La violencia policial y la racista guerra contra las drogas

Jeffrey A. Miron and Erin Partin dice que la guerra contra las drogas es solamente el ejemplo más reciente de una prohibición de drogas motivada con un ánimo racial o étnico.

Por Jeffrey A. Miron y Erin Partin

La mala conducta de la policía se deriva de muchas causas. Los sindicatos demasiado fuertes protegen a los policías de la disciplina y previenen la reforma institucional. La inmunidad calificada, la doctrina establecida por la Corte Suprema que limita la capacidad de los ciudadanos de llevar demandas civiles en contra de funcionarios públicos, protege a los policías de una rendición de cuentas por su mala conducta. La militarización —la provisión federal de equipos militares para los departamentos policiales de los estados y gobiernos locales— conduce a tácticas más agresivas en las comunidades de afroamericanos. Todas estas políticas, combinadas con un ánimo racial subyacente, contribuyen a un comportamiento agresivo, muchas veces ilegal, especialmente hacia los afroamericanos y otras minorías raciales. 

Otro componente clave es la guerra contra las drogas. La prohibición federal de las drogas data desde la Ley de Narcóticos Harrison de 1914, y el Presidente Richard Nixon declaró oficialmente la guerra contra las drogas en 1971. Pero la ruptura de la histeria de la década de 1980, luego de que la cocaína crack de bajo costo se esparciera hacia las comunidades afroamericanas de bajos ingresos, sentaron el marco para las políticas policiales agresivas de cero tolerancia, y para las sentencias de cárcel punitivas. Esta fue solamente la instancia más reciente de una prohibición de drogas fomentada con un ánimo racial o étnico. Las leyes de templanza en la década de 1840 apuntaban a los inmigrantes irlandeses, las leyes anti-opioides en la década de 1890 apuntaban a los inmigrantes chinos, las nuevas leyes en contra de la cocaína apuntaban a los afroamericanos que se movían hacia el norte durante principios del siglo 19, y al aumento de la inmigración de México condujo a las primeras leyes contra la marihuana

La escalada de la guerra contra las drogas le dio a los policías tanto la motivación como las excusas para involucrarse de manera agresiva y maliciosa con las comunidades afroamericanas. Junto con la teoría de “las ventanas rotas” de la policía, esto aumentó los encuentros entre los afroamericanos y la policía y generó relaciones cada vez más antagónicas, con solo un tercio de los estadounidenses negros diciendo que confían en la policía comparado con tres cuartos de los estadounidenses blancos. 

Los arrestos y procesos legales por drogas afectan de manera desproporcionada a los estadounidenses negros. En 2018 —el año más reciente para el cual hay datos disponibles— los negros constituían 13 por ciento de la población estadounidense, pero 28 por ciento de todos los arrestos relacionados con drogas. Esto a pesar de tener tasas casi idénticas de uso de drogas ilícitas. En su libro The New Jim Crow, Michelle Alexander escribe, “Nada ha contribuido más al sistémico encarcelamiento masivo de las personas de color en EE.UU. que la guerra contra las drogas”.

La guerra contra las drogas ha conducido al acoso, al encarcelamiento y a la muerte de un sinnúmero de estadounidenses negros. Los fiscales intentaron justificar el asesinato de Michael Brown argumentando que la marihuana encontrada en su sistema había provocado que se vuelva violento, a pesar de las refutaciones por parte de expertos médicos. El funcionario que disparó y asesinó a Philando Castile dijo que el olor de marihuana le provocó “temer por su vida”. Los policía que realizan una búsqueda de drogas sin tocar la puerta en la casa equivocada dispararon y mataron a Breonna Taylor. Los policías responsables del arrestar —y matar— a George Floyd reportaron que él “parecía estar bajo la influencia”. 

Acabar con la guerra contra las drogas no eliminará la violencia policiaca. Legalizar el uso y posesión de drogas no resolverá el problema del racismo. Pero sí será un paso hacia asegurar que los policías no tengan excusa para acosar y matar de manera indebida a estadounidenses.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 3 de junio de 2020.