La guerra contra los puros cubanos

por Aaron Lukas

Aaron Lukas fue Analista del Cato Institute.

Recientemente el servicio de aduanas de Estados Unidos montó una gran ofensiva, la guerra contra los puros cubanos. Agentes llevaron a cabo redadas en los clubes y restaurantes más exclusivos de Nueva York, arrestando tanto a los gerentes como a los clientes.

Por Aaron Lukas

Recientemente el servicio de aduanas de Estados Unidos montó una gran ofensiva, la guerra contra los puros cubanos. Agentes llevaron a cabo redadas en los clubes y restaurantes más exclusivos de Nueva York, arrestando tanto a los gerentes como a los clientes.

Reportajes de la prensa recordaban los tiempos de la Ley Seca: "Se allanó el elegante restaurante Patroon, arrestándose al encargado de la venta de puros, Alex Hasbany" informó Reuters. "El dueño del restaurante, Kenneth Aretsky, quien anteriormente había sido presidente del famoso Club 21, se entregó a las autoridades el jueves".

Los fiscales federales informaron haber decomisado cientos de miles de dólares en costosos habanos. No menos de nueve personas fueron arrestadas, incluyendo a John Steinhardt, jefe del departamento de valores americanos de Chase Securities, subsidiaria del banco del mismo nombre.

Las redadas fueron llevadas acabo bajo la autorización de la ley de Comercio con el Enemigo, la cual permite al presidente de Estados Unidos prohibir la importación de productos de países específicos. Se han prohibido las importaciones de casi todos los productos cubanos desde el 8 de julio de 1963, inmediatamente después que el presidente John Kennedy mandara a su entonces secretario de prensa —Pierre Salinger— a salir a comprar todos los H. Upmann Petit Coronas que encontrara.

En 1996, la ley Helms-Burton codificó muchas de las sanciones unilaterales contra Cuba que Estados Unidos aplicaba bajo la ley de Comercio con el Enemigo, añadiendo odiosas nuevas estipulaciones, como boicots extraterritoriales contra empresas extranjeras que operan en Cuba.

Tales leyes ofrecen oportunidades de abuso porque su cumplimiento es de por sí irregular. Prominentes empresarios han sido arrestados, pero ¿cuántos congresistas disfrutan de vez en cuando su Montecristo o su Cohiba? No espere de pie una redada en el capitolio.

Además, ¿es Cuba realmente nuestro enemigo? Con el caída de la Unión Soviética y la suspensión de sus subsidios a Cuba a comienzos de los años 90, la amenaza cubana a nuestra seguridad nacional dejó de existir. Ahora aislamos a Cuba no como medida de protección sino para "ayudar" a los cubanos.

Es difícil entender cómo unas redadas policiales contra nuestros ciudadanos van a ayudar a la causa de la libertad en el extranjero. En cualquier caso, se trata de una política equivocada. Nuestro gobierno fue establecido para proteger la vida, la libertad y la propiedad de la gente de Estados Unidos. No podemos comprometer esos principios, aun con admirables propósitos. El ejemplo de una América del Norte próspera y libre  es una fuerza para el cambio mucho más poderosa que cualquier embargo.

Pero el servicio de aduanas ha declarado la guerra a los puros cubanos. La agencia reportó haber confiscado puros por valor de 3,1 millones de dólares el año pasado en 3.700 redadas. Lo mismo que sucede con las drogas, los precios subirán y habrá más contrabando, mientras que la opresión en Cuba seguirá siendo la misma que ha existido a lo largo de 40 años de aislamiento.

Las redadas en busca de los habanos son sólo el más reciente ejemplo de la absurda política estadounidense respecto a Cuba. El antagonismo norteamericano es una de las razones que han mantenido a Castro en el poder, a pesar de sufrir una de desastrosa economía.

Si el Congreso y el gobierno de Clinton buscan realmente promover la liberalización, debieran permitirle a los estadounidenses comerciar libremente con Cuba. El embargo y la guerra contra los puros deben tirarse al tarro de la basura de la historia.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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