Los ambientalistas y los incendios forestales de California

Por Steven Milloy

"Nuestros bosques están detonándose como bombas de napalm. Necesitamos remover los árboles muertos y aquellos que están siendo atacados por los insectos", dijo el congresista estatal de California Wally Herger.

¿Habrá dicho tal cosa influido por los incendios forestales que arden actualmente en California? Difícilmente.

El congresista del norte de California pronunció esas palabras en agosto de 1994 como parte de su demanda al Congreso para que declarara un estado de emergencia en los bosques federales para permitir la rápida remoción de árboles muertos, ramas caídas y otros restos que sirven de carburante para los incendios forestales—como aquellos que arrasaron 3 millones de acres y mataron a 14 bomberos en el Oeste estadounidense ese año.

Un portavoz del Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales respondió entonces llamando a la petición del congresista Herger "un pretexto para acelerar la deforestación en la Sierra Nevada".

Sin embargo, nueve años después, el congresista Herger parece haberlo presagiado.

Hasta el momento, este año se han quemado más de 700.000 acres únicamente en California; 20 personas han muerto y más de 2.600 casas han sido destruidas. El año pasado los incendios forestales quemaron aproximadamente 7 millones de acres, mataron 23 bomberos, destruyeron más de 800 casas y le costaron a los contribuyentes poco más de $1.500 millones.

¿Qué tienen que decir ahora los ambientalistas?

Un vocero del Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales llamó a la propuesta del presidente George Bush para prevenir incendios forestales mediante la corta del crecimiento excesivo de los bosques "un caballo de Troya" por llevar a cabo de manera furtiva proyectos de deforestación.

Mientras los bosques del Oeste estadounidense arden—y la gente muere y las casas son destruidas—los ambientalistas y sus aliados en el Congreso parecen estar preocupados únicamente en que los árboles "viejos" podrían ser cortados en el proceso de poda de las trampas incendiarias. Su oposición sin sentido a la poda de los bosques sólo facilita que los incendios forestales se salgan de control.

"Necesitamos hacer una administración activa con el fin de evitar incendios innaturales" que ocurren como resultado de la maleza densa y la acumulación de árboles a lo largo de las décadas, dijo el jefe del Servicio Forestal estadounidense, Dale Bosworth. "Si eso significa cortar una secoya de 4 metros (de diámetro), eso es razonable".

Podar los bosques funciona—y es de hecho más efectivo en el largo plazo que simplemente combatir incendios forestales todos los años.

En 1910, un incendio forestal en Idaho, Montana, y Washington quemó 3 millones de acres y llevó al gobierno federal a gastar dinero agresivamente en la lucha contra los incendios forestales. Esta política ha tenido una consecuencia no deseada: Los bosques han crecido de sobremanera con árboles y vegetación que puede servir como combustible para incendios más catastróficos.

En bosques que tienen únicamente unas cuantas docenas de árboles por acre, las llamas tienden a permanecer cerca de la superficie. Pero en los bosques sobrecrecidos con cientos y miles de árboles por acre, como los que hay hoy en día, las llamas pueden moverse fácilmente a través de las copas de los árboles. “Las llamas tienen 30 metros de altura en lugar de uno”, de acuerdo con el experto forestal de la Universidad de Idaho, Leon Neuenschwander.

Un proyecto de ley que se encuentra actualmente en consideración del Congreso norteamericano propone una poda agresiva de hasta 20 millones de acres de tierras federales con alto riesgo de incendios. El proyecto reduciría las revisiones burocráticas y limitaría las apelaciones—las herramientas que los ambientalistas utilizan para bloquear la administración de los bosques—de tal forma que los esfuerzos de poda puedan ser completados en meses.

El presidente Bush ha exhortado al Senado a que apruebe la legislación desde mayo pasado. “Durante muchos años, las marañas burocráticas y una mala política forestal han evitado que los ingenieros forestales mantengan nuestras áreas boscosas sanas y seguras”, dijo Bush.

“Las perspectivas de incendios este año se ven menos severas, y eso son buenas noticias”, añadió Bush. “Aún así el peligro persiste, y muchos de nuestros bosques están enfrentando un riego más alto de lo normal de incendios costosos y catastróficos”.

California es aparentemente una de las áreas de riesgo elevado a las que se refirió el presidente norteamericano.

Poniendo a un lado la agenda política anti-industria—y especialmente anti-maderera—de los ambientalistas y aceptando sus supuestas preocupaciones sobre la necesidad de preservar “bosques de viejo crecimiento” para las “generaciones futuras”, el proyecto de ley ante el Congreso no permite la corta indiscriminada de los bosques viejos.

En su lugar, es una medida limitada cuya intención es la de prevenir la propagación de incendios forestales—y tiene el beneficio colateral de ayudar a la industria maderera, la cual ha perdido 47.000 empleos desde 1989. Tampoco olvidemos que los árboles—incluso los de viejo crecimiento—no son irremplazables. Nuevos árboles crecerán en su lugar. El gigante en productos forestales Weyerhaeuser planta 130 millones de semillas cada año.

Bajo la propuesta del presidente Bush de podar los árboles sobrecrecidos, aún tendríamos árboles viejos, pero también reduciríamos la vulnerabilidad a los destructivos incendios forestales que ocurren cada año.

La retórica ambientalista que se opone a la poda del crecimiento excesivo me recuerda a los vientos de Santa Ana—aire caliente que solo sirve para avivar las llamas forestales.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.