La gran contracción económica de México

Manuel Sánchez González ilustra la magnitud de la contracción económica que sufrió México durante 2020, habiendo retrocedido el PIB per cápita más de 11 años.

Por Manuel Sánchez González

De acuerdo con la estimación oportuna del Inegi, con cifras ajustadas por estacionalidad, durante 2020 el PIB de México se contrajo 8,5 por ciento.

Este desplome resulta preocupante porque es el más profundo en casi noventa años. Su magnitud sobrepasa la de la crisis financiera global de 2009, la de las debacles de 1995, 1986 y 1983, y solo es superada por la de la Gran Depresión en 1932, cuando se calcula que el PIB se redujo 14,8 por ciento.

La contracción económica ha sido también una de las más significativas del mundo. En particular, con base en el estimado de avance del PIB de EE.UU., el descenso representa 2,4 veces el registrado en el vecino país del norte.

Por cierto, entre otras opciones, la comparación con ese país es la más pertinente, porque constituye el referente común de progreso en los análisis internacionales y, en especial, porque México mantiene con éste la más estrecha integración económica.

Finalmente, el derrumbe de la producción mexicana ocurrió después de un año de estancamiento, lo cual tiene por lo menos dos implicaciones. Por una parte, en estos dos años, el crecimiento en el nivel de ingreso de México acumuló un retraso respecto al de EE.UU. de más de siete puntos porcentuales.

Por otra, en igual periodo, el PIB per cápita se contrajo aproximadamente 11 por ciento, lo que, tomando en cuenta la evolución de este indicador durante las dos décadas previas, significa un retraso de más de once años.

Sin duda, el declive de la producción en 2020 refleja, en buena medida, el choque asociado con el COVID-19 y las medidas de cuarentena, así como el distanciamiento social voluntario para evitar su contagio. Es natural que, entre más estrictas sean las disposiciones, más afectada resulte la actividad económica.

Sin embargo, en una comparación internacional, nuestro país no parece haber registrado los ordenamientos más estrictos. Por ejemplo, según el Índice de Rigurosidad de Confinamiento, elaborado por la Universidad de Oxford, México aplicó un nivel de dureza no muy diferente al de EE.UU., pero notablemente inferior al de Italia y Francia.

Lo anterior permite concluir que el decepcionante desempeño de la economía mexicana obedece también a otros factores. Entre éstos, saltan a la vista los errores de política económica, los cuales pueden clasificarse en dos grandes categorías.

La primera se refiere a las acciones contrarias al crecimiento económico, implantadas por la presente administración. En este grupo destacan la reversión y el freno de las incipientes reformas estructurales, así como la suspensión de obras públicas y privadas con procedimientos de legalidad cuestionable, que han mermado la confianza de los empresarios y los consumidores.

Así, desde la segunda mitad de 2018 hasta principios de 2020, la actividad económica registró una tendencia de estancamiento y posterior declive, al mismo tiempo que se observó una continua caída de la inversión privada. La pandemia tomó a la economía dentro de una trayectoria de debilitamiento, que probablemente continuó durante 2020, con independencia del COVID-19.

La segunda categoría agrupa las omisiones de medidas adecuadas para hacer frente al choque sanitario. Éstas han partido de una minimización oficial de la gravedad de la enfermedad y sus peligros, así como de una aparente indiferencia ante la tragedia humana, asociada al padecimiento y la muerte de un número creciente de personas.

Una consecuencia de esta visión ha sido la baja ponderación que el gobierno parece otorgar al combate de la pandemia y al alivio de sus secuelas en las finanzas públicas. A manera de ilustración, durante 2020, el gobierno mantuvo una postura restrictiva, con un superávit primario, es decir con un exceso de ingreso sobre egresos excluyendo el servicio de la deuda.

Además, se introdujeron algunas medidas impositivas que incrementaron la recaudación tributaria respecto al año anterior, a pesar de que la economía transitaba por una profunda recesión. Asimismo, el gasto en protección social fue menor al programado antes de la pandemia y el de salud continuó siendo muy inferior al destinado a combustibles y energía.

Algunos comentaristas suelen referirse a esta actitud fiscal como “ortodoxa”. Tal denominación es extraña y engañosa, ya que no parece existir teoría alguna ni grupo representativo de economistas que, ante una catástrofe de esta magnitud, recomiende la negligencia so pretexto de la “disciplina”.

Es indispensable que las políticas públicas se enfoquen cuanto antes a resolver el problema central de México que es la pandemia, dando prioridad a la disponibilidad generalizada de las vacunas, y provean un marco de confianza que posibilite la recuperación económica.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 3 de febrero de 2021.