Los orígenes sexistas y anti-igualitarios del socialismo

Chelsea Follett comenta cómo el surgimiento del socialismo significó un retroceso en el progreso que las mujeres disfrutaron gracias a la Revolución Industrial.

Por Chelsea Follett

¡Feliz Día Internacional de la Mujer! Quizás hayas escuchado que hoy es, tal como una vez escribió The Guardian, "un día importante en el calendario socialista", estando su historia ligada a la de la Unión Soviética. Hoy en día el feminismo socialista goza de una sorprendente popularidad en los departamentos de Estudios de la Mujer de muchas universidades. Las feministas socialistas que se identifican a sí mismas como tales pretenden pelear frente a lo que llaman una "cultura capitalista de supremacía masculina".

Sin embargo, los orígenes del socialismo no son tan progresistas como muchos de sus seguidores creen, y desde luego no lo son respecto a la cuestión de la igualdad de las mujeres. En The Lost Literature of Socialism, el historiador de la Universidad de Cambridge, George Watson, señala que el socialismo fue originalmente una idea conservadora, y que muchos socialistas prominentes - rara vez leídos incluso por sus admiradores - en realidad "odiaban el progreso y exigían una vuelta a los antiguos valores". Ello incluía el regreso a roles de género tradicionales.

Podría argumentarse que el socialismo fue una respuesta reaccionaria a cómo la Revolución Industrial transformó la sociedad. La industrialización creó una clase de nuevos ricos que habían ganado dinero a través de transacciones en el mercado en lugar de por derechos de nacimiento, lo cual suponía una amenaza para el viejo orden: "ablandando la autoridad tradicional … y debilitando las influencias hereditarias". Además, las fábricas introdujeron a las mujeres en el mercado laboral en masa, concediéndoles una independencia económica y posición negociadora que alteraron las dinámicas familiares y agitaron sensibilidades anticuadas.

En resumen, la gente humilde y las mujeres estaban ganando dinero, y los tradicionalistas estaban espantados. El notorio pensador social victoriano John Ruskin escribió en su crítica al capitalismo, Unto the Last, en 1860, que su objetivo personal era "mostrar la superioridad de ciertos hombres sobre otros", y de la sabiduría de una sociedad jerarquizada que mantiene a los "inferiores" en su lugar. El socialismo presentaba una alternativa a la movilidad social sin precedentes que se estaba dando, y a los rápidos cambios de la época industrial. Watson señala que muchas personas sentían que los liberales clásicos promulgaban que "el libre comercio y el libre mercado estaban destruyendo rápidamente las bases tradicionales de las vidas de las personas, al debilitar los lazos familiares y amenazando a la moralidad en sí." Como el socialista Bertolt Brecht dijo una vez, "El comunismo no es radical. Lo que es radical es el capitalismo."

"Es fácil olvidar que los intereses conservadores una vez fueron fuertes críticos del espíritu comercial y la creación de valor proveniente de la competencia," como lo dice Watson. (Hoy en día, también hay intereses especiales que se beneficiarían mucho de una economía altamente regulada).

El socialismo históricamente ha derivado en el establecimiento de sistemas hereditarios de privilegios, "como únicamente el privilegio educa para el propio ejercicio de poder centralizado en una economía planificada." Los hijos de los burgueses eran relegados a una casta subordinada en la Unión Soviética. El hijo mayor de Stalin, si no hubiera muerto, estaba destinado para un alto puesto en el gobierno. El presidente Ceausescu de Romania dio a su mujer e hijo puestos dentro de su gabinete. Finalmente, Kim Il Sung de Corea del Norte fundó una dinastía política que continúa hasta nuestros días, mientras que los nietos de quienes desafiaron al régimen norcoreano, hoy en día sufren en campos de trabajo forzoso condenados por los supuestos crímenes de sus ancestros.

Hoy en día, las "feministas marxistas" probablemente se sorprendan no solo de las actitudes socialistas respecto a los privilegios hereditarios, sino también de las actitudes originales del socialismo hacia los roles de género. En Condition of the Working Class of England, Friedrich Engels observa con horror, cómo en unos hogares, las mujeres que trabajaban en fábricas eran quienes traían el pan de cada día a la casa, mientras que sus maridos eran amos de casa. Tal configuración, se lamenta Engels, era no solamente disparatada, pero eliminaba la masculinidad en los hombres y quitaba toda la feminidad de las mujeres. Este intercambio de roles, Engels continúa, "degrada" de manera vergonzosa a ambos sexos, y a su vez, a la humanidad.

En la práctica, en todo lugar en donde se haya implementado el socialismo, se esperaba de las mujeres que trabajen fuera de casa y que además hagan absolutamente todo el trabajo doméstico. En las economías planificadas, sin ningún incentivo de satisfacer las necesidades humanas de mercado, son las necesidades de las mujeres las primeras en ser ignoradas. Incluso hasta los días del colapso del comunismo en Europa oriental, las fábricas comunistas no manufacturaban productos femeninos, ni siquiera los básicos como productos sanitarios. Aquellos que idealizan al socialismo como una fuerza liberadora de las mujeres deberían aprender de los horrores que estas sufrieron, como las historias de las mujeres en los Gulags. Las mujeres presas en los Gulags eran casi siempre sentenciadas por los supuestos crímenes de sus maridos o de sus padres, y además de los terrores del trabajo forzado, sufrieron violencia sexual institucionalizada. Los funcionarios comunistas veían a las mujeres como un mecanismo más para castigar a hombres, en vez de verlas como personas individuales con identidades propias.

Así que este Día Internacional de la Mujer, al considerar el pasado socialista de esta fecha, piense también en los orígenes sexistas y anti-igualitarios del socialismo.

Este artículo fue originalmente publicado en CapX (Estados Unidos) el 8 de marzo de 2018.