La guerra de Clinton

por Carlos Ball

Carlos Ball es Periodista venezolano, director de la agencia de prensa AIPE (www.aipenet.com) y académico asociado del Cato Institute.

Desde hace años no veíamos el tipo de manifestaciones contra un presidente de Estados Unidos como las ocurridas en Atenas, tras la efímera visita de Bill Clinton. Y, de repente, la prensa internacional comienza a sentir vergѼenza por la manera en que, como loros, repitió toda la campaña de desinformación lanzada por Washington y la OTAN, a lo largo de 78 días de la estúpida y monstruosa guerra en Serbia. La mentira culminante fue la declaración de victoria de Washington, cuando las fuerzas armadas yugoslavas apenas si sufrieron pérdidas, mientras que la ofensiva extranjera logró solidificar el apoyo de los serbios tras un líder tan indeseable como Slobodan Milosevic.

Por Carlos A. Ball

Desde hace años no veíamos el tipo de manifestaciones contra un presidente de Estados Unidos como las ocurridas en Atenas, tras la efímera visita de Bill Clinton. Y, de repente, la prensa internacional comienza a sentir vergѼenza por la manera en que, como loros, repitió toda la campaña de desinformación lanzada por Washington y la OTAN, a lo largo de 78 días de la estúpida y monstruosa guerra en Serbia. La mentira culminante fue la declaración de victoria de Washington, cuando las fuerzas armadas yugoslavas apenas si sufrieron pérdidas, mientras que la ofensiva extranjera logró solidificar el apoyo de los serbios tras un líder tan indeseable como Slobodan Milosevic.

Washington y la OTAN, en su afán de ganar la batalla de las primeras páginas de los diarios, lograron también devaluar y prostituir sus terribles acusaciones, al comparar a Milosevic con Hitler y las persecuciones en Kosovo como un genocidio similar al holocausto.

La realidad es muy distinta. Los "bombardeos humanitarios" de la OTAN, para recordar esa pervertida y espantosa frase orwelliana utilizada por funcionarios del gobierno de Estados Unidos, lejos de impedir atrocidades y el llamado "lavado étnico", fueron más bien lo que le dio la excusa a los soldados y paramilitares serbios para proceder con las expulsiones masivas de los kosovares albanos.

La prensa internacional también comienza a darse cuenta que las miles de tumbas anónimas, de las que a diario acusaba el portavoz de la OTAN a las autoridades serbias, no aparecen por ninguna parte. Geof Hoon, del Foreign Office británico, llegó a declarar que diez mil albanos estaban enterrados en "sepulturas masivas a lo ancho y largo de Kosovo". Pero, meses después de terminada la guerra, tales cementerios no aparecen por ninguna parte, aunque nadie niega que los serbios realizaron sangrientas persecuciones y múltiples atrocidades.

Hasta ahora, la cuenta total de cadáveres encontrados por los equipos forenses que trabajan en Kosovo alcanza unos dos mil. Cifra espantosa, pero según publicó el diario Sun de Toronto: "las bombas de la OTAN pudieron en realidad matar a tantos civiles como lo hicieron los paramilitares serbios".

Haber bombardeado la embajada china en Belgrado fue supuestamente el gran error de la guerra, pero mucho peor fue que Washington no parecía estar consciente que el 90 por ciento de la población de Kosovo era albana y sólo 10 por ciento serbia. Por consiguiente, quienes estaban realmente en peligro de extinción eran estos últimos, como lo han demostrado los acontecimientos después de terminada la guerra.

Más de 400 serbios han sido asesinados o mutilados en Kosovo por el Ejército de Liberación de Kosovo, desde el comienzo de la ocupación por parte de 50 mil soldados de la ONU. Pero sólo los serbios son acusados de crímenes de guerra.

Y en Kosovo, las cosas no han cambiado. Según un informe del International Crisis Group, actualmente hay tantos asesinatos como antes de la intervención de la OTAN y el "lavado étnico" ahora incluye a las minorías serbias, rumanas, judías y croatas.

En conclusión, la primera ofensiva de la OTAN, alianza creada hace medio siglo con un propósito puramente defensivo, ha resultado en un cruel, vergonzoso y total fracaso. Nadie sabe las verdaderas razones que impulsaron a Bill Clinton a desatar tan innecesaria guerra. Y que el Congreso no haya insistido en ejercer su facultad de declaración de guerra nos comprobó, una vez más, que "el poder absoluto corrompe absolutamente".

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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