La patria y la libertad

Gabriela Calderón asevera que "Se habla mucho de la soberanía de la patria, pero muy poco de la soberanía individual que es la que importa y está profundamente en conflicto con la Patria soberanísima del siglo XXI".

Por Gabriela Calderón de Burgos

Guayaquil, Ecuador— Hoy en Latinoamérica se confunde la Patria con el gobierno. Por ejemplo, todo lo que el gobierno ecuatoriano actual hace va adornado con la frase “La Patria ya es de todos”. Pero las consecuencias de confundir la patria con el gobierno y de anteponer los intereses de la patria a los intereses personales podrían ser terribles y no solo limitadas a la perversión del lenguaje. Se habla mucho de la soberanía de la patria, pero muy poco de la soberanía individual que es la que importa y está profundamente en conflicto con la Patria soberanísima del siglo XXI.

En El poder y el delirio (Tusquets, 2008), el historiador mexicano Enrique Krauze dice que “Chávez ha asumido frente a la oposición una actitud que recuerda a la Contrarreforma: quienes disienten son ‘escuálidos’, ‘pitiyanquis’, ‘traidores a la patria’, ‘vendepatrias’”. Incluso dice que el chavismo tiene sus “tribunales de inquisición” en el programa de televisión La Hojilla (con el inquisidor Mario Silva) y sitios de Internet como aporrea.org. En Ecuador el presidente lanza sus dardos a la oposición en su cadena radial de los sábados.

Además, dice Krauze que cuando Chávez se refiere “al pueblo” solo se refiere a una parte de este (la que comulga con él).

Lo interesante es que, sin advertirlo, el autor mexicano estaba haciendo eco de una idea que el filósofo político argentino Juan Bautista Alberdi expresó en su texto clásico “La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” en 1880. Alberdi dice ahí que los latinoamericanos, a diferencia de las naciones de Europa Occidental y EE.UU., habíamos heredado la concepción griega y romana de la Patria: “Era una institución de origen y carácter religioso y santo . . . El hombre individual se debía todo entero a la Patria; le debía su alma, su persona, su voluntad, su fortuna, su vida, su familia, su honor”.

Y es por eso que, dice Alberdi, “Los antiguos no conocían, pues, ni la libertad de la vida privada, ni la libertad de educación, ni la libertad religiosa”.

Esta concepción tan antigua de la Patria contribuye a que en países como Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela los escándalos, de corrupción, por ejemplo, no afecten la popularidad o credibilidad del líder. Dice Krauze que de toda mancha que pueda haber en el gobierno chavista se infiere que “Él (Chávez) no sabe, él no es responsable, él pondría remedios, él es una víctima”. Eso explica por qué a pesar del terrible desempeño económico y el caos social que suelen generar estos líderes siguen ganando elecciones. Pero la historia latinoamericana demuestra que eventualmente el pueblo se cansa.

El caudillismo o populismo tiene raíces profundas en América Latina porque, explica Alberdi, nuestros libertadores como Bolívar, O’Higgins, San Martín—habiendo estudiado en España y comprendido a la Patria y a la libertad “a la española”—solo libraron a los estados latinoamericanos de España y no a sus individuos del Estado.

Nada de esto lo digo por fomentar el “anti-patriotismo”, sino por promover un patriotismo distinto y no reñido con las libertades individuales, aquel que considera al individuo un valioso contribuyente—libre y responsable—al progreso del país.

Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 25 de febrero de 2009.