Las fuentes internas de inflación en México
Manuel Sánchez González señala que En un ambiente mundial deflacionario luego del brote de la pandemia, durante marzo-mayo de 2020, la inflación subyacente mensual de México no fue negativa, sino que, en promedio, se mantuvo en 0,3 por ciento, aproximadamente como en el resto del año.
En junio de 2022, la inflación anual en México alcanzó 8,0 por ciento, la mayor desde enero de 2001. Algunos analistas han argumentado que, en esencia, la agudización de la inflación ha provenido de las presiones globales, por lo que su atenuación ocurrirá cuando éstas desaparezcan. Según tal perspectiva, el papel de la política monetaria interna en el combate de la inflación es limitado, sobre todo, si persisten o se intensifican los choques externos de precios.
La robusta reactivación económica mundial desde mediados de 2020, en un contexto de restricciones asociadas con las secuelas de la pandemia del Covid-19 y, últimamente, la invasión de Rusia en Ucrania, han impulsado al alza los precios internacionales de las materias primas.
Sin embargo, las notables diferencias inflacionarias entre los países han puesto de manifiesto que no toda la inflación puede ser importada. México exhibe presiones en el crecimiento generalizado de los precios que anteceden la actual tendencia alcista, y que son de naturaleza interna.
Específicamente, a partir de 2017 la economía mexicana parece haber entrado a un régimen de inflación más elevada. En concreto, la inflación promedio anual aumentó de 3,3 por ciento durante 2013-2016 a 4,5 por ciento durante 2017-2020. Este deterioro contrasta con la relativa estabilidad mostrada por la inflación mundial durante ese periodo.
Las presiones inflacionarias en México han estado mayormente impulsadas por las variaciones del subíndice subyacente del INPC, el cual excluye los precios determinados internacionalmente o por disposiciones gubernamentales y, por lo tanto, en principio, refleja las condiciones internas de mercado.
Entre los cuatrienios referidos, la inflación subyacente promedio anual pasó de 2,8 por ciento a 4,0 por ciento. Además, de abril de 2018 a noviembre de 2020, este indicador mostró una notable rigidez a la baja, estacionándose en alrededor de 3,7 por ciento.
En un ambiente mundial deflacionario ante el brote de la pandemia, durante marzo-mayo de 2020, la inflación subyacente mensual no fue negativa, sino que, en promedio, se mantuvo en 0,3 por ciento, aproximadamente como en el resto del año.
Asimismo, la compensación por inflación y riesgo inflacionario implícita en los bonos a diez años se ubicó, a finales de junio de 2022, en 5.1 por ciento, mientras que la correspondiente medida en Estados Unidos fue 2.3 por ciento. En otras palabras, los mercados financieros vislumbran dificultades para controlar la inflación en México y no en EE.UU., por lo que difícilmente puede concluirse que una condición necesaria para que disminuya la inflación en el primero consiste en que ocurra en el segundo.
Las consideraciones anteriores sugieren que, independientemente de los choques externos de algunos precios, predominan en México presiones inflacionarias internas. Ello confirma, que, como en cualquier latitud, una inflación elevada puede mantenerse por mucho tiempo únicamente si el crecimiento de la demanda agregada sobrepasa el de la oferta agregada.
Las fuentes internas de inflación en México se reflejan en que la inflación subyacente anual en junio de 2022 alcanzó el ritmo más alto desde diciembre de 2000, después de haber acumulado diecinueve meses consecutivos de incremento. Dentro de ésta, el aumento anual de los precios de ‘otros servicios’ ha mostrado una marcada trayectoria ascendente a partir de 2021.
Al mismo tiempo, las cuentas nacionales muestran un dinamismo de la demanda interna muy superior al de la producción. En 2021, el aumento porcentual del gasto privado fue 1,7 veces el del PIB y, durante el primer trimestre de 2022, éste subió, en tasa anual, a 3,8 veces.
Las presiones de demanda han ocurrido a pesar de que el PIB aún no alcanza el nivel previo al de la pandemia. Esto último parece obedecer a una disminución en el crecimiento potencial de la economía, tomando en cuenta la tendencia declinante de la inversión fija bruta observada en los últimos siete años.
Finalmente, las presiones inflacionarias internas podrían estar siendo validadas por la política monetaria acomodaticia del Banco de México. Según los cálculos de este instituto central, de julio de 2020 a abril de 2022, la tasa de interés de referencia ex ante en términos reales se ubicó por debajo del intervalo neutral, y solo en los últimos dos meses se situó dentro de éste. Además, a diferencia de los ciclos restrictivos anteriores, esta tasa se ha mantenido inferior a la inflación.
El daño de la inflación en México no se atenúa porque haya otros países con mayores ritmos inflacionarios. Tampoco la estabilidad de los precios depende de eventos fortuitos o externos, sino de la aplicación eficaz de una política monetaria independiente.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 13 de julio de 2022.