Lo logorrea del demagogo
Manuel Suárez-Mier destaca similitudes en la locuacidad excesiva de Donald Trump en Andrés Manuel López Obrador.
El diccionario define logorrea como locuacidad excesiva o habla incontrolable y continua característica de enfermedades asociadas con diversas manías que siguen al “pensamiento ideofugitivo”, flujo incesante de asociaciones mentales, o “saltígrado”, trastorno esquizofrénico.
Este término será cada vez más común pues es el más apropiado para describir el discurso incesante de demagogos incapaces de dejar el micrófono, a pesar que su hablar perenne los mete en aprietos cada vez mayores al caer en contradicciones y revelar sus desequilibrios mentales.
En EE.UU. es evidente que Donald Trump padece un caso avanzado de logorrea porque ya sea en persona o vía tuiter no puede callarse, y mucho menos ponderar lo que va a decir o tuitear, por lo que los verificadores de datos del Washington Post registran 7.645 mentiras desde su acceso a la Presidencia.
Un buen ejemplo lo ilustra lo que ha dicho sobre “el muro que habría de pagar México”, sin entrar en mayor detalle: desde que anunció su candidatura hasta su toma de posesión lo repitió 212 veces, de acuerdo al registro exhaustivo de sus discursos, declaraciones y tuits que mantiene el sitio <Factaba.se>.
A la afirmación citada y dependiendo de su humor, le agrega sandeces como “México pagará el 100% del muro, no el 99%, ¡ya dije que el 100%!” o que “los mexicanos estarán muy contentos de hacerlo (pagar el muro)”. La prensa lo obligó eventualmente a definir cómo forzaría a México a pagar:
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Ante el amago de cortar el flujo de 30 mil millones de dólares de remesas que los mexicanos en EE.UU. envían a su país, Trump exigirá un pago al gobierno de entre 5 y 10 mil millones, “que seguro lo harían”, y amenazó también con imponer tarifas, cancelar visas o elevar su costo.
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Anunció que decomisaría las “enormes fortunas” del Chapo Guzmán y otros narcotraficantes.
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En su “contrato con el votante” de octubre 22/2016, afirmó que “el muro se construirá, en el entendido que México le reembolsará a EE.UU. su costo completo”, documento que solemnemente firmó y juró cumplir.
Esta reiterada alusión al muro y su pago explica por qué Trump tiene en México la aprobación más baja entre todas las naciones, mientras la simpatía de los mexicanos por EE.UU. y su gente se desploma, lo que explica la enorme hostilidad contra Peña Nieto por invitarlo cuando era candidato.
En la logorrea trumpiana el pago de México por el muro, en mágica mutación resulta que ya se está concretando con los “ahorros” que genera a favor de EE.UU. el revisado acuerdo comercial de Norteamérica, ¡que no existe, al no haber sido aprobado por los legisladores de los países! –como escribí la semana pasada.
Los evaluadores de la verdad del Washington Post han tenido que idear una nueva categoría para el fenómeno Trump, el “Pinocho sin fin”, que analiza sus fantasías acumuladas, aunque muten, como la del muro, pero que son falsas y merecieron cada una 4 Pinochos, la calificación para un engaño integral.
Ojalá que alguien en los medios o los think-tanks mexicanos se anime a diseñar un método de cotejo similar para medir las fantasías del nuevo Presidente, quien también padece un avanzado caso de logorrea, que es obvio en el manejo que le da a las decisiones que toma por capricho y luego intenta explicar.
Ello está a la vista en la cancelación del aeropuerto, la creación de la guardia nacional o la escasez de combustibles atribuida por él a la lucha contra el huachicoleo. En todos estos casos la explicación inicial se fue trasmutando sin ninguna aclaración, cifras o lógica para respaldar las distintas versiones.
La aguda logorrea que sufren los mandatarios de ambos países evidencia un nuevo y notable paralelismo en su personalidad y comportamiento, en buena medida atribuible a su formidable narcisismo.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 18 de enero de 2019.