Los acuerdos comerciales con Colombia y Panamá no deberían ser sacrificados

Daniel Griswold asevera que "Aunque ni el acuerdo con Colombia ni aquel con Panamá es tan importante en cuanto al comercio como el acuerdo con Corea, ambos son importantes para las políticas comercial y exterior de EE.UU. Ninguno de los dos debería sacrificarse por el apuro de aprobar el acuerdo surcoreano".

Por Daniel T. Griswold

El Presidente Obama puede continuar cosechando el éxito de la extensión de recortes de impuestos acordada entre ambos partidos trabajando con el congreso nuevo en 2011 para concretar la abandonada agenda comercial de EE.UU.

El comercio debería ser un componente importante de la agenda del congreso el próximo año. El crecimiento robusto del comercio, tanto de las importaciones como de las exportaciones, ha sido un componente importante de las anteriores expansiones económicas. Si los negocios estadounidenses esperan continuar expandiendo su producción y volver a contratar trabajadores, necesitarán venderle a mercados crecientes en el extranjero e importar la materia prima, los insumos intermedios y el equipo de capital que necesitan para fomentar la producción.

Si el presidente y los líderes del congreso quieren darle a la economía un estímulo y profundizar las relaciones con aliados importantes, la prioridad debería ser la aprobación de los acuerdos comerciales pendientes con Corea del Sur, Colombia y Panamá.

Es bueno que Obama esté promoviendo el acuerdo con Corea. El acuerdo comercial entre Corea y EE.UU., firmado en 2007, eliminaría gran parte de las barreras al comercio de productos entre los dos países, con unas pocas excepciones. También reduciría las barreras regulatorias y arancelarias a la exportación de servicios de EE.UU. hacia el séptimo cliente más importante de nuestra nación.

La administración si logró obtener concesiones de Seúl a principios de este mes que complazcan a los tres productores de automóviles de Detroit —Ford, Chrysler y General Motors— y al sindicato de Trabajadores de Automóviles. En el acuerdo modificado, el estado surcoreano aceptó una desgravación más lenta de los autos y camiones ligeros provenientes de Corea del Sur, una medida que no ayudará a vender un solo auto más hecho en EE.UU. pero que si a vender el acuerdo en el Capitolio.

Mientras que uno de los acuerdos se dirige a un voto en el congreso nuevo, el destino de los otros dos es incierto. Aunque ni el acuerdo con Colombia ni aquel con Panamá es tan importante en cuanto al comercio como el acuerdo con Corea, ambos son importantes para las políticas comercial y exterior de EE.UU. Ninguno de los dos debería sacrificarse por el apuro de aprobar el acuerdo surcoreano.

El acuerdo panameño es el más pequeño de los tres. Su principal atractivo para el congreso es un mejor acceso para las empresas estadounidenses que ofrecen productos y servicios que ayuden con la expansión del canal de Panamá, uno de los proyectos de obra pública más grandes del mundo.

El acuerdo comercial con Colombia se firmó en noviembre de 2006. La oposición más bulliciosa a este acuerdo se encuentra en el liderazgo de la AFL-CIO (Federación Americana de Trabajadores y Congreso de Organizaciones Industriales), la cual dice que los miembros de sindicatos son blancos de la violencia en Colombia y que los perpetradores no son enjuiciados. Los líderes del Partido Demócrata en el congreso están de acuerdo y han mantenido el acuerdo en un limbo desde 2008, cuando el presidente George W. Bush pidió que se votara para aprobar o negar el acuerdo.

Colombia ha sido un aliado fiel de EE.UU., tal vez nuestro mejor amigo en la región donde el venezolano Hugo Chávez ha estado trabajando para esparcir su marca de anti-americanismo conocida como “Socialismo del Siglo XXI”. Colombia también es una democracia sólida que acaba de elegir a un presidente nuevo, Juan Manuel Santos, quien está comprometido con la reducción de la violencia en el país y la promoción del Estado de Derecho mientras que combate lo que queda de la problemática insurgencia marxista de las FARC.

Durante el gobierno de Álvaro Uribe, las FARC fueron removidas de gran parte del territorio nacional, los homicidios se redujeron en un 40 por ciento y los asesinatos de miembros de sindicatos se redujeron en un 80 por ciento. El Sr. Santos ha prometido continuar con ese éxito.

Aprobar el acuerdo fortalecería nuestra relación con Colombia y recompensaría una democracia pro-EE.UU. También eliminaría gran parte de las barreras a las exportaciones estadounidenses a Colombia, promoviendo $1.000 millones adicionales en exportaciones, de acuerdo a la Comisión de Comercio Internacional de EE.UU. Colombia es un mercado particularmente bueno para los equipos estadounidenses de manufacturas, algo útil en esa economía rica en recursos. Las empresas estadounidenses, como Caterpillar Inc., se enfrentan a aranceles considerables en Colombia. Conforme Colombia negocie e implemente acuerdos comerciales con Canadá, la Unión Europea y Brasil, los productores estadounidenses estarán en una desventaja competitiva. Porciones del mercado se perderán si el congreso no actúa.

A mediados de diciembre, el vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs, dijo que la administración no buscaría un voto acerca del acuerdo con Colombia en algún momento cercano “porque no tiene los votos”. Eso es cuestionable. Los líderes entrantes del congreso republicano están dispuestos a respaldar los tres acuerdos y podría esperarse que trabajen duro para conseguir los votos.

Esto parece ser una profecía conveniente para la administración. Si los votos no están ahí para el acuerdo colombiano, esto es así solamente porque el Sr. Obama ha fracasado en utilizar el mismo liderazgo que recientemente mostró al encaminar el acuerdo surcoreano hacia su aprobación.

Este artículo fue publicado originalmente en el Washington Times (EE.UU.) el 22 de diciembre de 2010.