erróneo sistema de financiación. Cualquier plan de jubilación típico invierte el dinero en empresas que ofrecen los servicios y los bienes que los consumidores quieren. Cuando la compañía tiene éxito, se crea más riqueza y los activos de cada cuenta de jubilación individual aumentan su valor. La financiación del sistema de reparto de la Seguridad Social es exactamente la contraria a la del plan de jubilación: el dinero que se recauda de los trabajadores se redistribuye inmediatamente entre los pensionistas; no se ahorra para las pensiones que deberán pagarse a los trabajadores actuales. En lugar de aumentar la riqueza a través de la inversión, la Seguridad Social reduce la inversión con el objeto de satisfacer la demanda de ingresos de los jubilados; en lugar de crear un activo a partir de sus contribuciones, los trabajadores actuales se jubilan únicamente con un derecho sobre las contribuciones futuras.

Debido a los cambios demográficos â€"aumento de la esperanza de vida y disminución de la tasa de natalidadâ€" el Gobierno tendrá cada vez más dificultades para recaudar dinero suficiente de la próxima generación de trabajadores para pagar las pensiones que ha prometido. En el año 2013, la Seguridad Social deberá pagar más en pensiones que lo que recaudará en contribuciones. El Gobierno tendrá que recurrir entonces a los ingresos impositivos generales para ingresar fondos en el Fondo Fiduciario de la Seguridad Social con los que cumplir sus obligaciones frente a los jubilados. Cuando en el año 2032 se agote el Fondo Fiduciario, las cotizaciones sobre las nóminas sólo bastarán para pagar el 75 por ciento de las jubilaciones prometidas [16] . Para los pobres que hayan estado contribuyendo toda su vida y no dispongan de otros ahorros en su jubilación, estos recortes de las pensiones pueden resultar devastadores.

Pero el Gobierno podría aumentar los impuestos a fin de evitar ese recorte de las pensiones. Para recuperar la situación de solvencia de la Seguridad Social en el año 2032, sería necesario incrementar la cotización actual del 12,4 por ciento en cerca del 50 por ciento, obligando a los trabajadores del mañana a privarse de una quinta parte de sus ingresos sólo para poder pagar a la Seguridad Social [17] . Tres cuartas partes de los americanos ya pagan más en concepto de cotizaciones que por razón del impuesto sobre la renta [18] . La carga impositiva adicional dejaría a los trabajadores de ingresos bajos del mañana aún con menos renta disponible, disminuyendo con ello su posibilidad de ahorrar y haciéndoles todavía más dependientes del hundido programa de jubilación del Gobierno de la nación.

Los Beneficios de los Planes de Jubilación Personales

Una reforma de la Seguridad Social que permitiese a los trabajadores redirigir sus cotizaciones a cuentas de inversión privada individuales permitiría a los ciudadanos invertir con anticipación sus futuras jubilaciones y beneficiarse de la ventaja de los mercados para aumentar sus ahorros. Los beneficios de un sistema de cuentas de jubilación personales son numerosos:

Pensiones de jubilación mayores, menor pobreza En un sistema que diera a los trabajadores la oportunidad de invertir sus contribuciones en empresas productivas, estos trabajadores recibirían pensiones de jubilación mayores. Las contribuciones de toda la vida laboral de un trabajador se irían acumulando en unas cuentas que ganarían un interés por ello; en el momento de la jubilación, sus activos podrían proporcionarle una pensión mensual mucho mayor la de la Seguridad Social.

Por ejemplo, si el trabajador de 28 años que ganaba 13.500 dólares invirtiera las contribuciones de toda su vida, a los 67 años habría acumulado 290.628 dólares [19] , suponiendo que invirtiera en un fondo mixto compuesto por un 50% de obligaciones y un 50% de acciones y percibiera un rendimiento del 4 y el 7,5 por ciento respectivamente. Con dichos fondos, estaría en situación de comprarse una anualidad que le procuraría unos pagos mensuales de 2.292 dólares â€"casi tres veces la pensión prometida (pero no capitalizada) de la Seguridad Social (ver Figura 2)â€".

Dichos ingresos adicionales tendrían un efecto significativo en el nivel de vida de los trabajadores de salarios bajos cuyos ingresos en su jubilación, por lo general, se derivan en su mayor parte de las pensiones de la Seguridad Social.

Propiedad privada

Cada cuenta individual de jubilación constituiría una propiedad privada que se podría pasar a los herederos tras el fallecimiento del titular.

Hoy en día, una madre soltera que hubiera trabajado y contribuido toda su vida a la Seguridad Social y muriera a los 64 años no percibiría ninguna cantidad de la Seguridad Social que poder dejar a sus hijos. En el caso de las cuentas de jubilación personales, esa misma mujer nacida en 1960, con un salario de 15.000 dólares al año a lo largo de toda su vida, habría acumulado a los 64 años 300.000 dólares en un fondo compensado que podría dejar a sus herederos [20] . Esos ahorros serían especialmente importantes para esas familias a las que ahora les resulta imposible dejar una herencia a la generación siguiente, consiguiendo con ello dar un paso muy importante para romper con el ciclo de pobreza.

Además, los fondos de pensiones personales son justos: los trabajadores se merecen ser propietarios de los frutos de su trabajo. Tal como se ha discutido anteriormente, los trabajadores de salarios bajos suelen morir antes que aquellos incluidos en los grupos de salarios más altos. Si se cedieran a los individuos los derechos de propiedad de sus contribuciones se eliminaría la correlación entre rendimiento de la inversión y periodo de vida.

Mayor independencia

Con el sistema actual, los jubilados pobres dependen del cheque que una vez al mes les da el Estado, y se enfrentan a un riesgo político considerable. Tal como nos recordó el Tribunal Supremo en su decisión de 1960 en el caso Fleming contra Nestor, las personas no tienen un «derecho» a las pensiones de la Seguridad Social de acuerdo con sus contribuciones [21] . En cualquier momento, los políticos pueden reducir o incluso eliminar las pensiones. De hecho, las cotizaciones a la Seguridad Social se han aumentado más de 30 veces desde el comienzo del programa [22] . Ante la perspectiva financiera de la Seguridad Social, el riesgo de que los políticos recorten las pensiones de los jubilados es un riesgo muy real.

Un sistema de cuentas de jubilación individuales pondría fin a la dependencia de las personas mayores respecto del Gobierno y les permitiría jubilarse con mayores pensiones y con el orgullo de saber que han sido ellos los que se han labrado esa seguridad económica para su jubilación. En lugar de ver cómo desaparece el 12,4 por ciento de sus ingresos en el agujero negro del Estado, los trabajadores podrían ver cómo sus contribuciones se acumulan y crecen a lo largo de su vida profesional.

Fundamentalmente, un sistema de cuentas personales sería un plan de stock options para América. Todos los trabajadores invertirían en la economía americana y tendrían un incentivo tangible para participar productivamente en el trabajo; un incentivo especialmente importante para los trabajadores que luchan día a día por pagar todas sus facturas y a los que no les queda nada que destinar al ahorro. En lugar de sentirse apartados de la economía, los trabajadores tendrían un interés en el éxito económico del país; viendo la riqueza que se acumularía en sus cuentas, estarían motivados para continuar trabajando y ahorrando.

Efectos sobre la Economía

A diferencia de un plan de jubilación tradicional, el programa actual de la Seguridad Social reduce los ahorros al redistribuir inmediatamente para el consumo las contribuciones de los trabajadores. La menor tasa de ahorro supone un menor capital de inversión que destinar a nuevas actividades y a la expansión económica.

Esa sangría sobre la economía afecta a los pobres de diferentes maneras. La falta de capital ralentiza e incluso a veces elimina la inversión en las áreas más pobres que, de otro modo, los inversores podrían ver como oportunidades de crecimiento. Hay menos capital para ampliar los negocios, menos capital que destinar a la investigación, menos capital para crear puestos de trabajo y menos capital para mejorar los productos destinados a los consumidores.

El economista Martín Feldstein estima que, a raíz de un cambio del sistema a un programa de cuentas de jubilación personales, el producto interior bruto crecería permanentemente un 5 por ciento, mientras que el valor neto presente para la economía sería de una ganancia de entre 10 y 20 billones de dólares [23] . Para los pobres, dichas tendencias macroeconómicas se traducirían en la creación de nuevas empresas en sus comunidades, de más trabajos, y de productos mejores y más baratos.

¿Es demasiado arriesgada la privatización?

Los críticos a la privatización admiten que un sistema de cuentas de jubilación personales daría lugar a una mayor creación de riqueza; sin embargo, creen que dicho sistema sería en cierto modo más arriesgado que la promesa política del actual programa. Los pobres â€"dicenâ€" carecen de la educación necesaria para realizar decisiones de inversión correctas, y la privatización equivale a jugar con su futuro.

Cualquier estudioso de los mercados financieros mostraría las ganancias relativamente estables que los mercados de valores han generado históricamente a lo largo de grandes periodos de inversión como prueba de que la inversión privada no es de por sí arriesgada [24] . Además, no habría dificultad alguna en incorporar ciertas condiciones en un sistema de cuentas de jubilación personales que aliviaran tales preocupaciones y garantizaran la consecución de los objetivos originales del programa:

â€" El Gobierno podría procurar una red de seguridad fija financiada a partir de los ingresos generales que garantizara una pensión mínima en el momento de la jubilación.

â€" El Gobierno podría aprobar alternativas de inversión amplia para evitar la especulación y las inversiones arriesgadas.

â€" Todas las personas podrían optar por permanecer dentro del actual sistema de Seguridad Social.

Todas estas condiciones han sido puestas en práctica en otros países que han privatizado sus sistemas de pensiones públicos, y podrían incorporarse sin dificultad alguna a un programa dentro de los Estados Unidos [25] .

Cualquier debate sobre los riesgos de la privatización debe admitir también los riesgos de mantener el sistema actual. Con un programa con una deuda de 9 billones de dólares, los jubilados se exponen al riesgo de que recorten sus pensiones, y los trabajadores, al riesgo de que aumenten las cotizaciones. La Administración de la Seguridad Social estima que en el año 2032 sólo podrá pagar tres cuartos de las pensiones establecidas por ley; no es que exista el «riesgo» de que la Seguridad Social no sea capaz de mantener su promesa, es que puede ser inevitable.

Una diferencia importante entre el programa actual de la Seguridad Social y un sistema privatizado es que, a diferencia del sistema existente, los individuos con una cuenta de jubilación personal podrían controlar el nivel de riesgo a asumir. Por ejemplo, una persona a quien no le guste el riesgo, podría optar por comprar únicamente bonos con un rendimiento garantizado. Por el contrario, el riesgo del sistema de la Seguridad Social actual es ineludible.

Conclusión

El programa actual de la Seguridad Social es incapaz, en gran medida, de cumplir los objetivos para los que se creó. Son demasiados los mayores que en la actualidad viven en la pobreza y muchos más los que dependen de la capacidad del Gobierno para recaudar de los trabajadores futuros los fondos necesarios para ofrecerles una seguridad en la jubilación. La financiación del sistema de reparto es un anatema a los ahorros reales y a la creación de riqueza. Para los trabajadores de salarios bajos que no pueden permitirse un segundo plan de pensiones, la oportunidad perdida de ahorrar e invertir el dinero de sus cotizaciones resulta irrevocable y devastadora.

Un sistema de cuentas de jubilación personales conseguiría realmente cumplir los objetivos que se fijaron aquellos que crearon el sistema de la Seguridad Social. A través de la inversión, los trabajadores de salarios bajos podrían acumular unos activos sustanciales y disfrutar de mayores pensiones durante su jubilación. No habría necesidad de imponer una carga impositiva aplastante a la próxima generación: todos los individuos tendrían la oportunidad de dejar sus pensiones a sus herederos. No habría necesidad de depender del Estado para recibir el pago mensual: todas las personas mayores serían autosuficientes al haber acumulado una pensión mucho mejor que aquella prometida por la Seguridad Social de hoy.  

 

FIGURA 1

VALOR DE UN PLAN DE JUBILACIÑ"N DE UN TRABAJADOR NACIDO EN 1970 CON UN SALARIO DE 13,500 DOLARES Y QUE SE JUBILA A LOS 67 AÑ'OS DE EDAD

FIGURA 2

PENSION MENSUAL DE UN TRABAJADOR NACIDO EN 1970 QUE PERCIBE UN SALARIO DE 13,500 DOLARES

Notas

[1] Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Committee on Ways and Means, 1998 Green Book (Washington: Government Printing Office, 1998), pág. 1037.

[2] Ibid.

[3] Administración de la Seguridad Social, Fast Facts and Figures about Social Security, 1997 (Washington: Government Printing Office, 1997), pág. 8.

[4] Consultar, por ejemplo, Social Security: What Every Taxpayer Should Know de A. Haeworth Robertson (Washington: Retirement Policy Institute, 1992), pág. 218.

[5] Cámara de Representantes de los Estados Unidos, 1998 Green Book, pág. 27, tabla 1-17.

[6] Ibid.

[7] «Socioeconomic Differentials in the Returns of Social Security», de W. Constantinjn, A. Panis y Lee Lillard. Rand Corporation Working Paper n.º 96-05. Febrero de 1996; y «Social Security’s Rate of Return» de William Beach y Gareth Davies, Heritage Center for Data Analysis Report n.º 98-01, 15 de enero de 1998.

[8] Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales de los Estados Unidos; Health United States 1998 (Washington: Government Printing Office, 1998), pág. 88.

[9] A New Deal for Social Security, de Peter J. Ferrara y Michael Tanner (Washington: Cato Institute, 1998), págs. 99-100.

[10] Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales de los Estados Unidos; pág. 200.

[11] Constantjin, Panis y Lillard, p.20.

[12] Administración de la Seguridad Social, pág. 7.

[13] Ferrara y Tanner, pág. 73.

[14] «Common Objections to a Market-Based System: A Response» de Melissa Hieger y William Shipman, Cato Institute Social Security Paper n.º 10, 22 de julio de 1997, pág. 7.

[15] «Boom is Fine-If you Owe Stock» de Clay Chandler, Washington Post, 7 de abril de 1998, págs. A1-A12.

[16] Informe anual de 1998 del Board of Trustees of the Federal Old-Age and Survivors Insurance and Disability Insurance Trust Funds, (Washington: Government Printing Office, 1998), pág. 4.

[17] Ibid, pág. 108.

[18] Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Committee on Ways and Means, «Background Materials on the Federal Budget and Tax Policy for Fiscal Year 1991 and Beyond», 6 de febrero de 1990, pág. 30.

[19] Cálculos realizados por el Cato Institute en www.socialsecurity.org.

[20] De acuerdo con los mismos supuestos que en el caso anterior.

[21] 363 US 603. Para más información sobre las implicaciones de Fleming contra Nestor, ver Ferrara y Tanner, págs. 27, 92.

[22] 1998 Trustees Report, p.33, Tabla II, B.1.

[23] «Privatizing Social Security: The $10 Trillion Opportunity» de Martín Feldstein, Cato Institute Social Security Paper, n.º 7. 31 de enero de 1997; «The Missing Piece in Policy Analysis: Social Security Reform», Martín Feldstein, American Economic Review 86 (mayo, 1996): 1-14.

[24] Ver Hiegher y Shipman.

[25] Para ver un ejemplo de cómo se estructuraría e implementaría un sistema completamente privatizado, ver Tanner y Ferrara, capítulos 8 y 9.

Este ensayo fue traducido y adaptado por Círculo de Empresarios. Madrid, España.