Los logros de Castro en Cuba y mucho sinsentido

Marian L. Tupy indica que si miramos la evolución de algunos indicadores del bienestar humano en Cuba y la comparamos con aquella de otras naciones de la región, el resultado de la revolución de Fidel decepciona.

Por Marian L. Tupy

Justin Trudeau ciertamente que ha dicho algo controversial. Por supuesto que el primer ministro canadiense no estuvo solo en alabar los “significativos avances en educación y salud de la nación-isla” de Fidel Castro. Aquí hay una compilación de los sospechosos habituales (CNN, MSNBC, NBC, etc.) adulando el “legado” del dictador muerto. Y no olvidemos la adoración del Presidente Barack Obama por los “logros” de los hermanos Castro cuando visitó la Habana a principios de este año.

Ciertamente, nuestro presidente No. 44 reconoció que los cubanos son patéticamente pobres y carecen de derechos humanos básicos, pero luego neutralizó su crítica a la dictadura cubana diciendo que el gobierno cubano “debería ser felicitado” por darle a cada niño educación básica y a cada persona el acceso a la salud. Me pregunto si nuestro presidente daría un salto retórico similar si estuviera hablando del General Augusto Pinochet, cuyas políticas económicas hicieron del otrora retrasado Chile el país más rico de América Latina en una generación.

Mirando el lado positivo, al menos nadie ha afirmado que la educación y la salud cubanas son de calidad superior a nivel mundial. Que los cubanos deberían ser alfabetizados era de esperarse. Todas las dictaduras comunistas enseñaron a su gente a leer y luego les dieron todo el material de lectura que los ministerios de propaganda gubernamental lograron imprimir.

Cuando se trata de salud, aclaremos unas cuantas cosas. Todos los regímenes socialistas han tenido un sistema de salud de dos niveles —uno para los miembros más importantes del partido comunista (con doctores excelentes y motivados, y con drogas y equipos médicos occidentales) y uno para las masas (con un personal médico apático y con escasez de, bueno, todo). Conozco de esto porque crecí bajo el socialismo y hablé con cubanos, cuyas historias son muy similares a las mías.

Y para concluir mi argumento acerca de la salud y el socialismo, aquí hay un reportaje del New York Times acerca de la salud socializada de Venezuela, titulado “Infantes agonizando y sin medicina: dentro de los hospitales venezolanos que están fracasando”.

Como le sigo diciendo a mis amigos progresistas, todo lo que se necesita saber acerca de un país es si los extranjeros están tratando de entrar (por ejemplo: EE.UU.) o si los nacionales están tratando de salir (por ejemplo: Cuba). Coincidentalmente, mientras que el Canadá de Justin Trudeau es un lugar precioso, reportajes como este, “Político canadiense viene a EE.UU. para cirugía del corazón”, no inspiran mucha confianza en el sistema de salud socializado del estado canadiense.

Pero volvamos a Cuba y notemos la última y casi cómica ironía del régimen de los Castro. Todo lo bueno que ha ocurrido bajo el comunismo hubiera, casi con toda certeza, ocurrido bajo un sistema social y económico diferente. Mientras que los datos verificados son difíciles de conseguir y deben ser librados de la neblina de la propaganda cubana, el Departamento de Estado de EE.UU. intentó hacer justo eso, comparando las mejoras en bienestar humano en Cuba entre la década de 1950 (esto es, la última década del detestado régiman de Batista) y el año 2000.

Es cierto que la tasa de alfabetización en Cuba incrementó en un 26 por ciento entre 1950-1953 y 2000. Pero incrementó en un 37 por ciento en Paraguay, que fue dirigida por el dictador fascista Alfredo Stroesnner entre 1953 y 1989. También aumentó en un 346 por ciento en Haití, que es la nación más pobre del hemisferio occidental.

El consumo de alimentos en Cuba de hecho cayó en un 12 por ciento entre 1954-1957 y 1995-1997. En Chile, este incrementó en un 12 por ciento y en México en un 28 por ciento. Entre 1954-1957 en 1995-1997, la propiedad de autos en Cuba cayó a una tasa anual de 0,1 por ciento. Esta aumentó a una tasa anual de 16 por ciento en Brasil, 25 por ciento en Ecuador y 26 por ciento en Colombia.

Permítamonos concluir con los datos de Human Progress y observar la mortalidad infantil y la expectativa de vida. Una vez más, Cuba decepciona. Entre 1963 (el primer año para el cual tenemos datos) y 2015, la mortalidad infantil en Cuba cayó en un 90 por ciento. Cayó en un 94 por ciento en Chile (¡maldito Pinochet!) y 86 por ciento en Latinoamérica y el Caribe (¡no está tan mal, considerando la diversa mezcla de dictadores latinoamericanos!).

Entre 1960 y 2015, la expectativa de vida en Chile incrementó en un 42 por ciento y en América Latina y el Caribe en un 34 por ciento. En Cuba aumentó en un 25 por ciento. Si esto es éxito, me pregunto cómo se verá el fracaso.

Este artículo fue publicado originalmente en Reason.com (EE.UU.) el 29 de noviembre de 2016.