Lo que Kamala Harris no entiende acerca de la desigualdad
Chelsea Follett recuerda que la humanidad alguna vez casi universalmente pobre y miserable y que en un estado ampliamente compartido de privación, cualquier progreso puede crear desigualdad.
Por Chelsea Follett
La vicepresidenta Kamala Harris dijo, frente a la reciente aprobación de la ley de infraestructura, que el mundo ha viso “un aumento dramático de la desigualdad”.
Continuó, “¿Por qué es que 1 de cada 4 personas en nuestro mundo carece de acceso a agua potable limpia en su casa? ¿Por qué es que 1 de cada 3 mujeres en el mundo experimenta violencia sexual o física durante su vida? ¿Por qué solo la mitad del mundo tiene acceso al Internet? ¿Por qué hemos permitido que tantos niños pasen hambre en el mundo cuando sabemos que producimos suficientes alimentos para alimentar a todos?”
Con todo respeto para la vicepresidenta, las respuestas a estas preguntas revelan un enorme progreso.
El agua sucia, alguna vez un peligro casi universal, ahora es cada vez más una tragedia extraña. Hoy, más de 90 por ciento de las personas tienen acceso a una fuente mejorada de agua potable. Hasta 1990, esa cifra era de 80 por ciento. Los datos de la Universidad de Washington muestran que, en ese entonces, la tasa de mortalidad relacionada con fuentes no seguras de agua era de 42 personas por cada 100.000 habitantes. Hoy, es menos de 18 por cada 100.000 personas. Dicho de otra manera, en 1990, casi 4 por ciento de las muertes globales podían ser atribuidas a fuentes inseguras de agua. Eso desde ese entonces se ha reducido a la mitad, a menos de 2 por ciento. Si esta tendencia positiva continúa, todos en el planeta pronto podrán gozar de agua potable limpia.
Los datos confiables acerca de la violencia contra las mujeres algunas veces son difíciles de conseguir. Dicho esto, se ha dado un progreso admirable en el trato hacia las mujeres. La tolerancia del abuso y violencia sexual ciertamente ha disminuido en EE.UU. Había un tiempo en el que los matrimonios obligados a una edad joven eran comunes a nivel mundial, y en el que la violación dentro del matrimonio era legal en prácticamente todo el mundo. Hasta tan recientemente como la década de 1960, las mujeres se casaban, en promedio, a los 16 años en Mali y Burkina Faso y a los 17 en Ghana. Hoy, eso ha aumentado a 18, 20 y 23 años, respectivamente. La aprobación de golpear a la esposa es ahora algo extraño alrededor del mundo.
¿Por qué es que solo la mitad del mundo tiene acceso al Internet? Probablemente porque esa notable innovación es tan joven. Es difícil imaginar al mundo sin Internet, pero la información alguna vez fue escasa, y la desigualdad en el acceso a la información era abominable. Hoy, cualquiera con un teléfono inteligente puede leer cantidades gigantescas de sabiduría, algo que enloquecería de la envidia a los académicos de la antigua Alejandría.
Considerando que Internet solo ha estado disponible al público desde 1991, el crecimiento explosivo del acceso al Internet a nivel global es algo impresionante. Menos de un 9 por ciento de la gente usaba internet en 2000, y menos de un 35 por ciento lo hacía en 2010. Hoy, alrededor de la mitad del mundo y tres cuartos de los estadounidenses usan Internet, pero esa estadística puede que subestime la disponibilidad de Internet. Después de todo, algunas personas no desean utilizar Internet —muchas personas mayores de edad caen dentro de esta categoría— pero fácilmente podrían tener acceso sí lo desearan.
En África Sub-Sahariana, la región más pobre del mundo, los teléfonos inteligentes están cayendo rápidamente de precio. Mientras que hoy solo un tercio de los sub-saharianos tienen un teléfono inteligente, ese número se espera que aumente a 67 por ciento para 2025, igualando todavía más el acceso al conocimiento.
Harris tiene razón de que la humanidad produce suficientes alimentos. Los agricultores producen suficiente en teoría para proveer a cada persona en el planeta con casi 3.000 calorías cada día, mucho más de la recomendación estándar de alrededor de 2.000 calorías al día. A principios de la década de 1950, más de 50 países encuestados por la ONU tenían un problema de oferta de alimentos de menos de 2.000 calorías por persona al día. Para 2017, solo dos países satisfacían esa definición.
Ya no hay hambrunas excepto en casos de guerra, desastres naturales u otra inestabilidad distinta a aquellas relacionadas con el mercado. Los países con las tasas más altas de malnutrición infantil son Burundi, Níger, y la República de África Central (CAR). Estos países son inestables y son unos de los menos libres en la tierra, particularmente en la esfera económica.
Burundi ha visto un aumento reciente en la tortura por parte de agentes del estado, Níger está luchando con olas de violencia por parte de militantes radicales, y la CAR está en tal estado de caos violento que sus guardias presidenciales recientemente abrieron fuego contra los cascos azules de la ONU. Pero donde sea que los mercados pueden operar, el hambre se ha vuelto cada vez más raro, resultando en un declive a nivel global en la malnutrición infantil.
La desigualdad ha caído de muchas maneras. Pero cuando pensamos acerca de la desigualdad, es esencial recordar que la humanidad alguna vez fue casi universalmente pobre, hambrienta y miserable. En un estado de privación ampliamente compartido, cualquier progreso puede crear desigualdad. Pero la igualdad en la miseria no es deseable, haciendo que la afirmación de Harris acerca de un auge en la desigualdad global sea sumamente engañosa.
Este artículo fue publicado originalmente en The National Review (EE.UU.) el 19 de noviembre de 2021.