Los aranceles castigarán a los estadounidenses y no resolverán la crisis del fentanilo

Jeffrey A. Singer y Clark Packard sostienen que los ciudadanos estadounidenses son los principales contrabandistas de fentanilo en el país, y los aranceles punitivos sólo empeorarán la vida de todos los estadounidenses.

Por Jeffrey A. Singer y Clark Packard

A principios de esta semana, el presidente electo Donald Trump anunció que pretende castigar a todos los estadounidenses porque algunos de ellos compran drogas ilícitas a traficantes, la mayoría de los cuales pagan a ciudadanos estadounidenses para que las pasen de contrabando a través de pasos fronterizos legales. Mediante el aumento de los aranceles, Trump quiere hacer que los estadounidenses paguen más por los bienes –incluidos los insumos de fabricación nacional– importados de Canadá, China y México (nuestros tres mayores socios comerciales) hasta que Estados Unidos gane la guerra contra las drogas.

Según The New York Times, Trump cree que China puede hacer un mejor trabajo deteniendo el flujo de precursores de fentanilo fabricados en China hacia los cárteles transnacionales de México, donde sintetizan fentanilo en laboratorios subterráneos. Pero los precursores del fentanilo también proceden de la India, Myanmar y otras partes del sudeste asiático. Y los traficantes canadienses han empezado recientemente a producir fentanilo en "superlaboratorios" y a introducirlo de contrabando en Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. Si China toma medidas enérgicas contra los laboratorios nacionales de precursores, aumentará el negocio para los traficantes de esos países.

Librar una guerra contra las drogas es como jugar al juego del topo.

Es posible que Trump no se dé cuenta de que está castigando a estadounidenses respetuosos de la ley por violar la prohibición de las drogas porque no entiende bien los aranceles. Durante su primer mandato, Trump impuso fuertes aranceles a la importación de paneles solares, lavadoras, acero, aluminio y alrededor del 70% de todos los productos procedentes de China.

A pesar de sus repetidas afirmaciones en sentido contrario, los aranceles son impuestos que (casi siempre) pagan los estadounidenses, no los extranjeros. Innumerables estudios académicos de economistas universitarios, grupos de reflexión y agencias gubernamentales constataron que los consumidores estadounidenses –tanto empresas como particulares– pagaron (y siguen pagando) los aranceles de Trump.

Dado que México, Canadá y China son los tres mayores socios comerciales de Estados Unidos, el dolor para los consumidores estadounidenses será particularmente agudo. Los consumidores estadounidenses compran bienes y servicios por valor de 1,5 billones de dólares a estos tres países. Un cálculo aproximado realizado por Ernie Tedeschi, director de economía del Laboratorio de Presupuestos de Yale y antiguo economista del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Joe Biden, sugiere que los aranceles supondrían una subida anual de impuestos de casi 1.200 dólares para la familia media estadounidense.

Las empresas estadounidenses también sufrirían graves consecuencias. Los aranceles interrumpirían las cadenas de suministro estrechamente integradas que se extienden por toda América del Norte, unidas por el Acuerdo Comercial Estados Unidos-México-Canadá (USMCA), una de las iniciativas emblemáticas de la primera administración Trump. Los impuestos a la importación del 25% serían un desastre para los fabricantes de automóviles en particular; las acciones de GM, Ford y Stellantis (propietaria de Jeep, Chrysler y Ram) cayeron tras la amenaza arancelaria.

Asimismo, la Presidenta mexicana, Claudia Sheinbaumsugirió que México probablemente tomaría represalias contra los aranceles, y China y Canadá harían lo mismo casi con toda seguridad. Dado que las empresas estadounidenses exportan a los tres países bienes y servicios por valor de 1 billón de dólares, las represalias arancelarias pondrían en peligro los millones de puestos de trabajo que generan las exportaciones a los tres países.

En resumen, unos aranceles generalizados como los que amenaza el presidente electo aumentarán la presión fiscal sobre las empresas y familias estadounidenses, provocarán una pérdida de salarios, reducirán el consumo, ahogarán la inversión, reducirán las exportaciones y disminuirán el bienestar agregado.

Es más, en el improbable caso de que los aranceles de Trump dificulten a los traficantes la obtención de precursores de fentanilo, a los narcotraficantes les podría resultar más atractivo pasar del fentanilo a los nitazenos.

Los nitazenos, más peligrosos y potentes que el fentanilo, pertenecen a la clase de los benzimidazoles, comúnmente utilizados en fármacos como antiácidos, antifúngicos y medicamentos para la presión arterial, lo que hace que sus precursores estén ampliamente disponibles. El cambio ya está en marcha. El isotonitazeno ("iso"), vinculado a sobredosis en Estados Unidos desde 2019, está provocando una "segunda oleada" de crisis de medicamentos en el Reino Unido.

El presidente Ronald Reagan dijo que nosotros y nuestros socios comerciales estamos en el mismo barco. Si un socio dispara un agujero en el barco –con aranceles–, no tiene sentido que el otro socio dispare otro agujero en el barco.

Trump pretende hacer agujeros en el fondo de nuestro barco hasta que Canadá, China y México se vean obligados –de alguna manera, de algún modo– a ayudarnos a ganar la interminable e imposible guerra contra las drogas.

Durante su campaña, Trump prometió sacar a Estados Unidos de guerras interminables. En cambio, hará que los estadounidenses paguen un impuesto interminable.

Este artículo fue publicado originalmente en MSNBC.com (Estados Unidos) el 30 de noviembre de 2024.