Lo que alimenta al estatismo no es solo la ideología

Alberto Mingardi reseña el pensamiento del recientemente fallecido economista Anthony de Jasay, quien sostenía que sin importar la ideología, los estados siempre encuentran la forma de justificar su crecimiento.

Por Alberto Mingardi

“¿Qué hicieras si fueras el estado?” Así empieza el mejor libro sobre teoría política que usted nunca leyó. El estado, escrito por el economista húngaro Anthony de Jasay, fue publicado en 1985 y ha sido mantenido en circulación por Liberty Fund, una fundación liberal clásica en Indianápolis. Jasay, quien murió el 23 de enero a sus 95 años, era un académico caballeroso. Huyó del bloque comunista cuando tenía 23 años para completar su educación en Australia y posteriormente en Cambridge. Luego de una carrera en finanzas, volvió a sus emprendimientos académicos, estableciéndose en Normandía, Francia, en 1979.

Allí escribió nueve libros, incluyendo colecciones de ensayos. El estado obtuvo la atención del Premio Nobel James M. Buchanan, quien apreció su análisis “contundente como una roca” y le confirió una reseña elogiosa en la revista Public Choice.

El estado cuestiona algunas certezas antiguas acerca de la política y de la economía. Las sociedades occidentales suelen creer que las elecciones importan, y los ciudadanos gastan mucho tiempo debatiendo los méritos relativos de ser gobernados desde la derecha o la izquierda. Últimamente ese debate se ha convertido en un concurso entre las élites y los populistas.

Jasay argumentaba que los líderes en sí importan mucho menos de lo que se supone y que todos los gobiernos últimamente buscan maximizar su poder discrecional.

Eso podría parecer como una generalización exagerada, pero considere como los economistas piensan acerca de las empresas. Una empresa es un emprendimiento humano complejo. Los administradores y accionistas puede que tengan intereses en conflicto. Los individuos dentro de la empresa pueden tener un efecto considerable sobre su dirección, particularmente en empresas más pequeñas o jóvenes. Aún así, muchos economistas asumen correctamente que el objetivo de toda empresa es maximizar sus ganancias. Esta es una simplificación, pero es útil para comprender las decisiones que toman las empresas.

Simplificaciones similares se aplican al estudio de los gobiernos. Las burocracias difícilmente son homogéneas. Distintos grupos podrán luchar por recursos y poderes. Los políticos difieren, algunas veces de manera marcada, tanto en sus ideas como en su carácter. Pero los gobiernos —como las empresas— tienen tendencias estructurales básicas. El estado siempre busca expandirse.

La redistribución, sostenía Jasay, es “adictiva”. El momento en que el gobierno empieza a distribuir regalos, los mecanismos sobre los cuales se fundamente la sociedad y la economía cambian. Las empresas y grupos de intereses tienen un nuevo incentivo para esforzarse por ganarse el favor del estado. Así, las empresas suelen desviar sus recursos y atención desde los ingenieros hacia los abogados, desde atender a los clientes hacia capturar a los tomadores de decisiones. “Mientas más grande es el alcance del estado, más grande es la posibilidad de enriquecerse de sus ordenes”, escribió Jasay.

Mientras que los “free riders” (algo así como beneficiarios gratuitos) usualmente se topan con la desaprobación en los mercados y en los ambientes sociales —los intrusos en las fiestas son expulsados, y las empresas trabajan para eliminar los hoyos por donde pierden ganancias— estos le sientan muy bien a los políticos. Cuando usted está buscando votos, los regalos son una forma fácil de obtenerlos. Mientras más grande es el gobierno, más difícil es para los electores darse cuenta de las nuevas transferencias del gobierno o de los costos que estas imponen. “Cuando a otro ‘free rider’ se le permite montarse, los pasajeros que ‘pagan la cuenta’ tienen toda la posibilidad de permanecer desinformados acerca de este hecho, así como también de su efecto sobre las ‘tarifas’ que tienen que pagar”, escribió Jasay.

Pero, ¿acaso no es necesario que haya algo de redistribución en cualquier sociedad? El estado podrá encargarse de los grupos de intereses que buscan capturar rentas, pero también paga por las carreteras, la educación y otros bienes públicos. Esto es cierto, pero como explicó Jasay, no se puede tener lo uno sin lo otro. Cualquier sistema político que permite que el gobierno interceda en la economía provocará una guerra de pujas entre las empresas y los grupos de intereses, todo lo cual conduce a un incremento en la cantidad de recursos redistribuidos.

Ciertamente que una buena constitución podría servir de ayuda para limitar el crecimiento de un estado. Así lo consideraron los liberales clásicos estadounidenses, desde los Padres Fundadores hasta Buchanan. Pero, como explicó Jasay, el estado no es como Ulises, que se ató al mástil de su barco para prevenir ser atraído por el canto de las sirenas. Para empezar, Ulises temía a las sirenas, mientras que el estado lucra de un gasto que crece cada vez más —al menos en el corto plazo, que es todo lo que consideran muchos políticos. Además, una vez atado, Ulises no puede librarse de sus ataduras, solo sus compañeros del barco lo pueden librar. El gobierno, en cambio, “siendo al mismo tiempo el monopolista de todo el sistema de ejecución de la ley, siempre puede librarse de sus ataduras”.

Jasay escribió El estado durante los años de Thatcher y Reagan, cuando los vientos políticos soplaban en contra de la idea de un estado cada vez más grande. Él reconoció la existencia de diferencias ideológicas pero creía que el ímpetu estructural de un estado era más fuerte que la ideología. “La ideología”, resaltó Jasay, “tarde o temprano emitirá de manera providencial el permiso para precisamente el tipo de acción que es eficiente que el estado emprenda”. Esto es, el estado siempre encuentra una forma de justificar su crecimiento.

Hoy, los nativistas de la derecha y los multi-culturalistas de la izquierda ambos buscan un papel más amplio para el estado. Restringir la inmigración implica restringir la actividad económica —sin los papeles indicados, usted se queda sin un trabajo. Ofrecer protecciones especiales a grupos especiales requiere multiplicar las leyes y los mecanismos de cumplimiento de la ley. Ningún lado realmente y consistentemente argumenta a favor de un estado más pequeño.

Los realistas políticos como Jasay muchas veces son descalificados como 'Casandras' porque son apasionados destructores de todas las fantasías políticas. Pero no nos enfrentaremos a nuestros verdaderos retos políticos sin los recordatorios de aquellos como Jasay, quienes nos recuerdan lo que es cierto.

Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 4 de febrero de 2019.