La marcha de la locura

Macario Schettino considera que la mañanera, la cadena nacional el presidente mexicano, es un problema puesto que no tiene un verdadero contrapeso.

Por Macario Schettino

El Presidente anunció ayer que la mañanera incluirá ahora una sección acerca de la economía. Ocurrirá el primer jueves de cada mes, según dijo. Sería mejor que fuese el segundo jueves, para tener la certeza de incluir el dato de inflación del mes anterior, que se publica justamente en esos días. También sería más probable que pudieran incorporar los datos del IMSS, que aunque ahora se publicarán en los primeros cinco días del mes, el primer jueves puede ocurrir antes que eso.

Pero estas sugerencias tendrían sentido si en realidad al Presidente le interesara hablar de economía. No es así. Lo que quiere es controlar el discurso, como lo ha hecho con múltiples temas. Cuando inició la pandemia, y la estrategia del gobierno fue ahorrar dinero, sin importar contagios ni muertes, inventó una ‘vespertina’, donde irían pastoreando al respetable, que al día de hoy sigue creyendo que el gobierno hizo bien su trabajo, aunque sea cada día más claro que fuimos uno de los países que peor manejó la situación. Si se controla la información, y se miente sin escrúpulo, no hay problema. No lo hubo entonces.

Intentaron ampliar esa vespertina para hablar acerca de la recuperación económica, pero no les funcionó. No había mucho de qué hablar, y el público estaba más interesado en el tema de la pandemia. Pero desde hace unos meses, la mayor preocupación de los mexicanos vuelve a ser el bolsillo: empleo, inflación, crecimiento. Y el Presidente se hará cargo. No resolviendo el problema, sino desapareciéndolo, como por arte de magia.

La conferencia mañanera del Presidente es un problema muy serio. No tiene contrapeso alguno, no tiene la mínima vergüenza, y entonces miente con toda tranquilidad. De nada sirve que en las redes, o en periódicos, se aclare la información, porque no hay comparación en el impacto. Ese ejercicio diario de propaganda es un ataque directo a la democracia. Es sólo una voz la que se escucha, y una voz que, insisto, miente continuamente.

Algunas personas creen que López Obrador es un gran comunicador, así lo han dicho desde hace tiempo. No creo que sea exacta esa afirmación. Es una persona con escaso conocimiento, pero sin ningún escrúpulo, y por eso puede mentir con facilidad, a veces sin siquiera saber que lo hace, porque no se esfuerza en comprobar los prejuicios que lo acompañan desde hace décadas. Su concepción de la economía es propia de la época en que pasó por la universidad: mercantilismo y dependencia. Puesto que nunca trabajó, salvo en la política, no atina a entender conceptos elementales, como la inversión, el empleo o la inflación.

Su visión histórica corresponde al cuarto año de primaria, historia de bronce de bajo nivel, pero acompañada de fechas y anécdotas. Su lectura de la política es aún más simple: ellos y nosotros, y ellos no merecen nada: ningún derecho.

Puesto que se sabe en una situación débil en términos de conocimiento, le es imprescindible destruir a sus contrincantes antes de que puedan hablar. Por eso se ataca e insulta impunemente a quien sea necesario para dar un barniz de credibilidad a los dichos. Universidades, medios, articulistas, intelectuales, nacionales o extranjeros, todos son presas válidas.

Conforme se amplía la distancia entre la realidad y la mañanera, las mentiras deben hacerlo en mayor magnitud; los ataques deben ser más frecuentes, y más duros; los temas deben ampliarse; sus huestes deben ser más agresivas. La polarización política es, al final, la defensa a ultranza de la mentira.

Sin diálogo público no puede haber democracia, pero tampoco educación, investigación o una economía funcional. El monólogo no es sano. Si además se niega la realidad, es una marcha a la locura.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 7 de enero de 2022.