La locura del actual sistema de salud
Milton Friedman señaló que en el sistema de salud vigente en EE.UU. "los trabajadores no tienen ningún incentivo para economizar en cuidado médico o en buscar alternativas más baratas".
Por Milton Friedman
Recuerdo que como instructor de compras de la Naval, a fines de la Segunda Guerra, estuve en Hershey, Pennsylvania, donde funciona la gran empresa chocolatera del mismo nombre. Recuerdo que me hospedé en el hotel Hershey, en el cruce de la avenida Cacao con el bulevar Chocolate, frente a la Universidad Hershey y a una cuadra de la tienda Hershey. La atmósfera de paternalismo empresarial era pesada.
A principios de siglo, pueblos dominados por una empresa eran muy comunes, la mayoría con un paternalismo bastante menos benevolente que en Hershey. Los obreros que trabajaban en las minas o en fábricas lejos de ciudades grandes estaban obligados a comprar sus alimentos y la ropa en la tienda de la compañía. En realidad les pagaban en especie, en vez de con dinero. Por eso la vieja canción decía: "le debo el alma a la tienda de la compañía".
Con el tiempo surgieron objeciones y la exigencia de que se le pagara a los trabajadores en efectivo para que pudieran hacer sus compras donde quisieran. Pueblos como Hershey era ya una antigua reliquia en los años 40.
Pero la costumbre ha reaparecido en un importante sector: la salud. Se ha hecho costumbre que los trabajadores reciban parte de su salario en especie, en la forma de cobertura médica provista por el patrón. ¿Por qué? Seguro que el alimento no es menos esencial para la vida que la atención médica. ¿Por qué el trabajador no está obligado a comprar su comida en la tienda de la compañía, pero sí la cobertura médica?
Esta reaparición de la "tienda de la compañía" tiene menos que ver con la lógica que con mera casualidad. Es un estupendo ejemplo de cómo una mala política gubernamental nos conduce a otra.
Durante la Segunda Guerra, el gobierno impuso controles de precios y de salarios, mientras financiaba los gastos bélicos imprimiendo billetes. La resultante presión inflacionaria y los controles de precios produjo escasez de todo tipo, incluyendo de mano de obra. Empresas en competencia para conseguir trabajadores, bajo los controles de salarios, comenzaron a ofrecer beneficios médicos para atraerlos y la práctica se generalizó rápidamente.
Inicialmente, las empresas no reportaban los beneficios médicos al impuesto como parte de los sueldos pagados. Con el tiempo la oficina de impuestos insistió que se hiciera y que los trabajadores pagaran impuesto sobre ese monto. La gente se había acostumbrado a que fuese un beneficio libre de impuesto y se armó un escándalo; entonces el Congreso respondió legislando que los beneficios médicos estarían libres de impuestos.
Los controles de precios y de salarios se descontinuaron, pero quedó la exención impositiva sobre los beneficios médicos, lo cual explica porqué sobrevive la tienda de la compañía en esta área. Y ésta es una de las razones de la presente crisis.
La solución obvia es eliminar la exención médica, en cuyo caso sería mutuamente conveniente, para patronos y trabajadores, convertir ese beneficio en un pago adicional en efectivo. Pero tal solución se considera políticamente imposible.
Una alternativa frecuentemente propuesta es continuar la exención, pero suspender el requisito que la cobertura médica sea comprada a través de la tienda de la compañía. Permitamos que las empresas y sus trabajadores se pongan de acuerdo sobre el monto del aumento de salarios en reemplazo de la cobertura médica y que esa cantidad quede libre de impuestos si se coloca en una cuenta de ahorro médico. Démosle libertad a los trabajadores a utilizar ese fondo a sus discreción, siempre y cuando sea para tratamiento médico. Si no lo utiliza, permitamos que se acumule y que eventualmente pueda ser utilizado con otros propósitos por el empleado.
Yo no tengo ninguna duda que la introducción de esas cuentas de ahorro médico reducirían considerablemente el costo de la salud. Un libro reciente de John Goodman y Gerald Musgrave, Patient Power, publicado por el Cato Institute, ofrece una descripción completa de esta propuesta.
Actualmente los trabajadores no tienen ningún incentivo para economizar en cuidado médico o en buscar alternativas más baratas. Esta propuesta no es ninguna panacea ante las actuales dificultades. Los programas estatales Medicaid y Medicare seguirían siendo poderosos impedimentos a la efectiva y eficiente utilización de las facilidades y el personal médico.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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