Las vacunaciones son una cuestión privada

Jeffrey Miron y Erin Partin dicen que si bien el estado no debería imponer pasaportes de vacunación en entornos privados

Por Jeffrey A. Miron y Erin Partin

Conforme un largo invierno de COVID-19 dio paso a la primavera y ahora al verano, y conforme las empresas continúan la reapertura de operaciones normales, el debate en torno a los “pasaportes de vacunación” está en el aire. Varias partes involucradas —desde las empresas privadas hasta las agencias estatales— están considerando establecer una certificación estandarizada. Mientras tanto, los opositores de los pasaportes de vacunación argumentan que estos excluirían a aquellos que no desean recibir la vacuna contra el COVID-19 u obligarían a las personas a recibir la vacuna. 

Uno de los críticos más vocales es el gobernador Ron DeSantis de Florida:

“No estamos respaldando hacer ningún pasaporte de vacunación en el estado de Florida”, dijo DeSantis. “Es totalmente inaceptable que el estado o el sector privado le impongan a usted el requisito de que muestre prueba de vacunación simplemente para poder participar en la sociedad normal”.

DeSantis tiene razón de oponerse a que el estado imponga la prueba de vacunación en entornos privados; pero el está equivocado al oponerse a que los privados desarrollen y usen dicha certificación.

Si un restaurante o una aerolínea no quiere exponer a sus empleados o clientes a otro cliente infectado, o si desean requerir vacunación antes de que sus empleados puedan volver a trabajar de manera presencial, deberían ser libres de hacerlo. Esto no solo beneficia a los clientes (y a los empleados quienes no deberían recibir la vacuna por razones médicas), sino que también beneficia a la comunidad en general. La sociedad se beneficia todavía más si dichos requisitos provocan que las personas en el margen reciban una vacuna, ayudando así a adquirir la inmunidad de rebaño.

Considerando estos potenciales beneficios, algunos argumentan que exigir pasaportes de vacunación es una buena política. Pero solo porque algo es “bueno” no significa que el estado debería subsidiarlo o requerirlo.

Un pasaporte de vacunación exigido por el estado generará hostilidad y una respuesta negativa —como lo demuestra el debate en torno a la obligación de usar mascarillas. La adopción voluntaria y privada, en cambio, generará aceptación e innovación, o simplemente desaparecerá, dependiendo de si los pasaportes resultan ser útiles.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 2 de abril de 2021.