Lo que Jack Ma y John Maynard Keynes no entienden acerca del progreso humano
Ryan Bourne dice que en el pasado reciente, aunque la productividad aumentó marcadamente, los seres humanos hemos mantenido nuestro deseo de mejorar y de tener un trabajo significativo.
Por Ryan Bourne
El economista británico John Maynard Keynes una vez dijo que “Los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto”. No queda claro si el multimillonario chino Jack Ma es un discípulo de Keynes, o si se considera así mismo inmune a las reflexiones de los economistas. Pero al preveer que la tecnología y la automatización podría darnos como resultado una semana de trabajo de 12 horas, Ma ciertamente nos recuerda el pensamiento keynesiano acerca del progreso económico.
Compartiendo el escenario con el empresario estadounidense Elon Musk en Shanghai, el fundador de Alibaba, Ma, esta semana predijo que la inteligencia artificial y la automatización producirán aumentos en la productividad sin precedente. Ofreciendo una historia positiva acerca de sus efectos, sugirió que producir más con menos trabajadores reducirá el tiempo deseable de trabajo a tan solo “tres días a la semana, cuatro horas al día”. En cambio, podremos pasar más tiempo gozando de “ser seres humanos” y yendo al “karaoke por las noches”.
En un ensayo de 1930 titulado “Las posibilidades económicas para nuestros nietos”, Keynes hizo una predicción similar. Después de un siglo, él sostenía estaríamos entre cuatro a ocho veces más ricos. Tales serían los avances tecnológicos en la producción de mayores unidades con menos insumos, que nuestras necesidades económicas podrían ser satisfechas con tan solo trabajar “en turnos de tres horas o en una semana de quince horas”. Incluso trabajar así sería el reflejo de nuestro deseo natural como humanos de querer mantenernos ocupados, en lugar de dejar de ser necesitados. ¡Keynes incluso predijo que la gente tendría más tiempo para cantar también!
Conforme contemplamos las largas horas que pasaremos en nuestros escritorios esta semana que viene, es fácil, en retrospectiva, descartar las proyecciones de Keynes como un vuelo imaginario. Pero de hecho, mucho de lo que escribió fue profético. En donde se equivocó debería hacernos recibir con escepticismo los comentarios de Ma acerca de lo que significa ser humanos.
La predicción de Keynes acerca de nuestra bonanza de prosperidad fue impresionantemente precisa. Todavía faltando una década, EE.UU. ya es seis veces más rico en términos de PIB per cápita real que a vísperas de la década de 1930.
Las mejoras en la tecnología de los electrodomésticos ha implicado que el tradicional “trabajo del hogar” —lo básico como la lavandería, la cocina, y la limpieza— ahora tome menos tiempo. De haber sido una ocupación casi a tiempo completo (38 horas) en 1930 este ahora toma tan solo 15 horas en 2015. Si las predicciones de Keynes hubiesen sido acerca de las tareas de la casa, hubiese acertado en el blanco.
Donde se equivocó es en lo que la tecnología y la innovación significarían para las horas trabajadas y pagadas. Si, las horas de producción a tiempo completo de los trabajadores han caído desde 48 horas hasta 40 horas desde 1930. En otras palabras, las mejoras en la productividad, nos aportaron todo un día libre adicional, conforme vimos el nacimiento del fin de semana. Como resultado de más empleos a tiempo parcial y flexibles, las horas de trabajo promedio de una persona empleada han caído de 38 horas a la semana en 1950 a 34 horas a la semana en 2014. Aún así no estamos ni remotamente cerca de las 15 horas a la semana que él predijo.
Keynes subestimó severamente que, cuando somos libres de elegir, la mayoría de nosotros escogemos una mejora y avance material todavía mayor, y valoramos la dignidad inherente que proviene del trabajo productivo al servicio de otros. Conforme el progreso aumenta los salarios, el costo de oportunidad del tiempo libre también aumenta. Enfrentados con este costo de oportunidad, todavía mantenemos un número importante de horas de trabajo.
Esta búsqueda de un bienestar material no es una falla moral, como Keynes insinuó. De hecho, es precisamente este deseo de tener una mejor vida lo que ha impulsado el progreso durante los últimos 250 años. La mayoría de las personas no están contentas con mejoras modestas en su calidad de vida derivadas de los avances tecnológicos que producen un poco más con cada vez menos trabajadores, lo cual nos permite tener más “diversión”. Muchas personas quieren disfrutar de los mejores productos, servicios y experiencias posibles para ellas y sus familias. Quieren sentir la dignidad de que sus servicios son necesitados. Quieren ver que su calidad de vida se dispara hacia arriba.
Si las predicciones acerca de la automatización son correctas, entonces los próximos 30 años bien podrían verse mejoras rápidas en la tecnología, como Ma insinúa. El empleo en el sector de servicios podría ser revolucionado, estando muchas tareas que actualmente desempeñan los abogados o los doctores listas para ser automatizadas o para ser reemplazadas con inteligencia artificial o la robótica. Esto nos hará más ricos, y perturbará las ocupaciones establecidas y los patrones del trabajo. Desde una perspectiva de política pública, eso traerá consigo demandas de protección de empleos y de que sean restringidas las innovaciones. Las predicciones de un “desempleo masivo” alimentarán los llamados a que se creen grandes programas sociales también, ya sea el ingreso universal básico o empleos en un proyecto estatal que le de a la gente un propósito significativo.
Pero el siglo pasado nos muestra que no debemos temer el cambio tecnológico, ni presumir que sus efectos sobre el mercado laboral tendrán consecuencias sociales ampliamente destructivas o que cambiará quienes somos. Conforme la oportunidad de tiempo libre y más confort ha surgido, hemos mantenido nuestro deseo de mejorar y de tener un trabajo significativo. Esto demuestra que no hay discrepancia entre el empleo y “ser seres humanos”. El esfuerzo y el trabajo son parte de nuestra identidad.
En contra de lo que sostienen Ma y Keynes, entonces, dudo que una mayor productividad resultará en que las masas se vuelquen a cantar karaoke. Disfrutaremos de más comodidad y de la opción de tener más tiempo en familia y libre, si. Pero el pasado reciente sugiere que los trabajadores se trasladaran hacia empleos que aporten nuevos emprendimientos empresariales, actividades vocacionales significativas, y nuevos empleos en donde el contacto y el esfuerzo humano son altamente valorado por clientes todavía más enriquecidos.
Este artículo fue publicado originalmente en Medium (EE.UU.) el 1 de septiembre de 2019.