Las muertes infantiles en Canadá no hubiesen sorprendido a nuestros ancestros

Tim Worstall indica que en las sociedades arcaicas alrededor de la mitad de los niños morían antes de llegar a la edad adulta.

Por Tim Worstall

Las revelaciones de tumbas conteniendo los cuerpos de alrededor de 4.000 niños de las Primeras Naciones de Canadá han sorprendido al mundo. Los muertos eran algunos de los 150.000 niños indígenas enviados o llevados por la fuerza a escuelas residenciales que se suponía debía divorciarlos de su cultura de nacimiento.

Las tumbas representan la injusticia y miseria del pasado, pero nuestra reacción a estas es prueba de nuestro avance. En los tiempos pre-industriales, las muertes infantiles eran algo tan común que esas tumbas no hubieran sorprendido a nadie. De hecho, una tasa de mortalidad de alrededor de 3 por ciento de los niños es baja según los estándares históricos. Solo fue durante los últimos 50 o 60 años la tasas de mortalidad infantil cayó por debajo de 3 por ciento —incluso en los países ricos. 

El cálculo usual es que la mitad de todos los niños morían antes de llegar a la edad adulta en las sociedades arcaicas, un cuarto antes de su primer cumpleaños y otro cuarto antes de cumplir 15 años, que es el fin de la pubertad y nuestra definición razonable de convertirse en un adulto. Eso parece ser una constante a lo largo de todas las sociedades evaluadas, incluyendo al Imperio Romano, a la Gran Bretaña del siglo 18, y todos los otros grupos de humanos a través del tiempo (También es, en términos generales, cierto de otros Grandes Simios). 

Este lamentable estado de las cosas llegó a su fin en tres etapas. La primera etapa fue el descubrimiento de enfermedades infecciosas. John Snow, por ejemplo, mostró que la cólera transitaba por los sistemas de alcantarillado y agua potable. Su descubrimiento condujo a la ayuda más importante para la salud humana en la historia: el desarrollo de sistemas de agua adecuados, que proveen agua fresca y se llevan las aguas residuales. Esencialmente, los drenajes fueron el primer paso para reducir la mortalidad infantil

La segunda etapa fue el desarrollo de antibióticos. Hasta 1924, una ampolla infectada mató al hijo del Presidente EE.UU. No fue hasta fines de la década de 1930 que los antibióticos eficaces fueron desplegados a cualquier escala. Tardó todavía otra década descubrir una tratamiento para la tuberculosis, que fue uno de los gran asesinos durante la primera mitad del siglo 20. 

La tercera etapa fue el desarrollo de vacunas para enfermedades infantiles comunes. La viruela había sido algo evitable desde la década de 1790 con la vacunación y a través de la “virulación” antes de eso. Pero la polio siguió siendo un problema hasta la década de 1950 y el sarampión hasta la década de 1960. Esa última enfermedad podría, si fuese desatada en contra de una población sin resistencia alguna, matar a más de un 10 por ciento de las personas infectadas. 

El efecto combinado de estos descubrimientos —junto con mejores cuidados médicos, nutrición, refugio, y calefacción— ha sido una reducción por un factor de 100 en la mortalidad juvenil a lo largo del siglo 20. El proceso aún no ha terminado. Demasiados niños todavía mueren debido a una falta de acceso al agua limpia, los antibióticos, y las inmunizaciones deseables. Pero estos descubrimientos todos están en expansión y, en ese sentido, el mundo está mejorando a una velocidad sin precedente. 

En las naciones ricas, tales como Canadá, Gran Bretaña, EE.UU., la tasa de mortalidad infantil va desde 0,5 por ciento hasta 0,8 por ciento —desde un 50 por ciento en la historia de la humanidad. Una porción significativa de la mortalidad restante se debe a accidentes, no a enfermedades. 

Este artículo no trata de subestimar el dolor de perder un hijo o de sugerir que el dolor era más ligero en el pasado porque era razonable esperar perder un hijo. En cambio, esto pretende señalar cuán tanto menos común es esa pérdida hoy. 

Tampoco se trata de implicar que los niños de las Primeras Naciones en Canadá eran tratados de manera aceptable. En cambio, los datos anteriormente mencionados deben recordarle al lector que las generaciones anteriores de humanos no hubiesen encontrado algo extraño en los cementerios llenos de niños. Que las encontremos sorprendentes hoy es prueba del progreso humano

La expectativa de hoy, una totalmente razonable, es que cualquier niño hacido hoy vivirá entre 70 y 80 años. Estamos en las primeras dos o tres generaciones de humanos que alguna vez existieron donde la presunción de llegar a la edad adulta es mejor que una probabilidad de 50/50. ¿Cómo podría alguien no percibir esto como progreso?

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 8 de julio de 2021.