La receta secreta de la civilización

Tim Worstall indica que no es que porque los alimentos sean cada vez más baratos, estos nos están enfermando, sino más bien que conforme nuestros ingresos aumentan, nuestros patrones de gasto cambian.

Por Tim Worstall

Hay un aspecto del progreso humano que no consideramos o apreciamos: el cambio que los humanos han realizado desde ser simplemente una serie de generaciones hasta convertirse en una civilización. Como Douglas Adams del Hitchhiker’s Guide to the Galaxy ha señalado, hay aquellos que piensan que ese cambio fue un error. Pero el resto de nosotros deberíamos considerar esta cuestión más de cerca. El cambio se dio cuando nuestros ancestros aprendieron a escribir las cosas —cosas que podemos entender sin tener que aprenderlas una y otra vez desde sus primeros principios. Las bibliotecas están llenas con la sabiduría de todos los tiempos —e inevitablemente, llenas de historias de errores que la humanidad ha cometido. 

Mark Bittman, el escritor de alimentos, comete uno de estos en su nuevo libro Animal, Vegetable, Junk:

“Y si observa un gráfico de los costos de salud versus los costos de los alimentos, es perfectamente así. Conforme los costos de los alimentos aumentan, los costos de salud disminuyen. De manera que con los alimentos baratos hay una correlación directa. Los alimentos baratos han tenido un impacto terrible sobre la salud pública”.

La observación de Bittman está en lo correcto, y los primeros principios son un excelente punto de partida para el proceso de deducción lógica. Pero también es un punto terrible para acabar con el proceso de análisis. Es cierto, no todos tenemos que estar parados sobre los hombros de gigantes y alcanzar más allá y más alto que la costa marítima llena de piedras, pero aquellas generaciones previas de miles de millones si contenían algunas personas inteligentes que si pensaron acerca de los problemas de la condición humana. Algunos de ellos incluso obtuvieron respuestas interesantes.

El economista lee la afirmación de Bittman y nota que la salud pública es un lujo —conforme nuestros ingresos reales aumentan gastamos más de nuestros ingresos en ella. Los alimentos son un bien inferior —conforme los ingresos aumentan, una porción menor del ingreso total es destinado a estos. Conforme nuestros ingresos aumentan, las porciones que gastamos en distintas cosas cambian. Esta es la misma observación que demuestra la Pirámide de Maslow acerca de la jerarquía de deseos humanos. Conforme satisfacemos nuestros deseos en el nivel más bajo de la pirámide, asignamos más de nuestro creciente ingreso a los niveles más altos de la pirámide. Esto es lo que significan aquellas definiciones de bienes de lujo y bienes inferiores.

También podemos mirar este asunto al nivel de la sociedad. En la Europa Medieval, era necesario que 90 por ciento de la población se dedique a la agricultura para lograr alimentar al 100 por ciento de las personas. Ahora podemos lograr lo mismo con solo un 2 por ciento de la humanidad trabajando en campos enlodados. Eso significa que ahora tenemos trabajadores humanos que pueden trabajar en el sistema de salud —el 12 por ciento más o menos de la fuerza laboral estadounidense que actualmente trabaja en ese sector. Solamente cuando gastamos menos de nuestros recursos económicos en alimentos es que podemos siquiera tener cuidados médicos. O piénselo de esta manera: si usted no gasta dinero alguno en alimentos, en alrededor de 60 días, usted no tendrá cuidados médicos tampoco. Tenga suficientes alimentos, y sobrevivirá lo suficiente para desear algo de cuidados médicos. 

Bittman está totalmente en lo correcto al señalar que hay una relación causal entre los alimentos y el gasto en cuidados médicos —él simplemente está saltando a la conclusión equivocada acerca de cuál es esa relación. No es que nuestros alimentos nos están enfermando, por lo tanto haciendo que necesitemos cuidados médicos. Es que somos más ricos, y por lo tanto nuestros patrones de gasto han cambiado. 

A principios de la década de 1960, cuando la economista estadounidense Mollie Orshansky definió el nivel de pobreza estadounidense,  ella realizó una observación rápida. Las familias gastan alrededor de un tercio del ingreso del hogar en alimentos. De manera que, encuentre el costo de una dieta barata pero adecuadamente nutritiva, triplíquelo, y esa es la línea de la pobreza. Esa se suponía debía ser una medida rápida y sencilla para ser utilizada durante un año o dos mientras algo más sensato era concebido. Sesenta años después, todavía la usamos —Milton Friedman decía que no hay nada tan permanente como un programa temporal estatal. Hoy, las familias estadounidenses gastan poco menos de 10 por ciento de su ingreso en alimentos —y eso incluye salir a comer en restaurantes, algo que los pobres de la década de 1960 no hacían e incluso la clase media lo hacía con muy poca frecuencia.

El gasto de EE.UU. en salud ha pasado de 5 por ciento del PIB en 1960 a 18 por ciento actualmente. Pero no como parece pensar Bittman, porque nuestra comida nos está enfermando —vivimos vidas más largas y saludables ahora. Pero debido a que la reducción de nuestro gasto en alimentos nos permite gastar más en cuidados médicos. O, en otra formulación distinta pero equivalente, somos más ricos, y por lo tanto las porciones de nuestro ingreso que gastamos en distintas cosas han cambiado. Gastamos más en productos de lujo y menos en productos inferiores. Sin importar que tan tautológico sea ese argumento, este todavía es cierto, y una de las pruebas de que somos más ricos es que los patrones de gasto han cambiado. 

Los estándares de vida son mejor hoy porque podemos reemplazar esa cadera gastada y tratar las enfermedades que mataron a nuestros ancestros. No es solo que la tecnología ha avanzado de tal manera que sabemos cómo hacer las cosas; es que el progreso en la reducción del costo de alimentos en relación a los ingresos ha significado que tenemos espacio económico para poder hacer estas otras cosas. 

Volviendo a lo dicho por Bittman, lo importante es que nuestra civilización ya sabe todo esto, incluso si no lo sabe cada miembro de ella. Esto nos deja con un pequeño consejo; el progreso humano se construye sobre los logros del pasado y no sobre la repetición de los mismos errores. Esto requiere el estudio acerca de cuál era la sabiduría de los antiguos.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 13 de mayo de 2021.