Libre comercio y libertad económica en América Latina
Por James D. Gwartney y Ian Vásquez
Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En la Cumbre de las Américas a realizarse proximamente en Quebec, Canadá, los líderes americanos podrán al fin considerar seriamente el establecimiento de una zona de libre comercio desde Argentina hasta Alaska. Pero la reunión es también una oportunidad para que los críticos de una medida así puedan citar la falta de certeza en el desempeño de algunas economías y la inestabilidad política de gran parte de América Latina como una razón para oponerse a la iniciativa comercial. ¿Por qué promover una mayor liberalización comercial cuando los países andinos, desde Venezuela hasta Bolivia presentan distintos grados de crisis financiera y Argentina está coqueteando con el posible no pago de su deuda soberana?
La respuesta es que hoy, más que nunca antes, el desarrollo económico sostenido depende de la existencia de políticas e instituciones estables. Durante los últimos cinco años, hemos publicado anualmente un índice de libertad económica que clasifica a los países en relación con la conformidad que sus políticas tienen con los principios del libre mercado (por ejemplo, tamaño reducido del estado, impuestos bajos, moneda estable, resguardo a los derechos de propiedad y libre comercio). Nuestro índice de Libertad Económica Global: Informe Anual 2001 presenta la clasificación de más de ciento veinte países. El informe confirma la visión de Adam Smith de que los socios comerciales, tanto en países ricos como pobres, son capaces de obtener un mayor nivel de ingresos como resultado de las ganancias de la especialización y la producción a gran escala. Es un hecho que las economías libres han crecido más rápido y han alcanzado un mayor nivel de ingresos que las economías menos libres.
El índice de este año incluye también un índice más extenso para un grupo menor, compuesto por cincuenta y ocho países, para los cuales se pudo obtener una mayor cantidad de datos. Además de los criterios mencionados con anterioridad, el índice extenso incorpora diferencias regulatorias entre los países, que interfieren con los mercados y hacen más difícil la entrada en ellos para compertir de manera libre.
Tal como en años anteriores, Hong Kong fue considerada la jurisdicción económica más libre del mundo. Fue seguida por Singapur, Estados Unidos, Nueva Zelandia, El Reino Unido, Irlanda y Canadá. Chile (empatado en el puesto #16 con Alemania) fue el país latinoamericano mejor clasificado. Argentina ocupa el puesto número 30, México el 42 y Brasil el 55. Las economías de Venezuela, Ucrania y Rusia, fueron las menos libres de las cincuenta y ocho que se analizaron.
El Indice Extenso hace más fácil que se expliquen algunos de los males que afectan América Latina. Por ejemplo, un sistema legal capaz de resguardar los derechos de propiedad y de hacer efectivos los contratos de manera imparcial es algo central tanto para la libertad económica como para el progreso. De hecho, la permanencia en el tiempo de las reformas económicas, descansa en gran parte en la aplicación pareja de la ley. La libertad para competir en el mercado es también fundamental para el desarrollo económico. No obstante, los países latinoamericanos obtienen una calificación bastante baja en ambas áreas.
Siete de los países peor calificados en cuanto a la efectividad de sus sistemas legales son latinoamericanos - El Salvador, Colombia, México, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Perú-. La situación fue bastante similar en la libertad para la competecia empresarial, en donde seis países latinoamericanos - Colombia, Argentina, Bolivia, Ecuador, México y Venezuela- se ubicaron entre los 10 peor calificados. Entre los cincuenta y ocho países del Indice Extenso, Chile fue el único país latinoamericano ubicado en la mitad mejor calificada en ambas categorías.
Dada la prominencia de los países andinos peor clasificados en el índice, se hace más fácil entender la actual inestabilidad de la región. Por ejemplo, Perú adoptó medidas de libre mercado en forma acelerada a principios de los años noventa, al igual que muchos otros países latinoamericanos que privatizaron empresas, bajaron aranceles y se deshicieron de muchas restricciones a la inversión. Pero el sistema judicial peruano y el imperio de la ley se mantuvieron frágiles durante el personalista decenio de Alberto Fujimori. El auge actual de candidatos populistas de izquierda como favoritos para ganar la presidencia no debiera sorprender. Cuando Fujimori abandonó Perú en medio de escandalos de corrupción, dejó atrás a una ciudadanía que erróneamente atribuye el mediocre desempeño de su economía a las reformas de mercado. Esto es especialmente desafortunado para un país que no tuvo ni tiene la estructura institucional capaz de sostener las reformas que se implementaron.
Del mismo modo, Argentina sólo se ha aventurado parcialmente en el camino de la libertad económica, a pesar de haber introducido reformas profundas hace una década. Como en Perú, el sistema político argentino perdió interés en la liberalización a mediados de los noventa. Su ambiente proclive a la regulación continúa desincentivando el crecimiento económico y la creación de empleos. Por ejemplo, las leyes laborales inspiradas en Mussolini aún vigentes en el país, están completamente a destiempo con la economía moderna, incrementando el costo de contratación, y son directamente responsables del crónico nivel de desempleo argentino de un 14%. En este caso, tampoco no nos sorprende que la falta de reformas haya producido retornos decrecientes y esté empujando al país hacia la crisis.
No obstante, no cabe duda que la región está mejor posicionada hoy que durante los días de las políticas de desarrollo "hacia adentro" que tuvieron su punto cúlmine en la década perdida de los ochenta. Los logros latinoamericanos en cuanto a libertad económica han aumentado el crecimiento y disminuido los niveles de pobreza. Desde 1987 hasta 1998, por ejemplo, el nivel de crecimiento de un 7% ha permitido que Chile reduzca su nivel de pobreza de un 45% a un 22%.
Una zona hemisférica de libre comercio proveería beneficios indirectos que van más allá de los aumentos inmediatos en los niveles de crecimiento y bienestar. Esto porque la apertura comercial encarece la adopción de políticas que generen inestabilidad. Cuando las economías se abren, tanto los emprendedores como el capital de inversión abandonarán aquellos países que insistan en imponer impuestos altos, regulaciones restrictivas y una política monetaria inflacionaria. Este éxodo potencial restringe el accionar de los líderes políticos. Les impone lo que Thomas Friedman ha denominado en su libro The Lexus and the Olive Tree "la camisa de fuerza dorada".
Por lo tanto, un área de libre comercio de las américas hará mucho para desincentivar la adopción de malas políticas en una región en la cual el crecimiento continúa siendo inhibido por un medio ambiente legal y regulatorio tendiente al favoritismo, la protección de firmas existentes y la imposición de una alta carga impositiva. Hong Kong y Singapur demuestran que apertura y libertad económica son complementarias. De hecho, son las economías más abiertas del mundo y están clasificadas como las dos economías más libres también. La relación entre apertura y políticas que privilegian la estabilidad no es coincidencia. Cuando tanto el comercio como el capital son libres de ir y venir, los líderes políticos tienen un fuerte incentivo para seguir políticas sensibles.
Es tiempo para dar a los líderes políticos un fuerte incentivo para adoptar políticas más consistentes con la estabilidad de precios, el imperio de la ley y otras dimensiones de la libertad económica. Un Area de Libre Comercio para las Américas no sólo aumentará la competitividad de los mercados sino que aumentará también la competitividad entre las jurisdicciones políticas. Dada la creciente necesidad de una reforma significativa en América Latina, este bien puede ser el principal beneficio derivado del libre comercio en las américas.