La última subida del salario mínimo en California reafirma la destructividad de los controles de precios
Michael Chapman explica cómo las leyes de salario mínimo perjudican a quiénes pretenden ayudar.
Por Michael Chapman
El salario mínimo para la mayoría de los trabajadores de comida rápida en California subió a 20 dólares por hora en abril. Desde entonces –no es de extrañar– miles de trabajadores han perdido su empleo y los precios de los menús han subido. Casualmente, un nuevo libro del Instituto Cato, The War on Prices, dedica dos capítulos a los efectos destructivos de las leyes de salario mínimo. Los legisladores de California y de todo el país deberían leerlo si realmente quieren promulgar políticas que ayuden a la gente.
El primero, un ensayo del economista Jeffrey Clemens, detalla cómo las empresas se adaptan a los salarios mínimos obligatorios más elevados de formas que van más allá de la simple reducción de puestos de trabajo. Sí, a pesar de las afirmaciones en sentido contrario, los datos siguen sugiriendo en general que el aumento de los salarios por decreto gubernamental puede dar lugar a "pérdidas sustanciales de empleo, especialmente para los trabajadores menos cualificados, con menos experiencia y menos productivos", escribe Clemens. Pero Clemens confirma otras formas en que las empresas suelen adaptarse a los salarios obligatorios más altos para evitar que aumenten sus costos laborales.
Pueden recortar las "prestaciones complementarias", como el seguro médico, las vacaciones pagadas y las cuentas de pensiones. También pueden anticipar mejoras o actualizaciones de seguridad. O pueden hacer sudar más a los trabajadores, microgestionar sus horarios o sustituir a trabajadores inexpertos por personal con más experiencia.
En el segundo ensayo, el Presidente del Departamento de Economía de la Universidad Estatal de San Diego, Joseph J. Sabia, explica por qué "los salarios mínimos son una herramienta ineficaz e ineficiente contra la pobreza". Aunque la reducción de la pobreza ha sido una justificación declarada para aumentar los salarios mínimos desde la ley federal de FDR en 1938, Sabia demuestra que menos del 10% de los individuos en situación de pobreza son trabajadores con salario mínimo.
Si a esto añadimos que los salarios mínimos destruyen las oportunidades de acceso a la vida activa de los "trabajadores menos experimentados, menos formados y menos cualificados" –es decir, los más propensos a la pobreza–, se entiende por qué los salarios mínimos son tan ineficaces y están tan mal orientados a la hora de reducir la pobreza.
La situación de California confirma algunos de estos efectos perniciosos.
Por ejemplo, el aumento de los costos salariales ha reducido la demanda de mano de obra. El Wall Street Journal informó en marzo de que algunos restaurantes "ya estaban despidiendo personal y reduciendo las horas de los trabajadores mientras intentaban recortar costos". Otros negocios dijeron que habían "paralizado la contratación" o estaban "reduciendo las horas de los trabajadores".
Round Table Pizza y Pizza Hut, por ejemplo, anunciaron que despedían a unos 1.280 conductores de reparto. Esto erradica puestos de nivel inicial que pueden dar una experiencia vital a los trabajadores jóvenes y menos cualificados y proporcionar protección contra la pobreza. El conductor Michael Ojeda, de 29 años, dijo: "Pizza Hut fue mi carrera durante casi una década y sin apenas avisar me la han quitado".
Al mismo tiempo, el hecho de que el control salarial se aplique a todos los establecimientos de comida rápida (con al menos 60 locales en todo el país) ha supuesto que las empresas hayan repercutido gran parte de los elevados costos en precios más altos. Incluso antes de que se introdujera el suelo salarial de 20 dólares por hora, frente a los 16 dólares por hora, McDonald's, Chipotle y Jack in the Box "planean subir los precios de los menús para compensar el aumento salarial exigido", informó NBC 7 San Diego en marzo.
Según el periodista especializado en consumo John Stossel, "los precios de Starbucks han aumentado hasta un 15%" y "un burrito de pollo en Chipotle costará hasta un 8% más". En la medida en que los californianos pobres consumen comida rápida, estos precios más altos reducen su nivel de vida.
Todo esto nos recuerda que controlar los precios no cambia las presiones económicas subyacentes en el mercado laboral. Si se controla un precio –el salario por hora–, se ajustan otros márgenes. En el caso de California, el aumento del salario mínimo significa menos oportunidades de trabajo para los jóvenes y los no cualificados y precios más altos para los consumidores de comida rápida.
Esto es una confirmación más de que, como documenta The War on Prices, las leyes de salario mínimo sólo ofrecen "una esperanza simbólica a los trabajadores pobres" y "corren el riesgo de dejar en peor situación a muchos de los más vulnerables del país".
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 5 de junio de 2024.