La globalización y sus enemigos

Por Lorenzo Bernaldo de Quirós

Esta obra mayor tiene sus antecedentes en la larga serie de artículos dedicados a este tema en FT y, sobre todo, en su Hayek Memorial Lecture para el Institute of Economic Affairs de Londres. A lo largo de casi 300 páginas, Wolf presenta una réplica detallada a las principales críticas lanzadas contra la globalización y demuestra sus ventajas de manera contundente, su superioridad frente a cualquier otra alternativa. Para Wolf, la globalización funciona, pero también es necesaria si se pretende extender la prosperidad y la libertad en el planeta.

La lucha intelectual entre el capitalismo liberal y sus adversarios es el tema principal del libro. El núcleo central de la argumentación wolfiana es la réplica a los argumentos avanzados por aquellos que quieren detener o invertir el proceso de integración de la economía global. Los componentes de la Antiglobalization. Com comprenden, por una parte, los viejos grupos de interés proteccionistas —agricultores, sindicatos, etc.— y, por otra, las ONG. A ambos deben añadirse socialistas clásicos, neomarxistas y otros elementos más peligrosos, como los mercantilistas, los nacionalistas y otros sectores antiliberales de derecha que tuvieron un destacado papel en el derrumbre del orden liberal en la primera mitad del siglo XX. Son los Colectivistas de nuevo milenio. Están unidos sólo por lo que combaten. No brindan ninguna alternativa, si bien representan una versión posilustrada de retorno a la tribu. Wolf destruye todos sus tópicos con precisión de cirujano.

Primer tópico: la globalización ha aumentado la pobreza y la desigualdad en el mundo. Desde los ochenta, el número de personas pobres ha caído de manera sensible. Las discrepancias radican sólo en la intensidad de ese descenso. El Banco Mundial estima una caída del 9,5 % en los noventa mientras Sala i Martí y Bhalla dan cifras mayores, el 13,1 % y el 23,1 %, respectivamente, durante la última década de la anterior centuria. ¿Qué pasó con la desigualdad? Un indicador impresionante es el aumento de la clase media. Bhalla incluye en ese término a los individuos con ingresos entre los 3.650 y 14.600 dólares al año, medidos en paridad del poder adquisitivo a precios de 1993. De acuerdo con sus cálculos, en 1960, el 60% de la clase media mundial vivía en los países de la OCDE. En 2000, el 51% habita en Asia, Oriente Medio y Norte de África.

¿Y el bienestar humano? En el mundo en vías de desarrollo la esperanza de vida ha aumentado de 55 años en 1970 a 64 años en 2000. Este indicador ha mejorado incluso en el África Subsahariana. La alfabetización, la producción de comida, etc. han mejorado espectacularmente. A la vez, Wolf destruye uno de los mantras de la globofobia: el trabajo infantil. La proporción de niños de 10 a 14 en la fuerza de trabajo ha descendido del 23% en todos países en vías de desarrollo en 1980 al 12% en 2000. Esa disminución ha sido muy intensa en Asia, del 26% al 8%. El crecimiento económico inducido por la globalización ha devuelto a los niños al colegio en aquellos países que más se han integrado en la economía mundial. El poder y la malevolencia de las multinacionales que “dominan el mundo y explotan a los trabajadores de los países pobres” es otro de los tópicos liquidados por Wolf. Al margen del positivo impacto sobre el desarrollo derivado de la inversión extranjera existen dos elementos adicionales que permiten liquidar esa tradicional falacia. Primero, las 100 empresas mayores del planeta suponen sólo el 4,3% del Producto Interior Bruto mundial; segundo, las compañías transnacionales pagan a sus empleados en las naciones en desarrollo un 40% más que las locales.

Los Colectivistas del Nuevo Milenio afirman que la integración de la economía global es lesiva para el medio ambiente. De nuevo yerran. Las relaciones entre globalización, crecimiento y entorno son positivas. Alan Krueger y Gene Grossman, de la Universidad de Princeton, han demostrado que cuando el PIB per cápita alcanza los 5.000 dólares los indicadores medioambientales comienzan a mejorar; es decir, el aumento de la riqueza es el mejor aliado de la naturaleza. Las grandes catástrofes ecológicas no se han producido en las economías de mercado sino en las de planificación central.

Why the Globalization Works es una defensa excelente de la globalización. Su mensaje final es de una extraordinaria lucidez: la visión de la juventud próspera del Oeste que desea proteger a los pobres del mundo de los procesos que les llevan a la prosperidad es deprimente. Es un retorno a los antiguos clichés anticapitalistas, como si el comunismo soviético nunca hubiese existido. Para hacer un mundo mejor hay que ignorar esos cantos de sirena. La sociedad abierta siempre tiene enemigos, dentro y fuera. Nuestro tiempo no es una excepción. Como señala Wolf, el problema no es que haya demasiada globalización, sino demasiado poca.