Las dos economías de EE.UU.: Wal-Mart y Wall Street
Gerald P. O'Driscoll Jr. explica por qué sucede que en EE.UU. hay una debilidad generalizada en las empresas de ventas al por menor mientras que las empresas automotrices experimentan una bonanza.
Varios reportes económicos acerca del comportamiento de los consumidores han sembrado confusión entre los analistas. Por ejemplo, un titular reciente en un periódico decía: “Wal-Mart profundiza el pesimismo conforme los vendedores al por menor se sienten rezagados”.
No es solo el gigante de Bentonville que está sintiendo el dolor; también Macy’s y Kohl’s reportaron resultados decepcionantes. La debilidad en las ventas al por menor es algo generalizado, afectando incluso a los productos de cosméticos y belleza.
Mientras tanto, otro titular reciente decía: “Las plantas de autos estadounidenses planean aumentar su producción”. Aunque las ventas de autos no han vuelto a su punto máximo de 2005, las plantas están operando con una utilización de capacidad sin precedente. Adicionalmente, el mercado de vivienda está mejorando.
¿En qué clase de mundo se venden los autos pero no los cosméticos?
Resulta que esto ocurre en un mundo que Milton Friedman nos explicó hace casi 60 años en un trabajo titulado “Una teoría acerca de la función de consumo”. Al escribirlo, el abordó las deficiencias de lo que en ese entonces era la macroeconomía.
Los libros de textos trataban al consumo como algo enlazado de forma mecánica al ingreso medido en ese momento. Apenas uno considera seriamente esto, se ve que se trata de una propuesta absurda. Los trabajadores no gastan todo su ingreso el día en que lo reciben —ciertamente no si es que tienen una familia. El consumo está distribuido a lo largo del período entre salarios. Los trabajadores, cuyo ingreso fluctúa de una manera conocida o esperada según la temporada, ajustan su gasto a lo largo de todo el año. Los ingresos extraordinarios, como las herencias, no son, en promedio, gastadas el día después de que se las recibe.
Permanente versus temporal
Friedman argumentó hasta a llegar a una nueva teoría del consumo, que estaba basada en una distinción entre el ingreso “permanente” y el ingreso “transitorio” o temporal. Los consumidores se comportan de manera diferente si perciben un ingreso de dinero como señal de un nuevo y más alto ingreso permanente, que si lo ven meramente como algo transitorio. Un aumento en el ingreso esperado permanente financia un aumento en el consumo permanente. Un aumento en el ingreso que no es considerado permanente es en gran medida ahorrado.
Su análisis tiene implicaciones profundas para los esfuerzos de estimular la economía mediante la política fiscal y monetaria. Anticipándome a la conclusión, si Friedman tenía razón, todos los esfuerzos de utilizar medidas temporales para efectuar cambios permanentes están destinadas al fracaso.
Por qué se demandan más autos
Las fluctuaciones temporales en el ingreso son absorbidas por un colchón de ahorros. Las deficiencias son compensadas con retiros de los ahorros, y los ingresos extraordinarios pueden agregarse a los activos líquidos. De manera importante para la situación actual, Friedman consideraba otra forma de ahorro del consumidor en momentos en que obtiene un ingreso temporalmente más alto. Sugirió que “la elección del momento oportuno para reemplazar bienes durables y de agregar al stock de dichos bienes probablemente y en gran medida será ajustada para coincidir con los ingresos extraordinarios”. Las compras de bienes durables, que prestan sus servicios a lo largo del tiempo, son uno de los medios en los que se pueden almacenar los aumentos temporales en el ingreso.
He aquí la explicación de la bonanza automotriz de hoy. Para entender esto, extiendo el análisis de Friedman a las fluctuaciones temporales en la riqueza (una extensión implícita en su análisis).
Los esfuerzos de la Fed se han concentrado en la compra selectiva de activos combinada con tasas de intereses bajas. Las compras de activos beneficiaron directamente a los vendedores. Estos en muchos casos fueron bancos, lo que derivó en beneficios para los accionistas de los bancos.
Las tasas de interés más bajas han liderado un mercado alcista de bonos y acciones, beneficiando a una categoría más amplia de accionistas de activos financieros.
Los partidarios y críticos de la política de estímulo de la Fed concuerdan en una cosa: es temporal. Por lo tanto, el estímulo de la Fed es grano para el molino analítico de Friedman.
La selección del momento de retirada; la velocidad con la que las tasas de interés subirán; y qué proporción de los precios de los bonos y las acciones constituye una burbuja y cuáles son los valores permanentes —estos y otros factores son susceptibles al análisis probabilístico por parte de cada inversor.
Pero alguna porción del mercado de acciones seguramente es insostenible (temporal), como ya lo hemos visto en el caso de los bonos, y la reciente caída de los precios de las acciones es una señal más de esto.
La referencia de Friedman a la “la elección del momento oportuno para reemplazar bienes durables” es particularmente relevante. Durante la Gran Depresión, la edad promedio de los autos en las carreteras aumentó a un nivel sin precedentes. Es cierto, los autos duraban más que antes. Sin embargo, los consumidores claramente estaban posponiendo compras de reemplazos debido a un estado de depresión temporal, tanto en sus finanzas como en sus ingresos.
Los que la política de la Fed logró fue impulsar el reemplazo de los autos mediante su cacareado “efecto de riqueza”.
Lo que la Fed no logró, no obstante, fue aumentar el ingreso o la riqueza permanente. La riqueza permanente es creada mediante los ahorros que financian las compras de capital productivo, que genera el ingreso tanto para reproducir la inversión y generar ganancias para sus propietarios. Las compras de bienes de consumo durables, financiadas con incrementos en el ingreso y la riqueza temporal, no aumentan el crecimiento económico sostenido. El estímulo temporal no crea beneficios permanentes. Allí se encuentra la porción sobre Wal-Mart de nuestro relato. El efecto de riqueza solamente funciona para aquellos que tienen riqueza.
Grandes cantidades de estadounidenses comunes y corrientes se han beneficiado poco o nada de un aumento en los precios de las acciones. Además, sus activos más valiosos, sus casas, siguen sin recuperarse en muchos casos y solo recientemente han empezado a experimentar una apreciación (pero no han vuelto a sus valores anteriores).
Los salarios están estancados; las horas de trabajo son limitadas; y una gran cantidad de personas están desempleadas o trabajando involuntariamente a medio tiempo. Los trabajadores desalentados han llegado a una cantidad históricamente alta. Como el Director de Finanzas de Wal-Mart Charles Holley dijo: “Tenemos que recordar cómo viven los estadounidenses comunes y corrientes”.
El análisis de Friedman es tan relevante hoy como cuando lo escribió en 1957. Es tan oportuno como cuando el Banco Central de Suecia lo citó al darle el Premio Nobel de Economía en 1976.
Las mejoras económicas permanentes pueden ser sostenidas solamente mediante mejoras permanentes en los fundamentos económicos. Nada de esto se encuentra en el coctel de políticas públicas actuales. En cambio, tenemos una economía Wal-Mart y una economía Wall Street, y las dos todavía no se han conocido.
Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 12 de septiembre de 2013.