La Habana en blanco y negro

Mary Anastasia O'Grady entrevistó recientemente a Berta Soler, una de las fundadoras del grupo disidente cubano conocido como las Damas de Blanco, quien le dijo que desea que el mundo conozca acerca del racismo de los Castro.

Por Mary Anastasia O'Grady

Después de que la policía la sometiera a un interrogatorio de 11 horas en 2011, Berta Soler, una de las fundadoras del grupo disidente cubano conocido como Las Damas de Blanco, recibió un ultimátum.

Durante una entrevista en las oficinas de The Wall Street Journal en Nueva York, Soler me dijo que el funcionario del Ministerio del Interior que la escoltó hasta su hogar le dijo que ella y Laura Pollán (otra fundadora del grupo) debían irse de Cuba "porque por nosotras es que se mantenían las Damas de Blanco". Su respuesta no se hizo esperar, según contó. Si "hay alguien que tiene que irse del país son los Castro" contestó.

Los cubanos han sido puestos contra el paredón y fusilados por menos, pero la valentía de Soler no es de extrañar para el régimen. Durante siete años, a partir de 2003, las Damas, vestidas de blanco de pies a cabeza, fueron juntas a misa en la iglesia de Santa Rita para luego recorrer pacíficamente las calles y exigir la liberación de sus familiares que eran presos políticos.

A menudo, eran atacadas por agentes de Castro, con rasguños, golpes de puño y patadas. Pero nunca se amilanaron, incluso después de que el régimen endureciera sus tácticas al subirlas a autobuses, llevarlas lejos de sus hogares y abandonarlas en el camino para que regresasen por su cuenta.

Para 2010, las fotografías de la brutalidad de la que eran sujeto tomadas con teléfonos celulares se convirtieron en una vergüenza internacional lo suficientemente grande para la dictadura, que comenzó a deportar a los prisioneros y sus familiares más cercanos a España. Era una estrategia clásica de los Castro: durante más de medio siglo, los líderes más fuertes de la disidencia, los que no podían ser sometidos eran asesinados o exiliados.

El esposo de Pollán, Héctor Maseda, y el esposo de Soler, Ángel Moya, fueron parte de un pequeño grupo de prisioneros de conciencia que se negaron a abandonar la isla. A la larga, Castro les dio la libertad condicional, pero las Damas no se desintegraron sino que, por el contrario, empezaron a luchar por la liberación de todos los prisioneros políticos y por los derechos humanos.

El grupo crecía y se expandía por toda la isla cuando, en 2011, le dijeron a Soler que se fuera de Cuba. Diecisiete días después, el 14 de octubre de 2011, Pollán murió misteriosamente en un hospital de La Habana, rodeada de agentes de seguridad.

Pollán habría estado relativamente bien de salud apenas unas semanas antes cuando, como lo describe su amiga Soler, los agentes de Castro la atacaron, mordieron, arañaron su brazo y le pasaron un pañuelo sobre las heridas abiertas. Si esa fue una manera de colocar algo en su sangre, nunca lo sabremos. Pero una semana después, Pollán empezó a tener escalofríos y a vomitar y el 7 de octubre fue internada con problemas para respirar.

Soler alega que Pollán podría haber recibido oxígeno pero, en cambio, "la entuban y la dopan" y poco después "perdimos a Laura". Como lo informé en su momento, no hubo autopsia y el cuerpo de Pollán fue cremado rápidamente.

Raúl Castro habrá pensado que las Damas de Blanco se desintegrarían pronto. Se equivocó. Soler dice que las muertes bajo circunstancias sospechosas de su amiga y del disidente Oswaldo Payá, en julio de 2012, supuestamente en un accidente vehicular en el que, según testigos, no hubo un choque, ha fortalecido el movimiento.

Soler está aprovechando la nueva política de la dictadura —que por primera vez en medio siglo permite a los cubanos viajar al exterior— para pedirle a la comunidad internacional "apoyo moral y espiritual" para el pueblo cubano en su lucha contra la dictadura.

Quiere que el mundo sepa del racismo de los Castro. Los negros, dice, están sumamente sub representados en las universidades y sobre representados en las cárceles.

"Los mendigos en Cuba son negros, no blancos. Los que viven en lugares marginales, son negros, no blancos", acusa. Añade: "Me dicen '¡negra!, ¿qué tú haces allí?, ¡tienes que agradecer mucho a la revolución!".

La represión está en aumento y, ante la ausencia de una condena internacional, el régimen se siente libre de golpear públicamente a las Damas de Blanco para demostrar quién manda en el país. El régimen solía enviar solo mujeres para atacar a las Damas, pero ahora también manda a hombres. Las golpean con la clara intención de hacerles daño. Algunas veces les rompen los huesos.

Soler dice que estos atacantes "nunca han sido personas del barrio" que salen a defender espontáneamente la gloriosa revolución. Son profesionales que trabajan para el Ministerio del Interior o civiles que obedecen el régimen para mantener sus empleos o sus cupos en las universidades. Soler dice que en los últimos dos años, muchas de "las mismas caras" han aparecido repetidamente para atacar al grupo. La mujer que mordió a Pollán es conocida por las Damas porque es una presencia constante en las golpizas y trabaja para el ministerio.

Es escalofriante pensar qué podría pasar con la políticamente incorrecta Soler cuando regrese a Cuba, motivo por el cual su viaje esta semana a Roma adquiere una importancia crítica. Ha pedido una audiencia con el Papa Francisco. Si él la acepta, la visita podría protegerla. De lo contrario, y en ausencia de otras voces internacionales influyentes que la defiendan, su futuro es más incierto.

Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 6 de mayo de 2013.

Este artículo ha sido reproducido con el permiso del Wall Street Journal © 2011
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