Los alimentos modificados genéticamente podrían salvar a la humanidad

Los activistas durante la reciente reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio en Cancún continuaron sus desencaminada e inmoral campaña contra la biotecnología en los cultivos. Una resolución de la subsidiaria asiática de la Red de Acción de Pesticidas declaró que las corporaciones transnacionales y los gobiernos están colaborando a través del proceso de negociación de la OMC "para expandir el uso de productos no probados y no etiquetados de biotecnología agrícola, la cual representa un riesgo extraordinario a la salud pública, a la independencia de los agricultores y al ambiente". Esto es un absurdo total.

Por Ronald Bailey

Los activistas durante la reciente reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio en Cancún continuaron sus desencaminada e inmoral campaña contra la biotecnología en los cultivos. Una resolución de la subsidiaria asiática de la Red de Acción de Pesticidas declaró que las corporaciones transnacionales y los gobiernos están colaborando a través del proceso de negociación de la OMC "para expandir el uso de productos no probados y no etiquetados de biotecnología agrícola, la cual representa un riesgo extraordinario a la salud pública, a la independencia de los agricultores y al ambiente". Esto es un absurdo total.

Primero, ¿qué es la biotecnología de cultivos? Los biólogos y agricultores pueden ahora seleccionar un gen útil específico de alguna de las especies y mezclarlo con una especie no relacionada. Anteriormente los criadores de plantas estaban limitados a introducir nuevos genes a través del arte del cruce de especies que eran bastante relacionadas, lo cual consumía mucho tiempo y era inexacto. Para cada cruce, miles de genes no deseados debían ser introducidos dentro de una especie. Años de "cruces de regreso"—criar cada generación de híbridos con la variedad comercial original durante varias generaciones—fueron necesarios para eliminar esos genes no deseados de tal forma que permanecieran únicamente los genes y características útiles. Los nuevos métodos son por mucho más precisos y eficientes. Las plantas que se producen son llamadas "transgénicos" o "modificadas genéticamente".

Los criadores de plantas han logrado bastante a través del uso de la biotecnología en los últimos años. Por ejemplo, han creado una exitosa clase de cultivo altamente resistente a los insectos al incorporar genes tóxicos de la bacteria de tierra Bacilus Thuringiensis. Durante décadas los agricultores han rociado esporas de Bt en los cultivos como un insecticida efectivo. Ahora, gracias a la increíble biotecnología, los criadores han producido variedades de maíz, algodón y frijol de soya que producen su propio insecticida. El Bt es tóxico principalmente para las destructivas orugas como el perforador europeo y el gusano del algodón; no es dañino para las aves, peces, mamíferos o la gente.

Otra clase popular de cosecha modificada genéticamente incorpora un gen de resistencia al herbicida, una tecnología que ha sido especialmente útil en el frijol de soya. Los agricultores pueden rociar herbicida en sus campos para matar malas hierbas sin dañar la cosecha. El herbicida más comúnmente usado es el Roundup de Monsanto (glifosato), el cual es considerado por los toxicólogos como un químico benigno para el ambiente que se degrada rápidamente, días después de haber sido aplicado. Los agricultores que utilizan Roundup Ready en sus cultivos no tienen que arar la tierra para controlar las malas hierbas, lo cual significa que hay menos erosión del suelo.

Y hay aún más buenas noticias para los agricultores pobres en los países en desarrollo. Los investigadores ya están trabajando en mejorar cosechas que ayudarán a los pobres en estos países. Por ejemplo, los investigadores han desarrollado el "arroz dorado", un cultivo que evitaría la ceguera de 500.000 hasta tres millones de niños pobres al año y mitigaría la deficiencia de vitamina A en aproximadamente 250 millones de personas en el mundo en desarrollo. Al insertar tres genes, dos de narcisos y uno de una bacteria, los científicos en el Swiss Federal Institute of Technology crearon una variedad de arroz que produce el nutriente beta-caroteno, el precursor de la vitamina A. Agrónomos en el Rice Research Institute en Las Filipinas planean cruzar la variedad, llamada "arroz dorado" debido al color producido por el beta-caroteno, con variedades locales bien adaptadas y distribuir las plantas resultantes a los granjeros de todo el mundo en desarrollo.

Otra forma en que la biotecnología puede ayudar a que los agricultores pobres cultiven más alimentos es mediante el control de las hierbas parasitarias, un enorme problema en los países tropicales. La cultivación no se puede deshacer de éstas, por lo que los agricultores se ven forzados a abandonar los campos infestados con las hierbas luego de unos cuentas temporadas de siembra. Las cosechas resistentes a los herbicidas, las cuales posibilitarían matar a las hierbas sin dañar las plantas cultivadas, serían una gran bendición para esos agricultores. El biólogo keniano, Florence Wambugu, sostiene que la biotecnología de cultivos tiene un gran potencial de incrementar la productividad agrícola en África sin demandar grandes cambios en las prácticas locales: Una semilla tolerante a las sequías beneficiará a los agricultores sin importar si éstos viven en Kansas o en Kenya.

Al incorporar genes de proteínas de los virus y bacterias, las cosechas pueden ser inmunizadas contra enfermedades infecciosas. El virus mosaico de la papaya había aniquilado a los agricultores en Hawai, pero una nueva variedad transgénica de papaya que incorporaba una proteína del virus es inmune a la enfermedad. Como resultado, los huertos de papaya hawaianos están produciendo nuevamente, y la variedad resistente al virus está siendo distribuida en los países en desarrollo. De igual forma, científicos en el Donald Danforth Plant Science en San Luis están trabajando en una variedad mandioca que es inmune al virus mosaico mandioca, el cual mató a la mitad de la cosecha de mandioca de África hace dos años. Las compañías biotecnológicas están otorgando amplias licencias para utilizar sus patentes a institutos de investigación internacionales y académicos que permitirán el desarrollo de cultivos fortalecidos genéticamente como la mandioca y el arroz que son especialmente importantes para los agricultores pobres del mundo en desarrollo.

Los cultivos transgénicos son seguros. Todas las cosechas utilizadas para cultivar alimentos transgénicos son ampliamente examinadas. De hecho, este tipo de cultivos son los productos alimenticios más cuidadosamente examinados en la historia del mundo. Lo que los activistas anti-globalización quieren es que los alimentos modificados genéticamente pasen por el mismo proceso de pruebas de laboratorio que tienen los productos farmacéuticos. Prácticamente ningún alimento convencional—los cuales todos han sido ampliamente modificados desde sus ancestros genéticos—podría pasar tal escrutinio.

¿Qué hay de esos riesgos extraordinarios para la salud humana? De nuevo, son puras tonterías. Desde que fue introducido a mediados de los noventa, "no ha habido una sola reacción negativa al alimento transgénico", afirmó Lester Crawford, sub-comisionado de la Administración de Alimentos y Drogas (FDA por sus siglas en inglés), en una conferencia reciente en el American Enterprise Institute en Washington, DC. "Mientras tanto", añadió, "hemos tenido decenas de miles de reacciones a los alimentos tradicionales". En otras palabras, a conocimiento del gobierno estadounidense, nadie ha sufrido más que un resfriado o dolor de estómago por culpa de los transgénicos.

La verdad es que un prestigioso panel científico tras otro ha concluido que el consumo de transgénicos es seguro, lo mismo ha dicho la FDA. Desde 1995, decenas de millones de estadounidenses han consumido alimentos modificados genéticamente. Hoy en día se estima que el 70% de los alimentos en los abarrotes estadounidenses son producidos utilizando ingredientes de cultivos transgénicos. En el 2000, un panel del National Reserach Council publicó un reporte que enfatizaba el hecho de que no pudo encontrar "ninguna evidencia que sugiera que los alimentos en el mercado hoy en día no son seguros para el consumo como resultado de la modificación genética". Transgenic Plants and World Agriculture (Plantas Transgénicas y Agricultura Mundial), reporte publicado en julio del 2000 que fue preparado bajo el auspicio de siete academias científicas de Estados Unidos y otros países, apoyó firmemente los cultivos modificados genéticamente, especialmente para los agricultores pobres del mundo en desarrollo. "A la fecha", concluye el reporte, "más de 30 millones de hectáreas de cultivos transgénicos han sido cosechadas y ningún problema de salud humana asociado específicamente con la ingestión de cultivos transgénicos o sus productos ha sido identificado". Ambos reportes concuerdan en que la ingeniería genética no representa más un riesgo a la salud humana o al ambiente natural de lo que representa la crianza convencional de cultivos. Incluso una reseña publicada en otoño del 2001 de 81 estudios europeos independientes sobre organismos modificados genéticamente financiada por la Unión Europea concluyó que no existe evidencia de que los alimentos transgénicos representen nuevos riesgos a la salud humana o el ambiente.

Hay que recordar que todos los genes de cualquier fuente alimenticia están compuestos por las mismas cuatro bases de ADN, y todos experimentan la degradación digestiva cuando se comen. La principal organización científica de Gran Bretaña, la Sociedad Real, publicó un reporte en febrero del 2002 que indicaba este hecho elemental de la biología cuando concluyó que, "Dada la larga historia de consumo del ADN a partir de una amplia variedad de fuentes, es probable que ese consumo no represente algún riesgo significativo a la salud humana, y que la ingestión adicional de ADN de alimentos modificados genéticamente no tenga ningún efecto".

En cuanto al etiquetado, es cierto que Estados Unidos no requiere que los alimentos hechos con ingredientes fortalecidos genéticamente sean identificados como tales. Eso se debe a que las leyes de ese país sobre alimentos y medicinas requieren que un producto sea etiquetado únicamente si la información es relevante para la salud o seguridad humana. Desdichadamente existe una excepción a esta regulación razonable—alimentos producidos orgánicamente. Los agricultores orgánicos se las ingeniaron para engatusar a las autoridades federales en permitir requerimientos especiales de etiquetado para sus productos. Por lo tanto, si algún consumidor se deja espantar por algún activista sin fundamento de que los alimentos transgénicos son perjudiciales, podrían ser seducidos a comprar alimentos orgánicos etiquetados más caros. Es su dinero, así que lo desperdicien como mejor quieran.

Los activistas entienden que el etiquetado obligatorio es una puerta trasera para detener la adopción de la tecnología al confundir a los consumidores y obligar a los agricultores a segregar los cultivos convencionales de aquellos modificados genéticamente. Tal segregación requeriría un gran esfuerzo de duplicación de la infraestructura, lo cual incluye separar silos para granos, vagones de tren, barcos, líneas de producción en las fábricas y molinos. Se ha estimado que construir la infraestructura paralela con el fin de mantener separados a los cultivos transgénicos de los convencionales podría costarle a Estados Unidos $4.000 millones.

La Unión Europea ha adoptado recientemente regulaciones de que todas las cosechas modificadas genéticamente sean etiquetadas. Estas nuevas regulaciones funcionan esencialmente como barreras no arancelarias al comercio agrícola. La UE justifica estas regulaciones sobre la base del llamado "principio de precaución" bajo el cual los reguladores no necesitan mostrar que un transgénico es inseguro para requerir que sea etiquetado. Los reguladores únicamente necesitan mostrar de que no ha sido declarado inofensivo, signifique eso lo que signifique. Echar por la borda el cálculo científico de riesgo y reemplazarlo por un enfoque preventivo abrirá todo el sistema internacional de comercio a interrupciones basadas en justificaciones arbitrarias. Los caprichosos requerimientos de etiquetado también proliferarán. Tales requerimientos injustificados de etiquetado son estigmatizadores y costosos y no ofrecen ningún beneficio sanitario ni de seguridad a los consumidores.

¿Qué hay de la independencia agrícola? ¿No se convertirán los agricultores en simples siervos de las multinacionales biotecnológicas? Esta actitud trata a los agricultores con condescendencia, si no desprecio. Si los productotes no pueden encontrar semillas que valgan, no las usarán. El problema para los activistas es que los agricultores pobres a los que se les da acceso a las semillas transgénicas las adoptan. De hecho, la biotecnología es la nueva tecnología agrícola que ha sido adoptada más rápidamente en la historia. Desde 1995, la extensión de cultivos transgénicos se ha disparado. A escala mundial, 145 millones de acres de cosechas modificadas genéticamente fueron plantadas en el 2002. De acuerdo con una investigación hecha por el International Service for the Acquisition of Agri-Biotech Applications, cerca de 6 millones de agricultores en 16 países escogieron plantar cultivos transgénicos, por arriba de los 5 millones en 13 países del 2001. Más de tres cuartos de estos agricultores eran de niveles de ingreso bajos en países en desarrollo.

Consideremos, por ejemplo, el caso del algodón resistente a los insectos en la India. El gobierno indio prohibió el algodón que era fortalecido genéticamente para combatir el gusano del algodón, pero algunos agricultores se las ingeniaron para contrabandear las semillas prohibidas. Los cultivos subsecuentes de algodón transgénico tuvieron un desempeño espectacular, aumentando el rendimiento hasta en un 80%, e incrementando el ingreso de los agricultores relacionado al algodón en un 500%. Ahora el gobierno aprueba las semillas.

En Brasil, similarmente, los agricultores han estado contrabandeando el frijol de soya resistente a los herbicidas durante años. Así que, ¿por qué los activistas no le permiten a los agricultores escoger por sí mismos? Porque cada vez que éstos han tenido la opción, han saltado a la oportunidad de plantar semillas modificadas genéticamente. Esa es la independencia real.

Finalmente, ¿qué riesgos representa la biotecnología al ambiente? Insignificantes. Los linajes de la biotecnología son difícilmente amenazadores como para pasar por encima de la ecología. Todas las plantas cultivables son consentidas y protegidas de los estragos de la naturaleza salvaje; a eso es lo que se le llama agricultura, y es por eso que no vemos al trigo invadiendo los bosques, o al maíz tomando los pastizales. ¿Pero características como la resistencia a las pestes o los herbicidas no podrían ser transferidas a las plantas salvajes, creando superyerbas? El polen puede viajar entre los cultivos transgénicos y parientes salvajes, pero el potencial de que cause problemas ambientales es mínimo.

Los oponentes a la biotecnología también presentan escenarios en donde los cultivos transgénicos promueven superpestes: hierbas reforzadas por genes para la resistencia de herbicidas o insectos inmunes a los pesticidas que proliferan en respuesta a cosechas con defensas químicas aumentadas. Como la bióloga de la Univesity of California en Davis, Martina McGloughlin, señala, "El riesgo del flujo de genes no es específico de la biotecnología. Aplica igualmente a las plantas resistentes a los herbicidas que han sido desarrolladas a través de técnicas de crianza tradicionales". Aún si un gen resistente a los herbicidas penetrara en una especie de hierba, la mayoría de los investigadores están de acuerdo en que sería muy improbable de que persista al menos que la hierba fuera sujeta a una presión de selección continua y significativa—es decir, rociada regularmente con un herbicida específico. Y si la hierba se convierte resistente a un herbicida, puede ser eliminada por otro.

Con respecto a promover la evolución de insectos resistentes a los pesticidas, eso ya sucede con los pesticidas rociadores convencionales. No existe razón científica alguna para destacar a las plantas transgénicas. James Cook, el biólogo de Washington State University, indica que los científicos que estudian los cultivos podrían lidiar con una creciente resistencia a los pesticidas de la misma manera en que lidian con la resistencia a los óxidos infecciosos en los granos: Usando técnicas convencionales de crianza, apilan genes para la resistencia a una amplia variedad de óxidos que evolucionan. De igual forma, afirma, "será posible desplegar diferentes genes Bt o pilas de genes y por ese medio estar delante de las poblaciones de pestes que constantemente evolucionan".

¿Contaminará el polen de los cultivos modificados genéticamente a las cosechas convencionales? Los activistas exageran la supuesta afirmación de que el maíz transgénico ha contaminado variedades locales no comerciales. Pero asumiendo que el hallazgo sea válido, ¿importa? "No existe base científica para creer que el cruce de los cultivos transgénicos pueda poner en peligro la biodiversidad del maíz", dijo Luis Herrera Estrella en su declaración emitida en diciembre. Herrera es un destacado científico de plantas y director del Centro para la Investigación y Estudios Avanzados en Irapuato, México. "El flujo de genes entre variedades comerciales y nativas es un proceso natural que ha venido ocurriendo durante muchas décadas. Tampoco hay razón para creer que estos genes se fijarán en los prados al menos que los agricultores los seleccionen para incrementar su productividad", añadió Herrera. "Al final de cuentas, eso resultaría en mejorar las variedades nativas".

El fondo de la discusión ambiental es que al mejorar la productividad, los cultivos biotecnológicos implican que menos bosques naturales y áreas de pastizales tendrán que ser aradas para producir alimentos para un mundo hambriento. Los cultivos resistentes a las pestes usan menos pesticidas químicos, y el futuro podría producir plantas resistentes a las sequías, y quizás incluso cosechas de granos que producen sus propios fertilizantes de nitrógeno. Todo esto sería enormemente beneficioso para el ambiente.

Si los activistas de Cancún tuvieran éxito en su guerra contra los cultivos modificados genéticamente, serán los pobres del mundo los que sufrirán. El International Food Policy Research Institute estima que la producción global de alimentos debe aumentar un 40% en los próximos 20 años para satisfacer el objetivo de una dieta mejor y más variada para una población mundial de alrededor de 8.000 millones de personas. Como concluyera el biólogo Richard Flavell en un reporte de 1999 para el IFPRI, "No sería ético condenar a las generaciones futuras al hambre al rechazar desarrollar y aplicar una tecnología que puede construir lo que nuestros ancestros nos brindaron y que puede ayudar a producir una alimentación adecuada para un mundo con casi 2.000 millones de personas más".

Él está en lo correcto.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.