La trinidad imposible de Mundell

Manuel Suárez-Mier explica la teoría de Robert Mundell de las áreas monetarias óptimas.

Por Manuel Suárez-Mier

Algunos de mis lectores se quejaron de que no incluí en mi artículo anterior aportaciones esenciales de Mundell a la teoría y praxis de la economía internacional, en lo que tienen toda la razón. Mi única explicación es la dificultad de cubrir a cabalidad una obra tan enorme en 500 palabras.

Omití la que da su título a este texto, que sustenta la contradicción de tener un tipo de cambio fijo, con movilidad de capitales y autonomía monetaria. Cuando un país decide fijar su paridad pero está abierto al libre flujo de capital, la política monetaria no es autónoma por lo que es, por fuerza, endógena.

Así pasó en México entre 1954 y 1976 al fijarse la paridad en 12,50 pesos por dólar, al tiempo que por su ubicación geográfica fluía el capital aunque no quisiera el gobierno. Al desecharse el férreo control monetario y fiscal en 1973, pronto se acabaron las reservas y sobrevino una devaluación masiva.

Cuando México al fin adopta un auténtico tipo de cambio flotante en 1995, el país logra tener una política monetaria propia, lo que se refuerza con la autonomía de su banco central, que queda impedido por ley a financiar los déficit del gobierno.

Conforme más países dejan los tipos de cambio fijos, las ideas de Mundell parecieron proféticas, aunque algunos insistieron en quedarse con su paridad fija por razones de cercanía geográfica o dependencia económica, lo que indujo al maestro a estudiar la creación de áreas monetarias óptimas.

El experimento obvio para probar su tesis fue la comunidad europea, con décadas de convergencia económica pero en la que la multiplicidad de monedas imponía costos de transacción elevados, que se eliminarían al adoptarse una moneda común.

Entre las condiciones que Mundell creyó necesarias para una área monetaria exitosa fue la libre movilidad de los factores productivos, no sólo el capital, aunque una unión profunda podría compensar su ausencia para la mano de obra con transferencias monetarias.

Cuando el único mecanismo de ajuste a un desequilibrio es la devaluación, ello supone que los agentes económicos sufren de “espejismo monetario”, es decir, que no se dan cuenta cabal que una devaluación no es sino un recorte en sus ingresos, tanto por el impacto directo en el mayor precio de las importaciones como por el efecto encarecedor que tendrá también en los demás precios.

En 1969 Mundell escribió la propuesta para la unión monetaria europea, que implicaba la creación del euro como moneda común, el remplazo de sus bancos centrales por el Banco Central Europeo (BCE), y un calendario preciso para la convergencia de las variables económicas esenciales que posibilitaran el cambio.

La Gran Recesión de 2008 fue una prueba de fuego para el euro, que la libró con trabajo pero con un endeudamiento enorme del BCE. Está todavía por verse si resiste la próxima crisis, por lo que es indispensable leer el debate entre Mundell y Milton Friedman de 2001 sobre el mejor régimen cambiario, y la viabilidad del euro sin una unión fiscal como la que hay en EE.UU.

Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 16 de abril de 2021.