La globalización y el cambio climático
Ian Vásquez considera que esta semana en la que se celebró el Día de la Tierra, hay que celebrar también a la globalización por ser el mejor sistema para enfrentar el cambio climático.
Por Ian Vásquez
Esta semana en la que se celebró el Día de la Tierra, hay que celebrar también a la globalización por ser el mejor sistema para enfrentar el cambio climático.
Ese es el mensaje de un nuevo ensayo escrito por Charles Kenny, académico del Center for Global Development. El crecimiento económico empeora el cambio climático y la globalización contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero. Y sí, es cierto que históricamente esa relación ha existido.
“Pero esa relación se está rompiendo”, dice Kenny, “y la globalización también puede llevarse buena parte del mérito. De cara al futuro, la mejor manera –de hecho, la única moral y políticamente plausible– de alcanzar la estabilidad climática es aprovechar el inmenso poder de la globalización para el progreso planetario sostenible”.
¿A qué se refiere? Durante las últimas décadas, la emisión de gases de efecto invernadero a escala global ha crecido a un paso significativamente por debajo del crecimiento económico. Lo que es más importante, en la última década, unos 40 países mayormente ricos han visto crecer sus economías mientras sus emisiones de dióxido de carbono cayeron.
Esta desvinculación entre el crecimiento y las emisiones se debe a la creciente eficiencia del capitalismo global, sobre todo en el sector energético, y a la tecnología verde. Para que se desvincule el crecimiento económico de la emisión de gases de efecto invernadero en los países en desarrollo también es esencial una economía global más grande e integrada.
Según Kenny, “la globalización es clave para ello: acelera la innovación para desarrollar nuevas tecnologías de carbono cero, el comercio que permite su producción eficiente y su despliegue a escala, los trabajadores para instalarlas y la financiación para pagarlo todo”.
Los países ricos siguieron un patrón conocido en su camino al desarrollo: la intensidad de carbono en sus economías –es decir, la cantidad de emisiones de dióxido de carbono por unidad de producción o actividad económica– primero aumentó mientras incrementó su riqueza y, tras llegar a un ingreso de unos US$7.000 por persona, empezó a caer.
Kenny muestra que ese patrón lo están siguiendo los países en desarrollo también. Pero los picos de intensidad de carbono están ocurriendo a niveles de ingreso económico muy por debajo de lo que fue el caso de los países que hoy son ricos. La transición hacia un mundo que emite cero dióxido de carbono está ocurriendo más temprano en el resto del mundo de lo que fue en los países ricos.
Esa transición –en la que se produce más y se consume menos material y energía– ha ocurrido en gran medida debido al aumento en la eficiencia que brinda la globalización, según Kenny. Él da ejemplos de cómo el comercio, la migración y la financiación han promovido la transición.
La industria china de paneles solares redujo los precios en un 80% entre el 2008 y el 2013. La tecnología de fracturación hidráulica y su comercio internacional ha reducido las emisiones de gases de efecto invernadero por unidad energética en un 40%. Debido a tales avances, Kenny predice que África probablemente será la primera región del mundo en llegar a la prosperidad sin depender mayormente del carbón para su electricidad.
Pero todo eso requiere de la globalización que, además, es responsable por incrementar enormemente el bienestar de la gente más necesitada alrededor del mundo. Por eso, Kenny dice que fortalecer la globalización es la opción moralmente superior y, además, la que mejor funciona.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 23 de abril de 2024.