La moneda local es como un auto que no puede salir de la ciudad
George Selgin comenta las múltiples iniciativas para promover monedas locales alrededor del mundo.
Por George A. Selgin
¿Qué tal esta gran idea? Construimos una pequeña flota de carros y los comercializamos entre la gente de la comunidad local. ¿Cómo competimos con Ford, G.M., Toyota, y todas esas otras grandes empresas de autos? Fácil.
Verá, nuestros carros tendrá requisitos especiales de octano que prevendrán que estos puedan ser reabastecidos en las gasolineras comunes y corrientes. En su lugar, estableceremos unas cuantas gasolineras locales que serán las únicas equipadas con el combustible requerido. Para facilitar las cosas más todavía, nuestros carros también tendrán tanques de combustible pequeños para prevenir que puedan llegar a la siguiente ciudad con un solo tanque (Si decidiésemos hacer la transición hacia motores eléctricos, podemos en cambio equiparlos con enchufes especiales y requisitos de voltaje para lograr el mismo resultado).
Todo lo que esto significa es que a diferencia de otros carros, los nuestros —llamémoslos “Sistemas de Transporte con Energía Local” ("LETS" por sus siglas en inglés)— solo pueden ser utilizados alrededor de la ciudad. De esta manera, la gente que va de compras con ellos no le queda otra opción que realizar sus compras localmente, y de esa forma, contribuir a la economía local. ¿Quién no quisiera hacer eso?
La respuesta, para ponernos serios, es que hay muchas personas que no quisieran hacer eso. Incluso personas a las que les gusta comprar localmente no les gusta estar obligados a hacerlo; y la opción de manejar para salir de la ciudad, ya sea para comprar o por alguna otra razón, es valiosa. De tal forma que un auto que puede ir adonde sea vale más —para muchos vale mucho más— que uno que no puede, lo cual implica que siempre y cuando Ford o Toyota o cualquier otro productor pueda hacer un auto “nacional” decente por un precio igual o superior a lo que costaría la alternativa local, deberíamos dejar que ellos sigan haciendo autos.
Dicho razonamiento quizás explica porque no hay tal cosa como un LETS dirigido a competir con los productores actuales de autos. Pero si hay tal cosa como LETS: y significa “Sistema Comercial de Intercambio Local” y ahora hay algunos cientos de dichos sistemas operando alrededor del mundo. LETS son parte de un movimiento todavía mayor, el de “la moneda local”.
En la realidad
Como el LETS ficticio con el que simplemente estábamos jugando, el LETS real y otros arreglos de monedas locales están diseñados para fomentar que la gente compre localmente.
El sitio Web del LETS del Reino Unido, por ejemplo, se jacta de que, a diferencia del dinero ordinario que “es rápidamente succionado de la zona donde ha sido creado”, LETS “se mantiene local, beneficiando a la comunidad, en lugar de los intereses foráneos”. Los promotores del esquema se aseguran de que su moneda no “se escape” de la economía local incentivando a los comerciantes y bancos locales a aceptarla, mientras que se niegan de manera escrupulosa a que la acepten los “foráneos”. En resumen, presentan como una virtud la utilidad limitada de su moneda —del hecho de que, a diferencia de gran parte de los medios de intercambio, esta moneda no es de aceptación generalizada. Esta estrategia debería hacer de las monedas locales tan atractivas como los autos que solo pueden andar con gasolina local. Pero (si se puede confiar en los expertos de Wikipedia) hay alrededor de 2.500 de estos esquemas de monedas locales vigentes, con nuevos de estos surgiendo todo el tiempo.
Entonces, ¿será que los economistas están equivocados en suponer que para ser buena una moneda debe ser de aceptación generalizada? No lo están y la prueba es que los 2.500 sistemas de monedas locales representan de manera colectiva una porción insignificante del stock de dinero a nivel mundial y que la gran mayoría de estos esquemas que logran despegar colapsan después de pocos años, sino antes.
Respecto de los pocos esquemas que han durado más, casi todos se encuentran —y esto no es mera coincidencia— en comunidades (en gran medida “social demócratas”) donde la causa de “comprar local” predomina. Esto significa que hay relativamente grandes números de personas que se sienten bien acerca de comprar localmente, para quienes el costo de oportunidad de emplear una moneda estrictamente local es relativamente bajo. Para dichos consumidores utilizar una moneda local es como guardar cupones para cosas que uno planea comprar de todas formas. Respecto de los bancos que acuerdan aceptar la moneda local, muchos lo hacen solamente por razones de relaciones públicas y a pesar del hecho de que las transacciones en moneda local reducen sus ganancias, como es evidente de la reticencia generalizada a participar de los bancos que tienen grandes redes fuera de la ciudad.
Más importante, el propósito que el movimiento de la moneda local lograría si pudiera —aquel de “mantener el comercio dentro de la comunidad”— es, como todas las formas de proteccionismo, un objetivo altamente cuestionable.
Como Tim Harford dice de manera breve, “las ganancias de comerciar más con los locales son superadas con creces por las pérdidas de un menor comercio con extraños. Sino fuera así, las sanciones económicas fuesen una bendición” (¡intente explicarle a un palestino o cubano las virtudes de “comprar localmente”!).
Esto no es todo...
Además de limitar a la gente a comprar localmente, muchas monedas locales están diseñadas para rendir un interés “negativo”, perdiendo valor en relación al dinero nacional según un calendario fijo, o al expirar del todo luego de determinado período, o ambas cosas.
La idea —popularizada por primera vez en la década de 1930 por Silvio Gesell — es desalentar que la gente guarde el dinero local, aumentando así su velocidad, de manera que una cantidad determinada resulte en un estímulo mucho mayor al gasto local. Aquí, nuevamente, el objetivo de fortalecer el gasto local está en conflicto con aquel de hacer que la moneda local sea un sustituto atractivo frente a la moneda nacional. Volviendo a la analogía del “auto local”, sería como decirle a un potencial comprador de auto, “Mire, los cuerpos de nuestros autos se pudren rápidamente. ¡Así que tendrá que comprarlos más seguido para que obtenga más por su dinero!”
Esto no es para decir que una moneda local nunca podría servir cualquier propósito más allá de aquel de permitir que algunas personas muestren de mejor forma su generosa disposición hacia los comerciantes y productores locales (o, quizás, su escaso entendimiento de la economía básica).
Históricamente, las monedas locales han jugado un papel crucial en mantener el intercambio cuando las alternativas nacionales estaban escasas, como sucedió durante la Gran Depresión (cuando en muchas comunidades el “scrip” sustituyó a los depósitos bancarios que se habían evaporados o vuelto inaccesibles), y como sucedió a fines del siglo dieciocho en Inglaterra (cuando la acuñación y emisión por parte de privados sustituyó la escasez de cambio en moneda oficial). A pesar de su inconveniencia, el dinero local es por supuesto mejor que no tener dinero del todo; además, mientras más atrás uno se remonta en la historia, verá que la moneda local era menos costosa dado que la gente viajaba menos.
Los sustitutos de las monedas nacionales
Aunque las desventajas de la moneda local son serias, estas están lejos de ser desventajas inherentes a todos los sustitutos para las monedas oficiales (nacionales). Al contrario: lejos de ser inherentes, las desventajas de las monedas locales son unas que han sido deliberadamente incluidas en esas monedas por personas que buscan hacer que estas sirvan a un objetivo que está en conflicto con aquel de hacer que sea lo más fácil posible para la gente obtener las potenciales ganancias del comercio.
De hecho, no hay nada que prevenga que otros tipos de monedas no oficiales logren un mercado nacional. La clave para que lo logren es que, como los depósitos bancarios modernos, estas monedas sean completamente compatibles con el estándar monetario existente, y que estén disponibles para ser usadas a lo largo de la economía nacional, incluso fuera de ella.
Históricamente, las notas bancarias privadas poseían estas características donde sea que las restricciones legales no prohibieron u obstaculizaron que los bancos establezcan subsidiarias o donde sea que se hayan tomado otras medidas para hacer que sus notas sean de actualidad más allá de la matriz del banco; y es concebible que otras formas de monedas privadas, incluyendo las monedas de cambio emitidas por privados, también podrían sustituir las alternativas provistas por el Estado, si solo el gobierno lo permitiera.
De manera que, mientras que aplaudo el esfuerzo de los partidarios de las monedas locales de romper con el monopolio de emisión de moneda de la Reserva Federal, lamento que hayan optado por sabotear esta misión que tiene sus méritos al relacionarla al objetivo mucho menos meritorio de obstaculizar que la gente comercie con “foráneos”. Como el siempre sensible Frédéric Bastiat dijo, "La peor fortuna que le puede ocurrir a una causa buena no es ser atacada con proeza, sino ser defendida de manera inepta”.
Este artículo fue publicado originalmente en Foundation for Economic Educaion (EE.UU.) el 15 de enero de 2017.