Liberen a África de sus elites políticas

Por Doug Bandow

Israel puede enojar hasta al presidente Bush. Washington dice que recortará $290 millones de los $3.000 millones prometidos en garantías de préstamo debido a que el gobierno de Ariel Sharon continúa construyendo asentamientos y un muro de seguridad en la Rivera Occidental, anexando efectivamente áreas palestinas a Israel.

"No es su problema", responde Zitrin Eliezer, un colono israelí en la Rivera Occidental.

De hecho, las políticas de Israel no serían problema de Estados Unidos si Washington no apoyara a Israel. Y si ese apoyo no se convirtiera en odio y terrorismo contra Estados Unidos.

No hay excusas para los atentados suicidas palestinos, pero las acciones de Israel también exacerban las hostilidades. Durante un tiempo las autoridades israelíes discutieron públicamente asesinar o mandar al exilio al líder de la Organización para la Liberación Palestina, Yaser Arafat.

Aún peor es la discusión sobre una limpieza étnica. Un segmento extremista de la población israelí ha apoyado durante mucho tiempo la expulsión, la cual es el objetivo implícito de la mayoría de los colonos. La frustración por los asesinos ataques suicidas ha incrementado el apoyo popular hacia esta cruel acción.

El columnista estadounidense Ben Shapiro también apoya la limpieza étnica: "Si uno cree que el Estado judío tiene derecho a existir, entonces uno debe permitir que Israel transfiera a los palestinos y a los israelíes-árabes de Judea, Samaria, Baza e Israel propiamente dicho".

Los eufemismos salen de su boca: "No es genocidio; es una transferencia". Checoslovaquia y Polonia se lo hicieron a los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial. Sacar a la fuerza de sus hogares a cerca de cinco millones de árabes está bien porque "los judíos no son nazis".

Pero limpieza étnica implica provocar sufrimiento masivo y muerte. Después de todo, los musulmanes se verían obligados a abandonar todo.

Eso significaría arrasar sus villas, destruir sus hogares, y matar a algunos de ellos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, un estimado de nueve a quince millones de alemanes fueron expulsados de tierras ancestrales en Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania y Yugoslavia. R.J. Rummel, autor de Death by Government (Muerte por el Gobierno), estima el número de víctimas mortales entre 500.000 y 3.7 millones, lo más probable siendo 1.9 millones.

No sorprende que Shapiro concluya que: "Es momento de dejar de ser delicados".

Todavía, en principio, la separación pareciera ser la mejor respuesta para acabar con la matanza. Por este motivo un muro tiene sentido—si de hecho separara a los judíos de los árabes.

Desdichadamente, para proteger a un número de asentamientos israelíes dispersos en medio de comunidades palestinas, Israel está actualmente mezclando a judíos y árabes y separando a árabes de árabes. Así se siembran las semillas del conflicto.

Luego de 36 años de ocupación, la tierra permanece casi exclusivamente en manos árabes. La limitada presencia judía es el resultado de una colonización consciente.

En 1978, cuando los acuerdos del Campo David fueron alcanzados con la ayuda del presidente Jimmy Carter, existían únicamente 4.000 colonos judíos en las tierras ocupadas. Con los subsidios excediendo ahora los $1.000 millones al año, el número de colonos ha llegado a 230.000.

Los asentamientos requieren una profunda ocupación militar israelí, lo cual impone un sistema de apartheid de facto. Avraham Burg, antiguo vocero del Knesset de Israel, escribe:

"Es muy cómodo ser un sionista en los asentamientos de la Rivera Occidental... Cuando se viaja en la autopista rápida que elude por tan solo un kilómetro los puestos de control palestinos, es difícil comprender la experiencia humillante para el árabe que debe pasar lentamente a través de los malos caminos bloqueados que les están asignados a él. Un camino para el ocupador, un camino para el ocupado".

En juego está el futuro de la democracia de Israel. Hay cerca de 5.3 millones de judíos en Israel y aproximadamente 230.000 en los territorios ocupados. Hay 1.3 millones de árabes en Israel y cerca de 3.4 millones en Gaza y la Rivera Occidental. Dadas las respectivas tasas de nacimiento, pronto habrá más árabes que judíos en el territorio combinado.

Uri Dromi, del Instituto de Democracia de Israel, indica que "ya sea le damos a los palestinos derechos iguales, en cuyo caso Israel dejaría de ser judío, o no lo hacemos, en cuyo caso Israel dejaría de ser una democracia. La única manera para que Israel permanezca tanto judío como democrático es retirarse de esos territorios".

Cuatro ex directores de la agencia israelí Shin Bet de seguridad doméstica criticaron recientemente el "inmoral" trato a los palestinos.

"Debemos de una vez por todas admitir que hay otro bando, que éste tiene sentimientos y que está sufriendo, y que no estamos comportándonos bien", dijo Avraham Shalom, quien dirigiera Shin Bet de 1980 a 1986.

Los líderes militares están expresando las mismas preocupaciones. El general brigadier retirado Nehemia Dagan sostiene que "La ética y moral de la sociedad israelí son más importantes que matar a los cabecillas de Hamás o el Yihad Islámico".

En octubre, el teniente general Moshe Yaalon, jefe del estado mayor de las fuerzas armadas, admitió que las tácticas represivas de Israel estaban generando niveles explosivos de "odio y terrorismo".

Cada día, la perspectiva de paz entre israelíes y palestinos parece alejarse aún más. La separación ofrece nada más que esperanza, pero ésta requiere desmantelar los asentamientos israelíes. Y hasta el tanto Washington apoye a Israel, el futuro de los asentamientos continúa siendo problema de Estados Unidos.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.