Las variaciones cambiarias
Manuel Sánchez González explica los posibles factores detrás de la reciente depreciación del peso mexicano frente al dólar estadounidense.
Desde mediados de septiembre de 2021, el tipo de cambio ha registrado una tendencia al alza, la cual se acentuó durante la última semana de noviembre, hasta tocar temporalmente valores cercanos a 22 pesos por dólar en el mercado al mayoreo.
Como suele ocurrir en episodios semejantes, el incremento de la paridad propició diversas explicaciones de los especialistas, incluyendo, de forma destacada, las noticias adversas sobre el brote de una nueva variante del COVID-19 en Sudáfrica.
Los movimientos del tipo de cambio son difíciles de interpretar con certeza y prácticamente imposibles de predecir, ya que pueden ser causados por múltiples factores, cuya evolución es, por lo general, incierta.
Dentro de estas limitaciones, dos principios básicos ayudan a entender la evolución de la paridad dentro de un régimen de libre flotación, como el que prevalece en México hace más de un cuarto de siglo.
El primero se refiere a horizontes largos, dentro de los cuales tienden a cumplirse ciertas condiciones de ‘equilibrio’. Tal vez la más importante sea la denominada Paridad de Poder de Compra, la cual estipula que, excepto por costos de transacción y barreras al comercio, el precio de un bien, en términos de una moneda, debería ser igual en cualquier lado del mundo.
Este principio, relativamente obvio, implica que, bajo ciertas condiciones, la variación del tipo de cambio entre dos monedas tendería a ser igual a la diferencia de inflaciones entre los dos países involucrados.
La implicación anterior es útil para entender la trayectoria ascendente, aunque irregular, que ha mostrado el tipo de cambio del peso frente al dólar durante el presente siglo.
Específicamente, el valor del dólar en términos de pesos ha aumentado gradualmente desde 9,40 a principios de enero de 2000 a 21,46 a finales de noviembre de 2021. A lo largo de estos veintidós años, el tipo de cambio se multiplicó por un factor de 2,3. En igual lapso, la inflación anual promedio de México fue 4,6 por ciento, el doble de la de EE.UU.
Si bien la relación anterior dista mucho de ser exacta, confirma el hecho de que, en última instancia, las variaciones del tipo de cambio reflejan la evolución del diferente poder de compra de las monedas en cuestión.
El segundo principio se refiere al funcionamiento de un régimen de libre flotación. Al ser el tipo de cambio el precio de una moneda en términos de otra, su valor depende de la demanda relativa de estos instrumentos, teniendo en cuenta su respectiva disponibilidad.
Así, una moneda tiende a depreciarse frente a otra si se reduce el apetito del público por utilizarla respecto de la otra. Tal regla, aunque abstracta, es muy potente para interpretar cualquier movimiento del tipo de cambio del peso frente al dólar.
Claramente, “el diablo está en los detalles”, como dicta el refrán. La pregunta interesante consiste en buscar los posibles elementos que modifican las demandas de las monedas, para lo cual los economistas suelen distinguir dos grandes motivos.
Uno es el transaccional, que se refiere a la utilización del dinero para realizar los intercambios de bienes y servicios, el cual aumenta, entre otros factores, si mejoran las perspectivas de crecimiento económico.
Esta razón podría contribuir a explicar por qué la victoria electoral del expresidente Trump, al poner en duda el futuro de la relación económica entre EE.UU. y México, desató una abrupta depreciación del peso, a finales de 2016 y principios de 2017.
Otro motivo es el financiero, que se concreta en la adquisición de instrumentos para el ahorro o la especulación, en la cual influyen los rendimientos esperados en los diferentes países, ajustados por riesgo.
Por ejemplo, durante los últimos quince años, el diferencial de los rendimientos de los bonos gubernamentales a diez años de México y EE.UU. se ha ubicado, en promedio, por arriba de 400 puntos base, lo cual, según otra condición de equilibrio, conocida como Paridad de Tasas de Interés, refleja, en parte, la depreciación esperada del peso frente al dólar.
En consecuencia, la expectativa de apretamiento de la política monetaria en EE.UU. podría acortar este diferencial haciendo menos atractivas las inversiones en pesos. Ese factor perece estar detrás del fortalecimiento generalizado del dólar contra las monedas de casi todos los países, incluyendo México, durante el presente año.
En suma, nadie sabe a ciencia cierta por qué se depreció el peso en fechas recientes. Lo que sí se sabe es que una tasa de inflación similar a la de EE.UU. y una política económica basada en reglas que favorezcan la inversión pueden constituir un buen antídoto al debilitamiento crónico del peso.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 1 de diciembre de 2021.