Leyes de inmigración bizantinas

por Stephen Moore

Stephen Moore es presidente del Free Enterprise Fund y es Académico Titular de Cato Institute.

La fuerza de la economía de Estados Unidos sigue sorprendiendo a los analistas. La actual expansión económica ha sido diferente a todas las anteriores de nuestra historia, creando billones de dólares de riqueza nueva desde 1991. Lo que no parece apreciarse bien es lo mucho que todo esto le debe a las industrias de alta tecnología. Como lo dijo el economista Lawrence Kudlow: "La expansión está siendo impulsada por dramáticos saltos en la productividad del sector de alta tecnología". Desde ‘software’ de computadoras a productos farmacéuticos, desde servicios financieros a microprocesadores, Estados Unidos es el líder mundial.

Por Stephen Moore

La fuerza de la economía de Estados Unidos sigue sorprendiendo a los analistas. La actual expansión económica ha sido diferente a todas las anteriores de nuestra historia, creando billones de dólares de riqueza nueva desde 1991. Lo que no parece apreciarse bien es lo mucho que todo esto le debe a las industrias de alta tecnología. Como lo dijo el economista Lawrence Kudlow: "La expansión está siendo impulsada por dramáticos saltos en la productividad del sector de alta tecnología". Desde ‘software’ de computadoras a productos farmacéuticos, desde servicios financieros a microprocesadores, Estados Unidos es el líder mundial.

Políticos y gobernantes debieran hacer todo lo que está a su alcance para promover esta extraordinaria revolución de la productividad en alta tecnología. La buena noticia es que en la mayoría de los casos eso se logra dejando en paz a la industria y a sus empresas líderes como Microsoft. Fue el ‘laissez faire’ lo que creó la era del microprocesador en el Valle de Silicón y el ‘laissez faire’ perpetuará su crecimiento.

Pero la industria necesita tener acceso al tipo de trabajador técnicamente entrenado que construyó al Valle de Silicón. Eso significa estadounidenses mejor preparados, pero también significa inmigración de expertos e ingenieros. Se estima que una tercera parte de los científicos e ingenieros en el sector de alta tecnología de California son inmigrantes. Pero, lamentablemente, nuestras leyes de inmigración son bizantinas y anticuadas en cuanto a proveer la mano de obra requerida para la expansión del sector de alta tecnología.

A las empresas de Estados Unidos se les permite reclutar apenas 65.000 inmigrantes entrenados anualmente, bajo el programa denominado H-1b. La industria devoró esas visas de trabajo en los primeros seis meses del año fiscal y la puerta se ha virtualmente cerrado para el resto del año.

El mes pasado, el Senado aprobó la ley propuesta por Spencer Abraham, republicano de Michigan, que aliviaría temporalmente la escasez, aumentando a 95.000 los inmigrantes permitidos bajo H-1b. Pero en la Cámara de Representantes, Lamar Smith, republicano de Texas, promueve una ley en la Comisión Judicial que empeora la situación al requerir que una empresa que contrate a un extranjero se comprometa, de hecho, a no despedir a nadie. Y, además, le abriría las puertas de los laboratorios de alta tecnología a espías del Departamento del Trabajo.

Parece inconcebible que los republicanos diseñen políticas para obstaculizar a las industrias más productivas, pero eso es exactamente lo que está haciendo Lamar Smith. Su proyecto de ley propone el tipo de política laboral de Francia, Italia, Alemania y demás supuestos "paraísos" de los trabajadores, donde se garantizan los puestos de por vida, a los que logran conseguir uno, mientras las tasas de desempleo son de dos dígitos.

Los inmigrantes bien entrenados no le quitan los trabajos a los estadounidenses sino que crean más empleo al hacer nuestras industrias más productivas. Es más, muchas de las empresas de alta tecnología han sido fundadas por inmigrantes: Sun Microsystems, Intel, Computer Associates, Solectron, Lam Research, LSI Logic, AST Computers, Wang Laboratories, Cypress Semiconductors y Amtel tienen no menos de un socio principal que inmigró a Estados Unidos. Estas compañías emplean a 75.000 personas y generan 28.000 millones de dólares en PIB. Ese es el "costo" de la inmigración.

Es la combinación del ingenio yanqui con el talento extranjero lo que aporta ese margen de ventaja a las empresas estadounidenses sobre la competencia extranjera. Los inmigrantes nos dan ese tipo de ventaja sobre las industrias europeas, japonesas y chinas. El talento es una de las riquezas naturales más escasas en el mundo. En muchos campos científicos el desempleo está por debajo del 1%, lo cual indica que los trabajadores que se necesitan no existen en el mercado de trabajo de Estados Unidos.

La propuesta de Abraham de aumentar las visas H-1b a 95.000 al año es un buen comienzo, pero eventualmente tendremos que duplicar o triplicar esa cifra. También debemos eliminar el poder policíaco del Departamento del Trabajo y hacer más rápidos y eficientes los trámites inmigratorios. ©

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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