La prolongada caída económica

Manuel Sánchez González dice que la actividad económica del cuarto trimestre de 2021 fue similar a la registrada en el tercer trimestre de 2016 y que las implicaciones de la caída del ingreso por habitante son alarmantes.

Por Manuel Sánchez González

No existe un aspecto social más importante para cualquier economía que su crecimiento de largo plazo, ya que de éste dependen las posibilidades de avance en el ingreso y el bienestar de la población.

Por desgracia, la información más reciente revela que la actividad económica de México ha retomado su trayectoria declinante iniciada hace más de tres años.

De acuerdo con la estimación oportuna del Inegi, durante el cuarto trimestre de 2021 el PIB descendió 0,1 por ciento respecto al trimestre inmediato anterior, con datos ajustados por estacionalidad. El retroceso se concentró en los servicios, sector que representa casi dos terceras partes del producto, los cuales se contrajeron 0,7 por ciento. Las actividades primarias y la industria aumentaron 0,3 y 0,4 por ciento, respectivamente.

El hecho de que el debilitamiento productivo durante el cuarto trimestre ocurriera después de una caída en el trimestre previo ha llevado a algunos comentaristas a señalar que México “ha entrado” en recesión. Para ello, aluden a la definición popular de recesión, consistente en que el PIB registre dos descensos trimestrales consecutivos.

Si bien esta noción de recesión tiene la ventaja de ser simple y, por lo tanto, fácilmente calculable para realizar comparaciones internacionales, no es la única. Por ejemplo, en EE.UU., la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER), agrupación académica reconocida, entre otras tareas, en la identificación de fechas de los ciclos económicos de ese país, utiliza una descripción más amplia, expresada como “una disminución significativa de la actividad económica que se extiende por toda la economía y que dura más de unos pocos meses”.

La posible resolución ante la multiplicidad semántica del término pasa a un segundo plano si se considera que la economía mexicana parece haber entrado a un ‘bache’ desde mediados de 2018, cuya salida se ve cada vez más lejana. Varias observaciones, basadas en cifras ajustadas por estacionalidad, confirman este deterioro.

En primer lugar, la caída de la producción ha sido prolongada. En siete de los últimos trece trimestres, el PIB mostró variaciones trimestrales negativas.

En segundo lugar, el declive inició antes de la pandemia del COVID-19. Así, en el cuarto trimestre de 2019 el PIB se ubicó 1,3 por ciento por abajo del correspondiente al tercer trimestre de 2018.

En tercer lugar, la abrupta contracción del PIB experimentada durante abril-junio de 2020, como consecuencia de las estrictas medidas de cierre y confinamiento para hacer frente a la epidemia, no ha sido compensada, ya que el efecto ‘rebote’ ha sido anémico y últimamente se ha revertido. De esta manera, el valor del PIB en el cuarto trimestre de 2021 fue inferior en 3,0 por ciento al observado en igual lapso dos años antes.

En cuarto lugar, el nivel del PIB durante los dos trimestres recientes parece haber retomado la anterior tendencia descendente, solo que en un escalón inferior.

Los factores anteriores han dado como resultado que la actividad económica del cuarto trimestre de 2021 haya sido similar a la registrada en el tercer trimestre de 2016. Las implicaciones de este retraso de más de cinco años para el ingreso por habitante son alarmantes.

El desempeño económico descrito contrasta notablemente con el observado en el vecino país del norte. Tras una expansión continua de más de diez años, el PIB estadounidense se contrajo durante la primera mitad de 2020 y, desde entonces, se ha recuperado vigorosamente, rebasando con creces, en el segundo trimestre de 2021, el nivel previo a la pandemia.

Sin duda, en el largo debilitamiento de la economía mexicana han influido factores externos como la ralentización de la producción industrial de EE.UU. durante 2019, derivada de la guerra comercial entre esa nación y China, así como la escasez reciente de microprocesadores para la industria automotriz.

No obstante, la reactivación económica mundial se ha traducido en un aumento de la demanda por las exportaciones manufactureras mexicanas, las cuales últimamente han alcanzado valores sin precedente.

Las consideraciones anteriores sugieren que los problemas económicos de México tienen un origen primordialmente interno, asociado con el marco de políticas públicas. Lejos de buscar contrarrestar los efectos adversos del exterior y de la pandemia, la presente administración los ha exacerbado mediante medidas que priorizan los proyectos gubernamentales, restringen la producción, vulneran el Estado de derecho e incrementan la incertidumbre. El consecuente desplome de la inversión física apunta a una disminución considerable del crecimiento de largo plazo de la economía.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 2 de febrero de 2022.